Católicos y Vida Pública
«La crisis de la Iglesia no es de los jóvenes,
sino de los adultos»
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega, 21
de Noviembre de 2022
«Hemos vivido el
XXIV Congreso Católicos y Vida Pública como un laboratorio de ideas con un
mismo hilo conductor: la búsqueda de la Verdad. Transmitir este legado no debe
ser impuesto, sino edificado en la familia y construido sobre un amor que
desborda los límites del hogar», declara el manifiesto del XXIV Congreso
Católicos y Vida Pública, organizado en Madrid este fin de semana.
«La fe es una
experiencia que debemos transmitir a nuestros hijos», señala el texto publicado
por la Asociación Católica de Propagandistas, organizadora del evento, de ahí
que «la crisis de la Iglesia no es de los jóvenes, la crisis es de adultos».
Entonces «se requiere un cambio en nuestra forma de vivir y transmitir con
alegría» este legado, para lo que es precisa «fidelidad creativa, conscientes
de la grandeza que hemos recibido».
Para los
propagandistas, la fe es «un don y una tarea que se transmite narrando nuestra
propia experiencia de Dios con pasión e ilusión». Por eso, «no basta la
educación “en valores”, es necesaria la educación moral y en virtudes»,
proponiendo «el desarrollo humano integral desde la doctrina social de la
Iglesia».
En este sentido,
la transmisión de la fe no se hace «como si fuera un arma arrojadiza», sino
«redescubriendo lo esencial», como el hecho de que «la fe y la cultura siempre
han caminado juntas». De ahí que «si destruimos esta unión el hombre se
deshumaniza», algo que ocurre hoy en día cuando «el laicismo, el relativismo o
las ideologías totalitarias empobrecen la cultura, la desarticulan o cancelan,
hasta hacerla desaparecer».
Un momento histórico
Frente a este
panorama, «es tiempo hoy de confiar más que nunca y de retornar a las fuentes
del pensamiento clásico y cristiano», afirman los propagandistas. Por ejemplo,
el arte sigue creando «un lazo inseparable entre verdad, bondad y belleza», al
mismo tiempo que existe un nexo entre «economía cristiana y bien común» que
«dignifica a la persona» y entiende la empresa «como una comunidad de personas
acogedora, humana y compasiva».
La religión
cristiana unida al derecho de cuño romano «ha configurado un sistema jurídico
que urge preservar», porque «sitúa a la persona como fundamental razón de ser
del derecho». Junto a ello, «la legítima preocupación por la preservación del
mundo, entendido como la casa de todos, debe ser capaz de poner límite a la
avidez de los intereses mercantiles de empresas o estados».
Por todo ello, en
un momento en que «la historia bascula y se define», en el que «entramos en la
era del desconcierto, la desconfianza generalizada y las horas difíciles de
guerras, pandemias e ideologías que disuelven al hombre», la ACdP hace un
llamamiento «para restablecer el rumbo de la vida», por lo que pide a Dios «que
la fuerza operante del Espíritu Santo se derrame en valientes y generosas
entregas de personas comunes» que, «con gestos pequeños y cotidianos, transiten
esta crisis levantando la mirada con la oración y el servicio silencioso».