La globalización no sólo lleva a miles de argentinos a adoptar
costumbres como Halloween, el día de San Patricio o la devoción por los
iPhones. También lleva al rápido reemplazo del consumo de drogas
naturales por drogas sintéticas. Ahora, un fenómeno de carácter exponencial
que sufren Estados Unidos y Europa llegó a la Argentina: aplicaciones
para teléfonos celulares que recomiendan cómo producir drogas sintéticas y
en qué proporción consumirlas días a días. Son furor en el mundo desarrollado
que facilita el incremento de las drogas asociado a los celulares.
Mientras sólo nos concentramos en secuestrar camiones con marihuana
prensada de mala calidad, provenientes desde Paraguay que terminan en millones
de chicos que pueden fumarla delante un policía sabiendo que nada les va a
pasar, un mundo nuevo y silencioso se está gestando en la Argentina: la
creación de miles de pequeños laboratorios caseros de producción de droga
sintética. Y se reproducen más rápido que los allanamientos tendientes a
detectarlos.
En el mundo ya hay aplicaciones para celulares con sistema Android, poco
promocionadas, pero al alcance de todos para naturalizar el consumo de
cualquier droga que se les pueda ocurrir. Un ejemplo es el programa
-Narcocalc- diseñado para quienes no encuentran la droga sintética habitual.
Tiene un conversor para ver cómo y en qué dosis pueden reemplazarla por otro
estupefaciente. Existe otra aplicación, libre en Android, para saber en forma
anticipada cómo verás las cosas una vez que hayas consumido tal o cual droga.
En la Argentina, donde justamente los jóvenes ven a sus celulares como
“una extensión” de sus cuerpos, está todo servido para vivir un
desastre. Desde un “Pictionary” de drogas que se llama Drug Efects, hasta
aplicaciones para comparar dosis y eficiencia de cada pastilla de éxtasis,
según su procedencia. No puedo olvidarme de un aparente inocente juego lamado
Drug Simulator para divertirse mientras que una especie de “Super Mario Bros.”
de los ‘80 va caminando entre bloques agarrando diferentes drogas para
ganar súper poderes.
Mientras que las drogas de origen natural tienen una limitación en la
capacidad de cosecha anual a nivel mundial -por ejemplo, no se consigue
producir más de 1.100 toneladas al año de cocaína-, las drogas sintéticas
-publicitariamente llamadas “de diseño”- presentan ventajas en cuanto a zona,
tiempos de elaboración y utilidad por tanda de producción, lo que se llama “por
colada”, por parte de los productores.
Frente a este nuevo panorama está la Argentina donde la industria química
y las droguerías se encuentran fuera de control hace al menos
dos décadas.
Los casos de la mafia de los medicamentos, del Sedronar “de los hermanos
Zacarías”, vinculado a la re exportación de efedrina a México y de las muertes
de Time Warp, entre otros, son la cruel confirmación de la existencia
de condiciones de operación de todo tipo a nivel local.
Por parte de los productores, vemos cómo se retroalimentan de Internet,
la experimentación infinita de desarrollos medicinales fallidos, y expertos en
química orgánica que buscan diariamente lograr diferentes efectos sobre el
sistema nervioso central.
Un curso de un par de días en el edificio Centinela sobre química
orgánica 1 para funcionarios, y una capacitación exprés de algunos ministros de
Seguridad provinciales en entretenidos viajes de una semanita al exterior, no
alcanzan.
Por parte de los consumidores, existe una incomprensible ausencia
comunicacional por parte del Estado Nacional a través de campañas de
prevención.
Entonces, ¿qué batalla estamos dando al narcotráfico?
En el mundo, cada país utiliza índices parametrizados que relacionan las
incautaciones según la producción o consumo local. Por ejemplo, el índice de
incautación de cocaína en Canadá es de 79 puntos, mientras que en Argentina
estamos en 3. Lo mismo podemos analizar con la marihuana: un camión incautado
procedente de Paraguay en forma quincenal, ¿cuánto representa en el consumo
diario argentino? El tema es no creernos nuestra propia fantasía.
“La lucha contra las mafias” es más que loable, pero no alcanza si
seguimos con los métodos actuales.
El mundo cambia con una velocidad exponencial. Y mientras seguimos
discutiendo si está bien plasmada la radarización o cómo se debería controlar
la hidrovía, los países que asumen este nuevo desafío de las drogas sintéticas
se están dotando de varios programas informáticos que mediante complejos
logaritmos pueden analizar simultáneamente a millones de publicaciones de
Instagram, Facebook, foros, y hasta supuestos grupos de personas conectadas
jugando on line un juego de la Play Station 4. Fotografías, textos, voces,
compras u objetos ostentados que no coinciden con el sistema de cuentas
tributarias, personas que vuelan hacia la Argentina que no podrían pagar su
pasaje… Ese es el mundo actual que debemos analizar. Esta vez, todavía estamos
podemos reaccionar a tiempo.
Marcelo D'Alessio es abogado y experto en narcotráfico.