Juan Pablo Ialorenzi
La Prensa, 01.07.2020
Desde
hace años la República Popular China se viene configurando como uno de los
principales actores globales, del cual dependen muchas economías, entre ellas
la nuestra. Esta realidad no se suele hacer consciente en occidente, quizás por
lo ajeno de su cultura. Pero, tras el impacto del COVID-19, la guerra comercial
con Estados Unidos y los cada vez más notables atropellos a Hong Kong por parte
del PCCh, China se ubica en el centro de las noticias internacionales. Puede
que esta sea una oportunidad para ver lo que esta realidad política nos puede
enseñar.
El genocidio Uigur
En el reciente informe
“Esterilizaciones, DIU y anticonceptivos obligatorios: la campaña del PCCh para
reprimir las tasas de natalidad uigures en Xinjiang” de la Jamestown Foundation
se dio a conocer que el gobierno de China obliga a las mujeres del grupo
étnico-religioso Uigur, de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, a
esterilizarse, utilizar dispositivos intrauterinos (DIU) y a abortar. El
objetivo sería limitar la población de musulmanes uigures, aunque China
sostiene que estas acusaciones son infundadas.
El Secretario de Estado
norteamericano, Michael Pompeo, con un comunicado titulado “Sobre el programa
coercitivo de planificación familiar y esterilización forzada de China en
Xinjiang”, hizo un llamado al Partido Comunista Chino para que ponga fin de inmediato
a estas horribles prácticas y solicitó que todas las naciones se unan a Estados
Unidos para exigir el fin de estos abusos deshumanizantes. También la Alianza
Interparlamentaria sobre China (IPAC), fundada a comienzos del mes pasado, que
reúne a políticos de distintos países, declaró que el gobierno comunista
recurre a “el encarcelamiento masivo, el adoctrinamiento, la detención
extrajudicial, la vigilancia invasiva, el trabajo forzado y la destrucción de
sitios culturales uigures, incluidos los cementerios, junto con otras formas de
abuso. Las estimaciones del número de personas internadas van desde los cientos
de miles hasta los asombrosos tres millones”. Afirma Gulnar Omirzakh, una
víctima de estas medidas autoritarias que quieren destruirlos como pueblo.
Se está en presencia de un
genocidio “lento, doloroso y encubierto”, según declara Joanne Smith Finley,
experta en uigures de la Universidad de Newcastle.
En el siglo XX, las
hambrunas ocasionadas por las decisiones del líder comunista Mao Zedong,
produjo un gran desplome en su población. Durante esos años murieron cerca de
quince millones de chinos. Por eso se buscó acrecentar rápidamente el número de
nacimientos. Así la población pasó a una cifra imponente.
En 1979 entró en vigor la
“política del hijo único” que fue vendida como una herramienta vital para el
desarrollo del país, pero ahora lo pone el peligro, sobre todo en estos tiempos
de desaceleración económica. Esta política permitía a los chinos Han tener un
solo hijo, mientras que otras etnias de pueblos rurales podían tener alguno
más, con los debidos permisos estatales. Se estima que mientras duró esta
política se terminó con la vida de trecientos sesenta millones de niños por
nacer y ya nacidos. Mayoritariamente se mató a las mujeres.
Yi Fuxian, investigador de
la Universidad de Wisconsin, señaló que “China debería haber acabado con la
política hace veintiocho años. Ahora es demasiado tarde”. Por lo que en las
próximas décadas se reducirá gravemente la cantidad de personas en edad de
trabajar, pero, además, éste todavía no es un país desarrollado. Esto puede ser
una de las razones por la que China es líder en el desarrollo de la robótica.
En el 2015 se puso fin a
esta política antinatalista, laxando la restricción y promoviendo dos hijos por
familia, aunque, evidentemente, los controles siguen siendo férreos para las
etnias menoscabadas. Después de tantos años los chinos no quieren tener hijos y
la población se volvió reacia a formar una familia.
Qué podemos aprender
Cuando hablamos de política
china no solo podemos ver los peligros, en términos de totalitarismo o de la
implementación de inteligencia artificial en el área pública. Ahora, podemos
ver, que también nos puede enseñar los peligros a largo plazo de la
legalización del aborto. Este genocidio muestra al aborto y la anticoncepción
obligatoria como un tipo de violencia contra la mujer y como un modo de control
demográfico y menosprecio por la vida humana.