DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

LA REGENERACIÓN DE LA VIDA POLÍTICA

 

 


Una llamada al bien común y a la participación

 

Semanas Sociales-España

Guía de trabajo de las Semanas Sociales 2021

 

 

ÍNDICE

OBJETIVO

1. INTRODUCCIÓN

2. LA (S) «NUEVA (S) ESFERA (s) PÚBLICA (s)»

3. RELIGIONES EN PÚBLICO

4. ESCENARIOS PARA LA VIDA PÚBLICA

5. CONCLUSIÓN

ANEXO

 

OBJETIVO

Este texto pretende ser un pretexto para el diálogo, el debate y la deliberación en común. Tiene el cometido de dotar de un marco mínimo de reflexión a una propuesta participativa de deliberación pública. Por tanto, no es una toma de postura sobre cuestiones específicas, ni un análisis pormenorizado de la situación social y política que vivimos. No trata de expresar las múltiples dificultades que los católicos tenemos en la arena pública a la hora de vivir nuestra fe con coherencia y consistencia. Tampoco es un manifiesto identitario, aunque no es un texto vacío, sobre el itinerario de los católicos en la vida pública. Todos estos ámbitos son necesarios y legítimos, especialmente en momentos de desconcierto e incertidumbre como los que vivimos con el impacto global de la pandemia por COVID19.

 

La pandemia se ha convertido en un hecho social totalizante. No solo ha afectado a la salud de la población, sino que ha trastocado todas las dimensiones de la existencia. Desde los aspectos sociales y económicos a los familiares y religiosos. Nada ha quedado inmune a los efectos de la pandemia que ha acelerado e intensificado procesos sociales existentes, como la desigualdad y la exclusión, y ha creado enormes campos de incertidumbre para una ética de la vida.

 

La vida pública, el desarrollo de la esfera de la política está viéndose alterada en todo el mundo. Observamos como mecanismos políticos excepcionales, como el estado de alarma, se convierte en un instrumento casi permanente en nuestra ya precaria democracia. Los déficits de nuestro modelo democrático se han manifestado de forma palmaria. Desde el objetivo de esta propuesta de las Semanas Sociales cobra especial relevancia la ausencia de diálogo, acuerdos y espacios comunes en la esfera pública. La polarización de la clase política y la ciudadanía está llegando a extremos inimaginables. De manera permanente nos topamos con intentos de deslegitimar al oponente político ya los grupos o instituciones que piensan diferente. Hay un ascenso de la intolerancia y el enfrentamiento rompen a la sociedad.

 

 

Este documento quiere generar un marco para potenciar la cultura del encuentro y la fraternidad universal a la que nos llama el papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti. Esta “cultura del encuentro” requiere, tal como afirmaba el papa al recibir el premio Carlomagno, capacidad para “integrar, dialogar y construir” y “significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluir a todos ”(FT, 216). No se trata, en un primer momento, simplemente de reaccionar, denunciar o exigir –por legítimas y necesarias que sean dichas acciones- sino de tener la capacidad de generar puentes y no construir muros. Este es el horizonte en el que quiere situarse el documento.

 

Estos seminarios deben ser espacios para cuidar la amistad social como valor esencial de la vida pública. Espacios que desde el conocimiento y reconocimiento de otras personas e ideas nos informan relacionarnos de otra manera. “Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos” (FT, 94).

 

Por tanto, simplemente pretende dar unas pautas para enmarcar la propuesta metodológica que denominamos “Foros de deliberación”. Estos pretenden generar espacios de encuentro con personas e instituciones de diversos ámbitos sociales, económicos y políticos para poder “integrar, dialogar y construir” una vida pública orientada al bien común y sustentada en la participación. La propuesta consiste en organizar desde las diócesis, las congregaciones, los movimientos e instituciones eclesiales unos foros (encuentros en un formato ágil y dinámico) que convoquen a personas y grupos eclesiales, pero también, a personas y grupos no eclesiales o de otras confesiones religiosas .

 

Estos foros-encuentros se dinamizarían desde el marco que ofrece este documento y desde unos interrogantes comunes que aportamos como anexo al documento (Creemos que hay que ampliarlas dando participación al grupo). Recogidas las reflexiones, de cada encuentro, encontró material de expresión y exposición en las Jornadas de las Semanas Sociales que celebraremos en el año 2021.

