By Austin Ruse | January 23, 2016
Susan
Yoshihara, de C-Fam, informa hoy que un panel oficial de la ONU ha publicado un
informe final y parte de sus propuestas incluyen un impuesto mundial que sería
una fuente independiente de ingresos para organismos y funcionarios de la ONU.
Pocas propuestas de las Naciones Unidas son tan peligrosas como ésta.
Desde su fundación, la ONU ha estado
financiada por contribuciones voluntarias de los Estados Miembros, lo cual
garantiza al menos un mínimo de control por parte de ellos. Las naciones
donantes tienen la libertad de retirar sus subvenciones, como lo hizo Estados
Unidos durante varios años a raíz del escándalo del Petróleo por Alimentos. La
retención de sus importantes contribuciones causó verdaderos problemas a la
burocracia de la ONU.
Los organismos y funcionarios de la ONU
ciertamente quieren mantener las contribuciones voluntarias de los Estados
Miembros, pero desde hace mucho tiempo están sedientos de tener su propio
dinero y rendir cuentas a nadie más que a ellos mismos.
El peligro es que si la Secretaría de la ONU
y los organismos tienen su propia fuente independiente de ingresos, quedarán
completamente libres para ser todo lo radicales que desean. La desconexión
entre la Asamblea General y los organismos y la burocracia existe desde hace
mucho tiempo. La Asamblea General decide un asunto y la burocracia lo ignora y
hace lo que quiere.
La Asamblea General, por ejemplo, ha definido
«género» dos veces: en la Plataforma de Acción de Beijing y en el Estatuto de
Roma que crea la Corte Penal Internacional, y las delegaciones tradicionales
consideran aceptables ambas definiciones. No obstante, los funcionarios siguen
definiendo esa palabra como constructo social y han aceptado la noción de
«transgenerismo» que la Asamblea General ha rechazado sistemáticamente.
El hecho de contar con una fuente
independiente de ingresos provenientes de grandes instituciones financieras así
como de gente común y corriente solo ampliará esta brecha entre los Estados
Miembros, que tienden a ser conservadores, y la burocracia, que tiende a ser
radical.
El panel que hizo la recomendación dice que
es para ayuda humanitaria. Tenga presente que ella se ha vuelto
extraordinariamente elástica. El Secretario General, por ejemplo, ha sostenido
que la mujer en situación de conflicto tiene derecho al aborto incluso si este
es ilegal en su país.
Hay muy poca duda de que una fuente de
ingresos independiente, un impuesto mundial, implicará una rápida expansión no
de la ayuda humanitaria, sino de la defensa de asuntos radicales, especialmente
en el área de la agenda homosexual.
La Asamblea General rechaza sistemática y
contundentemente la inclusión de la «orientación sexual e identidad de género»
en documentos de la ONU y por ende como parte de nuevas normas internacionales.
La burocracia, conducida por el Secretario General, no obstante, está llevando
a cabo una campaña local para imponer esta agenda en la ONU y en el mundo. Lo
último que necesitamos es que ellos tengan su propio dinero, del cual rendirán
cuentas a nadie más que a ellos mismos, para llevar a cabo una agenda antivida
y antifamilia de esta clase.
Lo impactante es que ningún Estado Miembro de
la ONU es tan poderoso como cualquiera de las agencias de la Organización. Ni
siquiera Estados Unidos, por ejemplo, puede dirigir a su voluntad el Fondo de
Población con sus mil millones de dólares. Aunque Estados Unidos básicamente
designa al director de Unicef, tiene poco poder para combatir el radicalismo
cada vez más mayor de ese organismo.
Una fuente independiente de ingresos será un
desastre para las familias en todo el mundo. Se advierte a los gobiernos: un
impuesto mundial agotará el poco poder que tienen. Este tema será debatido en
la próxima Cumbre Humanitaria Mundial en Estambul el próximo mes de mayo. Las
propuestas deberían detenerse allí mismo.