y la ambigua “teología del pueblo”
Stefano Fontana
Brújula cotidiana,
25-11-2021
Los movimientos
populares, alentados por Francisco, son una galaxia heterogénea que reúne
socialismo, ecologismo, feminismo, “cancel culture” etc. Su nuevo enfoque
pastoral presupone convicciones doctrinales a menudo opuestas a la Doctrina
Social de la Iglesia. La “teología del pueblo” es una categoría ambigua, y el
católico que participa en tales movimientos se equivoca en dos aspectos.
La cuestión de los
“movimientos populares” es un aspecto confuso, peligroso y arriesgado de la
Iglesia actual. El Papa Francisco lleva tiempo apoyando este camino. El pasado
16 de octubre envió un largo mensaje de vídeo a los participantes del Cuarto
Encuentro Mundial de Movimientos Populares. El 12 de abril de 2020, domingo de
Pascua, les había enviado una carta. Anteriormente se había reunido con los
movimientos populares el 9 de julio de 2015 en Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia, durante uno de sus viajes apostólicos, y también en esa ocasión
pronunció un largo discurso. También se han celebrado otros dos encuentros en
el Vaticano.
Como resultado de
este enfoque pastoral se han creado en América Latina escuelas de formación
para los líderes católicos de los movimientos populares. La Academia de Líderes
Católicos - Latinoamérica tiene sus sedes en Chile, México, Uruguay, Cosa Rica,
Colombia, Brasil y España. Sus actividades educativas on-line se extienden
también a Venezuela, Perú, Argentina, Panamá, Guatemala y Europa Central. Los
programas de estas escuelas incluyen también algunas lecciones sobre la
Doctrina Social de la Iglesia, pero situadas en un nuevo contexto global y, por
tanto, reinterpretadas y –en mi opinión- deformadas.
El nuevo enfoque
pastoral de los movimientos de base presupone ciertas convicciones doctrinales
nuevas que no nos dejan tranquilos. Una primera observación que hay que hacer
se refiere a la extrema variedad de los propios movimientos populares, que
pueden incluir movimientos de los pueblos indígenas, movimientos socialistas y
comunistas, movimientos revolucionarios, movimientos ecologistas de diversas
orientaciones, comunidades cristianas de base animadas por la Teología de la
Liberación, movimientos feministas, movimientos por la igualdad de género
extendida a los LGBT, movimientos por la “cancel culture” que derriban las
estatuas de Cristóbal Colón, movimientos del estilo de “Black Lives Matter” con
su odio ideológico a todo lo que es “blanco”.
La expresión
“movimientos populares” engloba, pues, una galaxia heterogénea que, si bien en
algunos lugares persigue objetivos aceptables, en otros –o más bien en muchos-
tiene fines que contradicen las exigencias de la Doctrina Social de la Iglesia.
Además, no hay que olvidar que muchos de estos movimientos populares no son en
absoluto populares, sino que están financiados e impulsados por poderosas
entidades políticas nacionales o transnacionales.
El nuevo enfoque
del Papa Francisco y de la Academia de Líderes Populares quiere que los católicos
participen en los movimientos populares en la medida que son populares, por lo
tanto en “cualquier” movimiento popular. Se trata entonces de una participación
“simplista”, es decir, no motivada por un punto de vista plenamente conforme
con la Doctrina Social de la Iglesia. No es ésta última la que motiva u orienta
la presencia en el movimiento, sino que es la presencia en el movimiento la que
reinterpreta la Doctrina Social. Basta con que el movimiento sea popular para
que el católico se comprometa a participar en él. Sin embargo, el hecho de ser
popular no elimina del movimiento la inaceptabilidad moral, política y
religiosa de algunos de sus objetivos, por lo que los católicos acaban
contribuyendo a resultados erróneos. Aunque en algunos puntos concretos estos
resultados podrían ser aceptables, el contexto general que persigue el
movimiento popular específico anula su positividad al instrumentalizarlo para
objetivos equivocados.
De este modo, el
católico que participa se equivoca en dos frentes: colabora con el mal y
renuncia a imprimir su propia visión católica al movimiento. Por eso, la
expresión “líderes católicos” aplicada a los movimientos populares es
contradictoria: si el movimiento es bueno porque es popular, los católicos no
deben convertirse en sus líderes para guiarlo de forma católica, sino sólo para
desarrollar su “popularidad”.
La ambigüedad de
esta operación pastoral reside en la llamada “teología del pueblo” que le sirve
de base, una bomba destinada a explotar causando muchos daños. El pueblo
entendido en sentido sociológico, histórico y cultural no es una categoría
fundacional. Su valor depende de su capacidad de encarnar auténticos valores
naturales y religiosos de acuerdo con una cultura e historia sedimentadas. No
todas las tradiciones son válidas, no todas las culturas son verdaderas, no
todos los pueblos son auténticos. Los pueblos también necesitan una salvación
que no pueden proporcionarse por sí mismos. La recta razón y la verdadera
religión son indispensables para purificar a los pueblos. La “teología del
pueblo”, en cambio, sostiene que el pueblo es el lugar de la sabiduría humana y
cristiana por ser pueblo. Y esto se aplicaría a todos los pueblos. Pero esto no
es cierto.