 

1. INTRODUCCIÓN

Hace cerca de veinticinco años el documento «Católicos en la vida pública» comenzó alertando sobre la necesidad de una presencia renovada de los católicos en la vida pública en una época de profundo cambio en la realidad social y política en España. Apuntaba alertas y oportunidades que siguen estando de plena actualidad y dibujaba un horizonte para el compromiso de los católicos que debe seguir sustentando nuestras acciones y reflexiones.

 

Los escenarios sociales y políticos han cambiado intensamente generando una comprensión nueva del espacio público. La globalización, el mundo digital, los movimientos sociales "sin rostro" (chalecos amarillos en Francia, por ejemplo), la fatiga civil y política que llega hasta el hastío a las sociedades civiles, la desafección por la política y los políticos, la propia mercantilización de la sociedad o la falta de liderazgos sociales y eclesiales marcan una concepción de la vida pública diversa, compleja y enmarañada. Esta situación se ha visto acelerada e intensificada por la pandemia del COVID19 que ha alterado la vida pública.

 

Especial relevo está teniendo en los últimos años el ascenso de los llamados "populismos", de diversas orientaciones, que parecen anunciar una decadencia de los modelos políticos tradicionales y los cauces democráticos. Parece que estamos viviendo en unas democráticas sin “fundamentos axiológicos” que la hacen pendular entre una “política no democrática” (erosión de los procesos formales y falta de participación) y una “democracia sin política” (orientación al bien común) de un marcado carácter individualista. Como señala el Papa Francisco “el desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos,

 

El espacio público se complejiza y el bien común, que no entra a formar parte de las nuevas tablas de la ley, como afirmaba hace años Petrella, se constituye en una necesidad para orientar la convivencia. El individualismo creciente y los vínculos líquidos que conforman nuestra convivencia requiere un esfuerzo intenso y constante para la regeneración de la vida pública. Esta es una vez una tarea de “reconstrucción” de nuevos escenarios de presencia y, por otro de “moralización”, en el sentido de generar deliberación ética sobre los fines de la sociedad. Construir sociedad civil y participar en la vida pública para orientar la convivencia al bien común se constituye en un imperativo para los católicos.

 

En estos momentos de turbación global estamos llamando a construir caminos de reencuentro (FT, 225-254) para asentar nuestras sociedades sobre una “arquitectura de la paz y el encuentro”. La llamada, clara y precisa, de la realidad nos indica el camino de una caridad social y política construida desde la "artesanía del diálogo público" para que "seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede" en las palabras ”(FT, 6).

 

2. LA (S) «NUEVA (S) ESFERA (S) PÚBLICA (S)»

Las nuevas condiciones sociales muestran complejidad y pluralidad de espacios, iniciativas y escenarios de participación. La vida pública está conformada por espacios y procesos de comunicación y acción que son sociales abiertos, interdependientes y políticamente relevantes. O, dicho de otra manera, la vida pública está edificada por espacios discursivos, deliberativos y prácticos construidos desde la argumentación pública entre personas, grupos o instituciones plurales en torno a construir e influir en el “bien común –esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones ya cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ”(GS 26).

 

Estos espacios discursivos están atravesados, y esto es una novedad ingente, por el mundo digital que producen oportunidades de inmediatez, penetración y extensión. Desde otro punto de vista, este mundo digital, puede carecer de profundidad, tiempo y vinculación personal. Tal como señalaban nuestros obispos “La inmediata parece haber apoderado de la vida pública” (Iglesia servidora de los pobres, 17) y esta característica impide su consolidación, consistencia y permanencia. La esfera digital ha cobrado un relieve básico en la crisis del coronavirus. El teletrabajo, la educación on-line, los encuentros con familiares aislados, las prácticas sacramentales han estado mediados por la irrupción sin precedentes de la esfera digital.

