«La forma de encarar los temas de la doctrina social de la
Iglesia es claramente tomista»
17 marzo
2019
Ricardo von
Büren es decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de
la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, de la Orden de Predicadores
(dominicos), con sede en San Miguel de Tucumán (Argentina),
Uno de los
temas fundamentales sobre el que se vuelve, una y otra vez, es el de la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI). En la práctica, nadie puede permanecer
indiferente cada vez que la Iglesia se pronuncia sobre materia social. Un
lugar privilegiado en la formulación de la DSI lo ocupa la obra de Santo
Tomás de Aquino. Como observa Ricardo von Büren, iusfilósofo
tucumano y estudioso de la Doctrina Social de la
Iglesia, “por un
lado se puede advertir la inspiración tomista de las enseñanzas
sociales magisteriales recorriendo los textos y observando las citas
expresas que se utilizan permanentemente. Por otro lado, el propio magisterio
lo ha colocado en ese lugar a través de reiteradas intervenciones a lo largo de
ya siete siglos. Finalmente porque, aún sin citas expresas, el lenguaje o las
maneras de encarar los temas es claramente tomista”.
-¿Por qué una Doctrina Social de la Iglesia?
-La pregunta
puede responderse en dos planos distintos: ad extra o ad
intra de la Iglesia. Desde fuera de la Iglesia siempre ha existido
sorpresa e incluso se han efectuado cuestionamientos por su presencia social y
por sus intervenciones doctrinales. En el seno de la Iglesia no debemos olvidar
la resistencia que sufrió León XIII al publicar Rerum
Novarumen 1891 o Pío XI al hacer lo propio con Quadragesimo
Anno. Y últimamente Francisco con Evangelii
Gaudium. Esas oposiciones interiores que en el fondo no admiten que
la Iglesia pueda y deba intervenir en materia social, o en signo contrario
pretenden una intervención indebida, se cristalizan a fines de los años 50
del siglo pasado y dominan el escenario de algunos autores o centros de
enseñanzas y editoriales; no del magisterio, siempre ajeno a estas
deformaciones, en un clima que el Documento de Consulta previo a la IIIª
Conferencia Episcopal Latinoamericana llama “el eclipse de la DSI”.
-¿Cambió luego la situación?
-Esa
situación perdura hasta los inicios del pontificado de San
Juan Pablo II, especialmente su discurso inaugural en Puebla (enero de 1979),
en el que rechaza las dudas sobre la DSI y recomienda su estudio y
puesta en práctica a todos los fieles. Sin embargo, percibo que aún la
enseñanza y consecuente puesta en práctica de la DSI no es prioritaria en
extendidos espacios eclesiales. Lo que va de la mano con una falta de recepción
de las enseñanzas magisteriales sobre el apostolado de los laicos en el mundo,
respecto de lo cual Francisco ha llamado reiteradamente la atención, criticando
abiertamente el clericalismo que late en esas actitudes. Creo que una de las
exigencias que tenemos en este tiempo, es profundizar los estudios sobre la DSI
y proponer con la mayor apertura posible a los problemas sociales, su
aplicación a la realidad que nos toca vivir.
-¿Por qué está tan presente la obra de Santo Tomás de Aquino en la Doctrina
Social de la Iglesia?
-La
presencia del tomismo en el magisterio no se debe a la adhesión a una escuela
filosófica o teológica sino a que el magisterio ve en la formulación sapiencial
del Aquinate la mejor manera de expresar las verdades
naturales y sobrenaturales. Por ello, también, San Juan Pablo II reconoce
que la DSI se inspira en gran parte en la Política de Aristóteles.
Y es sabido que la filosofía aristotélica es muy importante en el entramado del
tomismo. Dejando aclarado, también, que Santo Tomás ahonda y profundiza la
filosofía aristotélica, de manera que podemos hablar en su caso de una nueva
filosofía.
-¿Cómo se concreta esa presencia tomista?
-Por un lado
se puede advertir la inspiración tomista de las enseñanzas socialesmagisteriales
recorriendo los textos y observando las citas expresas que se utilizan
permanentemente. Por otro lado, el propio magisterio lo ha colocado en ese
lugar a través de reiteradas intervenciones a lo largo de ya siete siglos.
Finalmente porque, aún sin citas expresas, el lenguaje o las maneras de
encarar los temas es claramente tomista.
-¿En qué se aprecia?
