los penes de madera y el lenguaje seudo
inclusivo
El berretín
feminista, y últimamente no binario, de la gestión kirchnerista, sumado al
discurso del “goce” y del “fumo” en plena crisis, no le dio réditos al
gobierno. Oficialismo -y oposición- deberían tomar nota: no es esa la agenda de
los argentinos
Claudia Peiró
Infobae, 14 de
Septiembre de 2021
Una de las últimas
jugadas de campaña de Alberto Fernández, el 21 de julio pasado, fue un decreto
presidencial que habilitó la concesión de documentos de identidad en los que no
se consigna el sexo del portador. En la jerga actual: no binario.
Esta manía del
gobierno actual por someter la legislación y las instituciones del país -un
conjunto que debería ser sólido, coherente y lo más estable posible- a los
caprichos de tribus urbanas que tienen más pantalla que arraigo social se fue
acentuando a medida que crecía la impotencia para resolver los dramas
estructurales de la sociedad: pobreza, desempleo, inseguridad, desinversión,
deuda, deterioro educativo.
En plena pandemia,
con el país parado, el Gobierno no encontró mejor idea que poner el pie en el
acelerador de la agenda de género.
A una sociedad
angustiada por el largo parate económico y productivo, le respondió con el DNI
no binario y la Gestión Menstrual.
A la incertidumbre
de los inversores y los empresarios, con un Presupuesto con perspectiva de
género.
A las familias
desesperadas frente a la no educación de sus hijos, con penes de madera.
A los jóvenes
acorralados por la falta de futuro, el precandidato porteño del oficialismo les
dijo que se puede ser felices sin trabajo y con fumo.
A los pobres, que
cada día son más, con misoprostol, la droga abortiva. Tanto o más grave que la
legalización del aborto es el entusiasmo antinatalista del gobierno: el aborto
no es la útlima opción, sino la primera alternativa ofrecida a la mujer de
condición humilde. Aunque se llenen la boca con la palabra inclusión lo suyo es
la exclusión, bajo la forma de la eugenesia social.
A los argentinos
que a lo largo y ancho del país respetaron y sobre todo padecieron las
restricciones por la pandemia, el Gobierno les respondió con el vacunatorio
VIP, las fiestas clandestinas del poder y, sobre todo, con infinita soberbia.
No tengo programa
económico, ¿y qué?
El Gobierno sin
plan dispuso destinar 3,4 por ciento del PBI para la perspectiva de género:
cuatro veces más que lo destinado a Defensa o Seguridad y 10 veces más que el
gasto del Poder Judicial.
No tengo programa
económico, no tengo solución para la inflación, no puedo combatir con eficacia
el delito, no termino de negociar con el fondo; no importa: soy feminista.
La gente necesita
trabajo, educación, salud, libertad y seguridad; pero la demanda insatisfecha
detectada por el oficialismo fue la de las personas que no se identifican con
ninguno de los dos sexos.
No alcanzó con
crear un innecesario Ministerio de la Mujer y etcéteras; casi cada cartera del
Gabinete nacional tiene su Secretaría o Dirección de la Mujer. En Economía hay
también un centro de estudios que se dedica a producir documentos en los que
hacen malabares para dibujar una brecha salarial de género inexistente. En
la Argentina, y desde hace décadas, a igual trabajo, igual remuneración. La
única verdadera brecha de ingresos es que un médico, varón o mujer, con diez
años de experiencia, gane 70 u 80 mil pesos en un hospital público bonaerense.
Pero resolver la brecha entre lo que gana un médico, un maestro o un policía
-del género que sea- y lo que gana un legislador, un juez o un ministro es
mucho más costoso y complicado; entonces, invento una brecha que no existe y me
dedico a pelear contra molinos de viento.
No hay patriarcado
en la Argentina: no existe ninguna ley -ni penal, ni civil, ni previsional- que
consagre la superioridad del varón sobre la mujer. Ninguna. A la inversa,
existen leyes que privilegian a la mujer, como el régimen jubilatorio. Ni
hablar de la Ley del Aborto que no le da al varón ni voto ni voz en la decisión
de poner fin a la vida del hijo gestado.
Pero la lucha
contra el Patriarcado tiene una ventaja: sólo requiere discursos.
La foto de un
político votando sobre fondo de pizarrón de escuela con la consigna “Bienvenides”
es otro síntoma de lo que sucede. El lenguaje inclusivo, es decir, la
deformación del idioma, algo que en un contexto normal sería inadmisible en una
escuela, es promovido por el Gobierno con fervor digno de mejor causa.