 

La deliberación pública, las prácticas de “amistad social y caridad política” (FT) han emigrado de las plazas de las ciudades, de los salones de actos y aulas de encuentro a las pantallas de nuestros ordenadores. Esta situación ha modulado, y lo seguirá haciendo en el futuro, el espacio público de nuestras demócratas. Nos queda un camino inmenso de aprendizaje para que la mediación digital se convierta en un instrumento eficiente y no acabe siendo un fin en sí mismo.

 

Desde estas aproximaciones, unas entre tantas, se desprenden algunas consideraciones esenciales:

 

La vida pública está atravesada por la pluralidad y es una condición sine qua non de su existencia. La regeneración de la vida pública requiere y se constituye desde una presencia plural. Tal como nos anima el papa Francisco debemos buscar la armonía en la diferencia: “De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos,

La vida pública se constituye desde el diálogo y para el diálogo. “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio ”(ES 34). Dicha actitud estructural para la vida pública no va reñida con la presencia de convicciones profundas nacidas de la “caridad en la verdad”. La que subyace al diálogo es la posibilidad de crear marcos de confianza dinámica que genere reciprocidad independientemente de lo lejos que estemos en las interpretaciones y propuestas. Como decía el papa Francisco en el mensaje del día de la Paz de 2019: “se llega a una confianza dinámica, que significa“ yo confío en ti y creo contigo ”en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. ¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo »1.

La presencia en la vida pública debe alejarse del imperativo del instante y de la tentación de poder. La vida pública, como diría Arendt, está abierta al milagro de la natalidad de procesos novedosos muchas veces no pretendidos directamente. En palabras de Francisco: “uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en el lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios ”(EG 223).

En la regeneración de la vida pública es esencial el protagonismo de la sociedad civil con su entramado de funciones, instituciones y claves participativas. La nueva esfera pública, con la determinación de construir sociedad y orientar éticamente, deberá estar anclada en la dinámica de la sociedad civil. La necesaria articulación “hacia dentro” entre todas las asociaciones y agrupaciones sociales para conformar un espacio de participación libre y constructiva, y el potencial relacional “hacía fuera” para buscar dinámicas de relación entre el Mercado, el Estado y la misma sociedad civil. La vida pública demanda una sociedad relacional (Donati) que articule escenarios diversos, lógicas de funcionamiento diferentes y numerosas multas. El protagonismo de la sociedad civil se gestará en su dinámica relacional mostrando los diversos dinamismos relacionales que emergen desde la visión del bien común. La sociedad civil se construye desde ”procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias” (FT, 217).

3. RELIGIONES EN PÚBLICO

En la actualidad tenemos que pensar cuál es el papel de las religiones, y en nuestro caso la Iglesia católica, en la vida pública. Hay una corriente de pensamiento que indicaría que las religiones solo pueden tener campo de influencia en el ámbito privado. Fuera del ámbito íntimo o de la privacidad las religiones deberían guardar silencio. Es decir, las religiones no tendrían un papel legítimo en la vida pública. Este pensamiento ha calado muchas ideologías en un extremo y en el otro del espectro político. De hecho, hoy en día el debate sobre la libertad religiosa sigue siendo de plena actualidad en el mundo y en nuestro entorno. La libertad religiosa sigue siendo “un tesoro escondido en vasijas de barro” en el mundo global. El compromiso por las libertades públicas, que debe ser constante y sin pausa,

 

Sin embargo; “La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con referencia específica a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa «carta de ciudadanía» de la religión cristiana ”(CV 56). Parte de la regeneración de la vida pública pasará por preguntarse por el papel y tipo de presencia de las religiones en el espacio público. Como dice Díaz-Salazar “es necesario plantear un debate público sobre búsquedas son las condiciones para la intervención de las religiones y las comunidades religiosas en la esfera con el fin de preservar la laicidad del estado,

 