-La insistencia
en el bien común, o el señalamiento que el hombre es naturalmente social y
político, o las nociones de autoridad, orden, justicia y prudencia, tienen
un marcado sabor tomista. O toda la estructuración de la dimensión jurídica de
la DSI, que se inspira en la Suma theologiae o en De
Regno o en Contra gentes. Esto se puede apreciar en el Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia y especialmente en el que, a
título personal, considero el documento magisterial más relevante en materias
sociales: el Catecismo de la Iglesia Católica.
-¿Qué lugar corresponde a la Doctrina Social de la Iglesia en el conjunto
de la Teología?
-La cuestión
del estatuto epistemológico de la DSI ha sido y es uno de los más
controvertidos. Y ello debido por un lado a que la propia Epistemología es un
terreno confuso en estos tiempos. Incluso la misma palabra se utiliza en
sentidos distintos e incluso contradictorios. Ello obedece a que en la
modernidad se desplaza y substituye el paradigma epistémico clásico (que, con
los matices de cada autor o corriente, es realista, objetivista) por otro
idealista, subjetivista. El pensador argentino Carlos Alberto Sacheri lo
explica muy bien en su libro Filosofía e Historia de las Ideas
Filosóficas. De manera que lo primero que debemos hacer es recuperar el
paradigma clásico que es el único que da inteligibilidad a los distintos planos
sapienciales y los vincula armónicamente entre sí. Ahora bien, la DSI tiene una
contextura propia, y en ese sentido desde su propia naturaleza puede advertirse
que es teología moral social. En Veritatis Splendor y
en Fides et Ratio, San Juan Pablo II ha dicho palabras
esclarecedoras sobre la materia. Es claro que la DSI no es una ideología, ni
una utopía, ni una ciencia social, ni un híbrido, ni una moralina de consejos
no vinculantes, ni mucho menos que sea expresada en América Latina por las teologías
de la liberación. Como decimos, es teología moral social.
-¿Qué finalidad tiene la Doctrina Social de la Iglesia?
-Se trata de
uno, sino el principal, de los temas que es necesario conocer para poder
estudiar y entender lo que la DSI es, no lo que nosotros quisiéramos que fuese,
o lo que a nosotros nos gustaría que fuese. Lo dice la sabiduría clásica: omnes
agens propter finem (todo agente obra por un fin). Estudié largamente el
tema teleológico de la DSI (tanto en los propios textos magisteriales como en
los de los tratadistas), y pude constatar que, en general, los autores no lo
abordan o lo hacen muy rápida o superficialmente. De mi parte, concluí
que no existe un solo fin en la DSI, sino varios que se articulan
jerárquica y armoniosamente.
-¿Podría detallarlos?
-Existe un
fin último, que es el de todas las cosas creadas: la gloria de Dios. Pero
los fines que surgen del análisis de su propio dinamismo, son tres: un fin
objetivo (finis qui), un fin formal (finis quo) y un fin
subjetivo (finis cui). El primero es la “instauración en Cristo del
orden temporal”, el segundo es “la edificación de la Civilización del Amor” y
el tercero, es “la promoción integral de la persona humana”. Todos ellos son
fines, y de acuerdo al momento o las circunstancias histórico-sociales, el
magisterio enfatiza alguno de ellos en su discurso. Desarrollé esta línea de
estudio en La Doctrina Social de la Iglesia y la pluralidad
de sus fines, que ahora está en prensa para su segunda edición, en la que se agrega un
Apéndice sobre El magisterio de Francisco y los fines del apostolado
social de la Iglesia.
-¿Qué aporta la obra de Santo Tomás de Aquino para la comprensión de la
relación entre la persona humana y la sociedad política?
-Mucho. Por
lo pronto, una recta visión antropológica que recoge los aciertos aristotélicos
pero que los sublima con las luces de la Revelación. Es claro que de la
concepción del hombre que se sostenga va a condicionarse la concepción de lo
social (lo político, lo jurídico, lo económico, lo educativo). Santo
Tomás aporta luces a la noción de fin de la política, al abrirla al
horizonte de la Fe, y ordenar el bien común político, que no es ya el fin
último, hacia el bien común sobrenatural, que no es sino Dios, la
bienaventuranza eterna, la fruición amorosa contemplándolo.