El idioma
evoluciona, dicen. Por supuesto. Evoluciona, no se impone por capricho. Un
término nuevo se incorpora luego de años de uso y de aceptación generalizada.
Eso sí, los mismos
docentes que se arrogan el derecho de hablarles así a los niños que las
familias mandan a la escuela para que reciban lo mejor, lo excelente, del
conocimiento humano acumulado fueron los más activos en negarse a la
presencialidad. Y eso sucedía al mismo tiempo que médicos, enfermeros,
camilleros, policías, bomberos, soldados, personal de limpieza y maestranza y
choferes del transporte público salían a la calle a sostener la mínima
infraestructura de servicios para que el país no colapsara.
Los importadores
de penes de madera dejaron sin instrucción a millones de chicos durante un año.
Militaron el cierre de escuelas en paralelo con la ESI, la nueva panacea. La
educación sexual existe por Ley desde el 2006 y se aplica. ¿Cuánto tiempo es
necesario dedicarle? Dos charlas en el año con toda la furia alcanzan y sobran
para explicar cómo funciona el sistema reproductivo y cómo se evita que
funcione, eso que tanto les preocupa. Pero no, la ESI es el nuevo berretín, la
puerta por la cual quieren colar la naturalización del aborto y la negación de
toda diferencia biológica entre los sexos. Los chicos tienen que recibirse de
sexólogos. Leer, escribir, sumar y restar: ya veremos.
El candidato del
kirchnerismo porteño -consciente de que es difícil prometer trabajo con una
administración a la que no se le cae una idea sobre cómo reactivar la economía-
se puso a hablar del “goce”, el “consumo recreativo” de marihuana y otras
frivolidades, mientras los argentinos velaban a los seres queridos que no
pudieron despedir.
Con soberbia
infinita, el oficialismo creyó que podía venderles a los argentinos una
realidad paralela. Una en la cual los problemas del país se resolvían con
gestión menstrual, documentos no binarios y penes de madera.
Una soberbia que,
más allá de la escena montada en la noche electoral, con Alberto Fernández como
único orador, no fue exclusividad suya ni mucho menos. Recordemos que la foto
fatal de Olivos estuvo precedida por la campaña “La Cámpora te vacuna”, es
decir, el intento de esa agrupación por apropiarse partidariamente de una
política que sólo debe ser pública, de Estado, y además acompañada, como música
de fondo, por los discursos de los principales referentes del cristinismo
-Máximo Kirchner y Axel Kicillof- que fatigaron los oídos con chicanas,
acusaciones y pases de factura y, nunca, jamás, con un sesgo de cercanía,
empatía o humildad.
A fines del año
pasado, el Presidente, traicionando promesas hechas, forzó la legalización del
aborto, para colmo con un proyecto bestial redactado por su amiga Vilma Ibarra
que no fija límite temporal para terminar con la vida de un ser humano en
gestación, como lo demuestra el caso que se ventila en la Justicia en Salta de
un feto de seis meses que bien podría configurar infanticidio.
Alberto Fernández
fue testigo del debate de 2018; sabía muy bien que los argentinos
mayoritariamente están en contra de la legalización del aborto. Por eso el
proyecto fue rechazado. De hecho, en 2020, tuvo que violentar la conciencia de
varios gobernadores y senadores para que se aprobara.
Es decir, que su
berretín con el género, la ESI, lo no binario, la falsa brecha salarial y el
aborto también configura una traición a buena parte de su fuerza o, dicho de
otro modo, no es representativa del peronismo en su conjunto aunque muchos
estén acobardados y no defiendan su doctrina ni su historia.
Entre los
opositores, sucede lo mismo. Esa agenda está lejos de despertar la unanimidad
en Juntos por el Cambio.
Por eso, más allá
de la meritoria defensa de la vida que hace cierta militancia, antes que un
partido celeste lo eficaz es dar la batalla en el seno de las grandes
corrientes, porque en ellas la opinión está dividida y lejos de ser mayoritaria
en el sentido que cree Alberto Fernández.
Las distintas
listas de precandidatos opositores no hicieron eje en la perspectiva de género
y la agenda verde en general -con excepción de la izquierda anticapitalista que
no tiene otro programa más que ese-; es de esperar entonces que los principales
referentes de los partidos favorecidos en esta elección primaria tomen nota: la
inmensa mayoría de los argentinos no son frívolos, relativistas ni
superficiales. Su imaginación, sus sueños y sus esperanzas son profundos y
hacen a la esencia de la vida: la familia, el trabajo, el esfuerzo, el estudio,
las realizaciones, la dignidad.