Las religiones, como instancia organizada de la sociedad civil, reclaman un espacio en el ágora pública. De esta manera las religiones se unen a las críticas clásicas que existen sobre la erosión de la esfera pública. Críticas clásicas cívicas que se oponen a la reducción de lo público a la esfera gubernamental. Críticas provenientes de los comunitarismos que denuncian el ascenso del individualismo utilitarista y críticas provenientes del mundo feminista que se oponen a un mundo dual donde lo político-público se juega a espaldas de lo personal-privado. El lema lo “personal es político” adquiere mucha relevancia en este contexto. Las religiones públicas asumen estas críticas planteando una esfera pública enriquecida por las tradiciones religiosas, (como argumentan pensadores tan diversos como Taylor, Casanova, Habermas, Vattimo) que ayuden a revitalizar y activar la "fatiga civil" que nos acompaña en las demócratas representativas. Pero cuándo es legítimo que una religión entre en el debate público. La esfera pública no es el espacio para instituir dogmas o discutir sobre prácticas y rituales religiosos. Podemos señalar, al menos, tres instancias esenciales:

 

Cuando la religión entra en la esfera pública para defender no solo su libertad sino todas las libertades y derechos modernos, y el propio derecho de una sociedad civil democrática a existir en contra de un Estado absolutista y autoritario.

Cuando las religiones entran en la esfera pública para cuestionar la absoluta autonomía legal de las esferas seculares sin tener en cuenta ninguna dimensión moral o ética.

Cuando entra en la esfera pública para proteger el mundo de la vida de la penetración del Estado o el mercado.

En este sentido, la religión pública o la religión en el ámbito público se muestra como un proceso necesario de repolitización de las esferas privadas, religiosas y morales, y de renormativización de las esferas públicas, políticas y económicas.

 

Como señala el Papa Francisco “la Iglesia respeta la autonomía de la política, no relega su propia misión al ámbito de lo privado. Al contrario, no puede ni debe quedarse al margen en la construcción de un mundo mejor ni dejar de despertar las fuerzas espirituales que fecunden toda la vida en sociedad ”(FT, 276). No se trata solo de justificar la igualdad entre todas las personas, sino de fundar la hermandad (FT, 272), la fraternidad universal, y para este cometido las tradiciones religiosas, y en concreto el cristianismo, son básicas.

 

4. ESCENARIOS PARA LA VIDA PÚBLICA

“La participación no puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en ámbitos como el mundo del trabajo y de las actividades económicas en sus dinámicas internas, la información y la cultura y, muy especialmente, la vida social y política hasta los niveles más altos, como son aquellos de los que dependen la colaboración de todos los pueblos en la edificación de una comunidad internacional solidaria ”(CDSI 189). Todos los ámbitos y todos los niveles son requeridos para poder afrontar el reto de la vida pública orientada al bien común.

 

El documento “Los católicos en la vida pública” indica como los católicos estamos convocados a una «doble forma de presencia» (CVP 110, 111,112) en la vida pública: de forma individual y de manera asociada.

 

Aunque no sea fácil, en el contexto actual, diferenciar lo público de lo privado de manera nítida es importante, en este continuum que es la vida, observar la densidad e implicaciones que tiene esta doble presencia. Como nos decían los Obispos “no es fácil distinguir el ámbito puramente privado del público en la vida de cada persona. Es importante tomar conciencia de ello. Nuestro comportamiento individual tiene repercusiones sociales que van más allá de nuestras previsiones. Ser conscientes de ello debe llevarnos a todos a inspirar los comportamientos personales, familiares y profesionales en los criterios morales que rigen la vida social del cristiano ”(CVP 112).

 

En nuestros días cobra especial relevancia en el ámbito de la ecología integral porque «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos, estamos llamados a reconocer nuestra contribución - pequeña o grande - a la desfiguración y destrucción de la creación» (LS 8) . Esta primera clasificación debe ayudarnos a reconfigurar el papel que tenemos como católicos. La vida personal es condición necesaria, aunque no suficiente, para la regeneración de la vida pública y como católicos le debemos prestar en estos momentos de interdependencia global. Los Obispos en el documento mencionado nos invitaban, desde el punto de vista personal, a una atención especial al desarrollo de la vida profesional y a la participación responsable del voto (CVP 113-124).

 

La economía genera exclusión (EG 53) cuando se práctica desde un horizonte meramente crematístico y competitivo. La necesidad de personas dedicadas a una economía al servicio de las personas es de una importancia notable en la actualidad. Por lo tanto, en nuestros días debemos repensar todas aquellas acciones personales que implican el desarrollo del bien común: honestidad fiscal, participación directa o indirecta en la corrupción, consumo responsable, finanzas éticas, discriminación positiva hacia empresas sociales, ejercicio responsable profesional y familiar, etc.

