Religión Digital, 31.12.2020
Iván Espinosa
Molina
Con el eslogan de “católico” algunos candidatos ganan
curules en los senados del mundo, pero al ocupar su lugar legislativo sus
intervenciones desatinadas demuestran que las bases en doctrina social de la
Iglesia y en la doctrina católica en general son demasiado débiles para
soportar un debate profundo con los contradictores de los principios católicos
más elementales como la defensa de la vida en todos sus estadíos, de la
familia, el respeto por la propiedad privada, la subsidiariedad, el derecho a
la libre expresión, etc.
Sorprendentemente,
como reza el refrán popular “no hay cuña que más apriete que la del mismo
palo”, y en una falacia del discurso estos católicos de papel pretenden dar
valor a sus argumentos no en la contundencia de los mismos sino en la
emancipación de una minoría de edad a la que fueron sometidos contra su
voluntad por una familia tradicional, las prohibiciones del catecismo y la
limitada formación humana en la universidad.
La rebeldía de los
nuevos políticos de turno sirve ingenuamente a las transnacionales del aborto o
de ideologías recalentadas. Efectivamente, quienes han participado en el
comercio del aborto como el doctor Bernard Nathanson, exjefe de la mayor
clínica abortista de Estados Unidos de Norteamérica en el documental “El grito
silencioso” (1984) denuncian que se trata de una industria de miles de millones
de dólares. Valga la misma reflexión para la industria del final de la vida humana
en los proyectos legislativos de la eutanasia y del suicidio asistido.
¿Aseguradoras y bancos, no estarán detrás de proyectos tendientes a limitar
onerosas pensiones y sostenimiento de enfermos con elevados costos
terapéuticos?
El aborto legal
hasta la semana 14 de la gestación produjo en Argentina un jolgorio social en
el sector feminista. Sin embargo, legalizar no cambia la calificación moral y
ética de los actos. Legal no significa ético. Así, el salario mínimo, la dosis
personal de droga, etc., pueden ser legales pero no son éticos. Como si desde
la semana 14 el feto comenzara a ser humano. Es una pelea feminista que
desconoce la dignidad de niñas y niños no nacidos. El machismo arraigado en el
mundo produce las peleas equivocadas por la igualdad de género. También en
ciertas peleas dentro de la Iglesia... Pero en este caso, no se trata de una
lucha por la igualdad de género. Niñas y niños indefensos mueren.
En la semana 14 de
embarazo, “el bebé ya ha adquirido una apariencia totalmente humana. Sus rasgos
faciales ya están perfectamente definidos, los ojos y las orejas ya se
encuentran en su ubicación final y aparecen las cejas y sus primeros cabellos.
El feto ya depende totalmente de la placenta, que ya tiene un tamaño mayor que
él, para su alimentación. Ahora, el feto ya mide entre ocho y nueve centímetros
y su peso es de unos 43 gramos. El cerebro sigue desarrollándose rápidamente y
su cabeza representa casi la mitad de su tamaño total. A partir de esta semana,
el ginecólogo ya puede medir las partes básicas del bebé, como la cabeza, el
abdomen o el fémur, por separado. El sistema nervioso central del bebé, que
incluye el cerebro y la columna, ya tiene sus componentes básicos y las
conexiones entre células nerviosas individuales se vuelven más organizadas”
(https://mibebeyyo.elmundo.es/embarazo-semana-semana/semana-14-del-embarazo).
De acuerdo con la
senadora “católica” argentina Gladys González en representación de la provincia
de Buenos Aires, quien llegó paradójicamente a un cargo político porque se
apoyó en sus inicios en una comunidad parroquial, legalizar el aborto, a
diferencia del aborto clandestino, permite salvar dos vidas en vez de una.
Pero, ¿cómo es posible salvar las dos vidas abortando? Es contradictorio su
planteamiento. Además, la legalización del aborto no es una cuestión de
religión católica, en la que dice haber sido formada, sino de derechos humanos.
La intervención de esta senadora permite una autocrítica en la Iglesia
católica: hemos equivocado la formación. La catequesis no debería ser un
listado de prohibiciones sino el espacio de reflexión y debate respetuoso. La centralidad de la antropología
filosófica equilibrada y respetuosa anterior a las implicaciones de moral
católica debería ocupar un puesto central en los planes de estudio en todos los
niveles de formación.
El clericalismo es un obstáculo a la formación
integral del laicado. Ese
clericalismo que alimenta el ego de muchos eclesiásticos se devuelve como
boomerang sobre sus intereses cuando los fieles que fueron adoctrinados, no
formados, por ellos mismos ocupan escaños del poder público y escupen sobre la
cuchara que les alimentó en la fe y les transmitió una cultura con sus valores.
No basta con la formación en artes y oficios para los fieles, este es un primer
nivel que les puede ayudar a salir de la pobreza. Hay que alimentarlos también
en el pensamiento y en la reflexión. Son ellos y ellas quienes pueden defender
los principios evangélicos en los distintos escenarios de la vida política,
social y económica. El primero de todos, el respeto por la vida.
Juan Pablo II fue
un campeón en la defensa de los derechos del no nacido. Varios de sus
documentos magisteriales emplearon como título el genitivo “de la vida”. Baste
mencionar la encíclica Evangelium vitae (1995) y la instrucción Donum vitae de
la Congregación para la doctrina de la fe (1987). El papa Francisco, custodio
de la misma tradición eclesial se hace eco de esa enseñanza. Y no podría ser de
otra manera, si su reclamo constante por los derechos de los pobres de la
tierra reconoce en el no nacido al más pobre de los pobres, a quien los
congresos del mundo quieren negar incluso su naturaleza humana desde el momento
de la concepción. Frecuentemente, se escucha decir al pontífice que en la
familia hay que cuidar a los ancianos y a los niños.