Santiago MARTÍN, sacerdote
Católicos on line, agosto
2019
El conflicto interno que
divide a la Iglesia y que nos está dejando sin fuerzas para lo esencial:
evangelizar y ser el hospital de campaña que acoge a todos los heridos de la vida,
se está cobrando, de momento, una víctima y ésta muy importante: el Papa.
Cuando sus supuestos amigos
hablan de la “Iglesia de Francisco”, ¿son conscientes del daño que le hacen al
Papa, el mismo que hubieran hecho a sus predecesores sus simpatizantes si
hubieran hablado de la “Iglesia de Juan Pablo” o de la “Iglesia de Benedicto”?
Sólo hay y puede haber una Iglesia, la de Cristo, y atribuir a una persona la
paternidad de la Iglesia implica, aunque sea de modo implícito, poner a esa
persona en un nivel superior que el de Nuestro Señor, con todo lo que eso
significa.
Por si fuera poco, es muy
dañino para el Pontífice que sus supuestos amigos califiquen de enemigos del
Papa a las personas más fieles a la Palabra de Dios y a la Tradición, muchos de
los cuales -y no hablo de mí- son santos. Que consideren, por ejemplo, enemigo
del Papa al cardenal Caffarra, a quien hace daño no es al difunto cardenal de
Bolonia, sino al Vicario de Cristo. Y así otros, como el también difunto
cardenal Meisner, o el cardenal Sarah -que ha probado la persecución en su
Guinea natal-, por no citar a otros menos conocidos. Posiblemente, a algunos de
los que insultan y calumnian a los que no piensan como ellos, diciendo que lo
hacen para defender al Papa, éste no les importa en absoluto; le están
utilizando para conseguir sus fines -una Iglesia que ya no es Iglesia porque ha
dejado de creer en la divinidad de Jesucristo, con todas sus consecuencias-.
Pero para los que amamos al Santo Padre, no sólo es muy doloroso que nos digan que
somos sus enemigos, sino que los que se proclaman sus amigos le estén haciendo
tanto daño al Vicario de Cristo. No sé si el Santo Padre es consciente de lo
que están haciendo con él y de lo que, de paso, están haciendo con la figura
del Papado. Yo le suplicaría de rodillas al Papa que se distanciara de esas
personas que se dicen sus amigos, por su bien y el de la unidad de la Iglesia.
En el otro lado, en el
sector de los que quieren una reforma de la Iglesia, pero en continuidad con la
Palabra y con la Tradición, noto en no pocos casos nervios y miedo. Pero si
ellos son los que, supuestamente, creen en el mensaje íntegro de Jesucristo,
¿no deberían tener más confianza en que el Señor es quien guía la Iglesia y que
es Él y no nosotros quien la ha fundado y dado la vida por ella? O se cree en
Dios o no se cree en Dios. Y si se cree, aun en el martirio, debemos estar
seguros de que el Todopoderoso no nos abandona.
Tenemos que hacer nuestra
parte y defender con valentía aquello en lo que creemos, pero sin caer en la
trampa de devolver mal por mal e insulto por insulto. Rezar por nuestros
enemigos, por aquellos que nos persiguen y calumnian, debe ser una
característica de los que quieren seguir al Señor en su camino de la Cruz. Eso
y mantener la paz y la esperanza. Tienen el poder y lo ejercen incluso
despóticamente en algunos casos. Pero eso es sólo una apariencia. La realidad
es que sólo Dios tiene el verdadero poder y que todo lo que Él quiere o permite
es para nuestra salvación. Si nos persiguen por ser fieles a Cristo, sintámonos
bienaventurados y más cerca del cielo, porque eso es lo que el Señor prometió a
los que le defendieran delante de los hombres. San Dimas es el primer ejemplo
de ello.
Y no dejemos de orar por el
Papa.