 

La vida asociada es el otro gran ámbito de participación en la vida pública. De hecho, la presencia de los cristianos en la vida pública toma una figura asociada. Ahora bien; la vida asociativa, tal como antes mencionábamos, precisa un despliegue plural con respecto a la identidad (confesionales, de inspiración cristiana, civiles), al campo de presencia (cultural, social, político, económico, etc.), al modo asociativo (asociaciones , fundaciones, instituciones públicas, cooperativas, etc.) y los modos de funcionamiento. La vida pública cobra una especial complejidad que hay que acogerla desde el discernimiento personal y comunitario como modo de «estar en el mundo». La reflexión y el discernimiento serán una tarea común con especial protagonismo de los laicos en la Iglesia que por vocación están llamados a la presencia activa en el mundo. Para este ejercicio de continuo discernimiento es esencial el papel cultural y educativo de la Iglesia católica. La capacidad para generar narrativas y reflexiones sociales y políticas en clave educativa será una clave esencial de futuro.

 

A modo de criterios básicos de este discernimiento es clave prestan atención a los siguientes ámbitos:

 

No podemos declinar nuestro esfuerzo por una sociedad en clave de derechos humanos. «Porque la garantía de los derechos de la persona es condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública» (GS73). El primer mandato es cuidar y reconstruir las garantías de los derechos humanos básicos para poder construir esfera pública. La dimensión social de la Iglesias y, en especial, de la Iglesia católica debe ser un instrumento esencial en esta clave de defensa de los derechos humanos.

La vida pública deberá atender con especial intensidad a los llamados «bienes comunes» como gramática esencial de la solidaridad relacional. Los bienes comunes en un mundo privatizado e individualizado exigen pensar la realidad desde otras claves que ensalcen la dignidad de las personas, el bien común y el destino universal de los bienes.

La regeneración de la vida pública exigirá ponderar con especial intensidad la organización social de la responsabilidad. Más allá de un dramatismo excesivo o una irresponsabilidad manifiesta debemos pensar el nuevo escenario de la responsabilidad. Que deberá hacerse cargo del futuro y de la complejidad social. No debemos caer en un estado de condena permanente de la desmoralización de mundo porque acabaremos nosotros desmoralizados, en el sentido de falta de tono vital.

No es posible pensar lo local sin un horizonte global. «Todo está conectado» (LS 16) y la esfera pública deberá estar abierta a esta globalidad del mundo. «El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas »(CV 67).

Y, por último, la presencia de las personas más débiles debe ser una prioridad en perspectiva cristiana. La opción preferencial por los pobres como «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, del cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consecuentemente, a nuestro modo de vivir ya las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes «(SRS 42). La vida pública «desde esta perspectiva, se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles, (…) es necesario, además, un fuerte empeño moral,

5. CONCLUSIÓN

Frente a una realidad imprevisible, incierta y compleja la regeneración de la vida pública requiere construcción de espacios y orientación al bien común. La implicación de los católicos desde la pluralidad y diversidad es esencial para una Iglesia que pretende iniciar procesos desde el diálogo y no poder, simplemente, ocupar espacios de influencia.

 

Es tiempo de repensar el papel de las religiones, en especial de la Iglesia católica, como institución de la sociedad civil en momentos que debería vehicular un especial protagonismo frente a colonizaciones económicas e intromisiones de las administraciones públicas.

 

Los escenarios son múltiples y globales y se hace difícil hacer una caracterización estática y totalizante porque las fronteras entre la vida pública y privada son cada vez más porosas en un mundo interconectado. La digitalización del mundo impone unas nuevas formas que están preñadas de esperanzas y amenazas al mismo tiempo y que son necesarias habitar para poder evangelizar.

 

Tenemos que recrearnos como sociedad, reencontrarnos como pueblo y repensarnos como Iglesia en un mundo incierto y desconcertante. El llamado es global e integral porque “el dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia ”(FT, 33).