»Sigue
abierta la discusión sobre la interpretación de la enseñanza tomista, y
resuenan todavía las discusiones en torno al ideal de la Nueva Cristiandad
postulada por Jacques Maritain o Charles Journet y
sus críticas, levantadas por Julio Meinvielle o Charles
De Koninck. Hoy, un ilustre pensador, el iusfilósofo John Finnis,
ha propuesto defectuosamente el pensamiento político del Aquinate, como lo han
demostrado, entre nosotros, Camilo Tale o Sergio
Castaño. Creo que la posición correcta es la segunda, y que en parte
importante de su propuesta filosófica práctica, Maritain se desprende del
tomismo y asume posiciones afectadas por planteos modernos (por ejemplo,
kantianos).
-¿Podría hablarse de cierta identificación de la doctrina sobre el bien
común político en la Doctrina Social de la Iglesia y la obra de Santo Tomás?
-Sí. No debe
olvidarse que la obra de Santo Tomás es fuente privilegiada del magisterio.
Pero para entender la sintonía, debe tenerse presente que el Aquinate siempre
está en el plano formal, en cambio la DSI tiene un alto contenido
pastoral, por lo que sus manifestaciones deben ser leídas en ese sentido y
no pretender que los documentos se redacten como tesis doctorales o tratados de
teología. De ahí la importancia de una serena y adecuada interpretación de los
textos y la importante tarea de los exégetas que los comentan. En esa línea,
creo que quien mejor expuso los criterios para una recta lectura de las
enseñanzas magisteriales es Carlos Alberto Sacheri en su
libro El Orden Natural (cuya última edición, la sexta, ahora
agotada, data de 2008).
-¿De qué manera contribuye la obra de Santo Tomás para entender adecuadamente
la relación entre la Iglesia y el Estado?
-La
discusión por la adecuada relación entre la Iglesia y el Estado no está
presente materialmente en la obra del Aquinate. En primer lugar porque la
noción de Estado, rigurosamente, es moderna, es decir posterior a Santo Tomás
de Aquino, de manera que sería, en ese sentido, un anacronismo pedirle
opinión al respecto. Ahora, si usamos la expresión estado en sentido amplio, sí
encontramos en sus escritos lúcidas reflexiones que aportan luz en la materia.
-¿De qué modo explicaría Santo Tomás la relación entre la “confesionalidad”
del Estado y la libertad religiosa? Todavía antes, ¿es posible hablar de
“confesionalidad” del Estado? ¿Resultarían compatibles entre sí la
“confesionalidad” y la libertad religiosa?
-Las nociones
de confesionalidad y de libertad religiosa, al igual que otras como las de
laicidad del Estado, deben ser precisadas en cualquier diálogo o debate. Y no
se lo hace, generando habituales diálogos de sordos. En segundo lugar, no sólo
es posible hablar de la “confesionalidad del Estado”, sino que hay que hacerlo.
Porque todo Estado es confesional. No puede dejar de serlo, porque
siempre “confiesa”, esto es, adhiere a una cosmovisión(una Weltanschaunng),
un plexo axiológico que inspira todo su armazón administrativo-legal y su
práctica concreta. No existen y nunca han existido en la historia los Estados
no confesionales o aconfesionales. Es una hipótesis de gabinete que puesta
frente a la realidad puede ser desestimada como falsa. En tercer lugar, la compatibilidad
de las nociones de confesionalidad y de libertad religiosa se encuentra
presente en el Concilio Vaticano II, por ejemplo en la declaración Dignitatis
Humanae. Y se encuentra explícitamente formulada en el texto magisterial
más importante en materia doctrinal, que es el Catecismo de la Iglesia
Católica. Desde el n° 2104 al 2109. En una apretada síntesis, muestra la
complementariedad de ambas nociones. En el plano de los autores, esa es la
tesis expresa del maestro Alberto Caturelli, entre otros (Julio
Meinvielle o Victorino Rodríguez), y que nosotros
compartimos.
-¿Qué autores contemporáneos recomendaría y por qué razones para
profundizar en el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia en perspectiva
tomista?
-Ha habido
numerosos tratadistas de la DSI que fueron decididamente tomistas, como Nikolaus
Monzel, Eberhart Welty o Arthur Fridolin Utz.
Más cerca nuestro, creo que podría recomendarse las obras de Carmelo
Palumbo, de Carlos Alberto Sacheri, de José Miguel
Ibáñez Langlois y de Daniel Passaniti. El motivo está dado
en el hecho de que son autores que respetan al magisterio y no introducen sus
propias ideas cuando analizan los textos. Y que de su mano podemos entender qué
enseña la Iglesia en su doctrina social, como paso previo o paralelo a la
lectura directa de los documentos magisteriales.