 

ANEXO

La (s) "nueva (s) esfera (s) pública (s)"

 

• Sobre la Pluralidad de la Vida pública

¿Cómo vivimos la pluralidad? ¿Qué significa encontrase con “el diferente y lo diferente” para construir bien común? ¿Qué significado tienen entre nosotros el concepto de “amistad social” (EG 228) que propone el papa Francisco? ¿Qué mecanismos para poder construir “unidad” desde las tensiones, el conflicto o la ruptura existen o debemos intentar?

 

• Sobre el diálogo

¿Qué significa dialogar cuando siento que mis convicciones, posiciones, posesiones e intereses están siendo alterados, criticados o vulnerados? ¿Qué significa dialogar desde las convicciones sin que ello suponga monólogos en público? ¿Qué renuncias caben en los procesos de diálogo? ¿Qué tipo de argumentación es necesario para dialogar con personas de otros ámbitos confesionales y no creyentes? ¿Qué significa argumentar desde nuestra identidad para ponerla en diálogo? ¿Interactuar en las “redes sociales” es dialogar?

 

• Sobre los procesos

¿En nuestro contexto actual qué significado tiene alentar “procesos y no ocupar espacios”? ¿Estamos preparados desde la política, las religiones la vida social y económica a renunciar a ocupar espacios? ¿En el tiempo de la aceleración, lo inmediato y el instante cómo legitimar una vida pública capaz de construir desde el largo plazo? ¿Qué aportan o dificultan las “redes sociales” a la construcción de procesos?

 

• Sobre la sociedad civil

¿Qué significado tiene la prioridad de la sociedad civil en la regeneración de la vida pública? ¿Protagonismo de la sociedad civil significa protagonismo del mercado? ¿Qué entendemos por sociedad civil? ¿Están los pobres y excluidos representados en y por la sociedad civil? ¿Las Iglesias qué papel juegan en la sociedad civil?

 

Religiones en público

 

¿Qué significa qué “Dios tenga un espacio en la esfera pública”? ¿Qué ocurre y cómo lo viven los no creyentes? ¿Qué Dios, o bajo que confesión, tienen que estar en la vida pública? ¿Cómo defender la presencia de las confesiones en público (laicidad positiva) con la defensa de los no creyentes (laicidad negativa)? ¿Qué creéis que aportan las religiones al ámbito de lo público? ¿Qué aprenden las religiones cuando participa en el ámbito público? ¿Podemos aportar ejemplos concretos de enriquecimiento recíproco entre religiones e instituciones y personas no creyentes? ¿Estás de acuerdo con la siguiente afirmación: “la esfera pública no es el espacio para instituir dogmas o discutir sobre prácticas y rituales religiosos”?

 

Escenarios para la vida pública

 

• Vida personal

¿A qué estoy llamado en mi vida personal? ¿Cómo compatibilizar profesión y bien común?

¿Es la responsabilidad personal un primer itinerario de mi responsabilidad pública? ¿Cómo

interpretar en este contexto “lo personal es político”? ¿Nuestras acciones y actitudes

personales que repercusión pública tienen? ¿En qué espacios privilegiados estamos

¿Llamadas a mostrar nuestro compromiso personal como construcción del bien común?

 

• Vida asociativa

¿Cómo articular la presencia de los cristianos en asociaciones no confesionales? ¿Cómo

convivir con personas no creyentes en asociaciones confesionales? ¿Qué ámbito se deben

priorizar en la actualidad: la presencia de creyentes en ámbitos no confesionales o la

constitución de instituciones confesionales? ¿Qué sectores (social, educativo, sanitario,

económico sindical…) son esenciales para la participación de los creyentes en la vida pública?

¿Cómo conjugar identidad de nuestra fe y la relevancia de nuestra acción?

 

• Criterios de discernimiento

¿Qué otros criterios aportarías para regenerar la vida pública? ¿Cómo concretaríamos en

nuestro contexto la defensa de los DDHH? ¿Qué significa que la regeneración de la vida

pública se articule desde la opción preferencial por los pobres? ¿Cómo definiría la prioridad

de lo común en la regeneración de la vida pública?

 

NOTAS

 

Papa Francisco. La buena política está al servicio de la paz.

52 Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2019) nº 5.