Guillermo Sueldo
Infobae, 11 de octubre de 2017
En nombre de los que hemos abrazado el pensamiento
social cristiano y fundamentalmente el legado de Jacques Maritain, quisiera
hacer algunos comentarios.
No cabe en el pensamiento social cristiano el echar
mano por la fuerza de lo que les pertenece a otros; tal exhortación es
completamente ajena al pensamiento filosófico de Maritain y aun de Emmanuel
Mounier, como también de los textos de doctrina social de la Iglesia. Por
cierto, ya la expresión "socialismo cristiano" es algo ciertamente
despectiva, pues en realidad se trata de una doctrina social, y que
precisamente surgió también como barrera contra el avance del socialismo
colectivista.
Jamás Maritain ha propuesto una redistribución que
debería estar a cargo de aparatos estatales, sino que el Estado sea también
parte como moderador de desequilibrios y promotor de actividades lícitas y de
políticas públicas. Tal el caso de la Alemania de la posguerra, con la
instrumentación de la llamada economía social de mercado, que hasta el día de
hoy, con sus matices, se practica en ese gran país.
No podemos pasar por alto el papel de las
instituciones y del Estado. Y comenzando por las instituciones, tengamos presente
que son la arquitectura en función de la cual se construye una sociedad
civilizada y respetuosa del prójimo, confluyendo una estructura de tipo legal
con otra basada en valores humanos. Por lo tanto, la vida social y el poder
político, tienen una vinculación directa.
A mayor grado de desarrollo, se fortalece el elemento
estructural, que viene a ser el resultado normativo de acuerdos sobre elementos
de creencias. Y el Estado forma parte de esas instituciones en la función de
gobierno, canalizando ideas, valores y proyectos de grupos, ocupando un lugar
central, junto a la actividad privada, para la instrumentación y el desarrollo
de la sociedad.
El carácter espiritual del humanismo cristiano no deja
de lado ni elude la importancia de lo terrenal, de la búsqueda de felicidad y
bienestar temporal, porque además, eso sería desconocer que la trascendencia se
construye en nuestro tiempo y que ello nos impone la construcción de un mundo
mejor, aquí y ahora. Y en tal sentido, desde el humanismo cristiano criticamos
tanto el colectivismo que anula al ser humano quitándole su elemento esencial
de libertad como el individualismo liberal que niega su condición de ser
integrado a un conjunto. Es decir, no somos meros individuos desparramados en
un territorio, sino miembros de algo en común que nos contiene, de allí lo de
comunidad, esa unidad común que debe integrarnos.
En tal sentido, el Estado ejerce un protagonismo en el
desarrollo de las actividades, con la búsqueda de la equidad, asegurando que el
crecimiento económico y social sea precisamente con fundamento en la igualdad
de oportunidades y no en la mera ganancia económica de grupos más
preponderantes por sobre los más vulnerables.
La encíclica Rerum Novarum sienta las bases de la
justicia social en el mundo capitalista y fue el puntapié inicial para la
expresión del pensamiento demócrata cristiano en Europa y en América. En dicho
documento papal, se expresaba: "Disueltos en el pasado siglo los antiguos
gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío,
desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de
nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros,
aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada
codicia de los competidores". También se consideraba que los que ponían su
trabajo al servicio del capital debían recibir salarios con los cuales sostener
una vida digna y cómoda, y que, al verse obligados a aceptar condiciones que
vulnerasen esos derechos, se sufría una enorme injusticia.
No existe en la doctrina social de la Iglesia ni en el
pensamiento de Maritain idea alguna que pretenda anular la libertad del ser
humano ni de un Estado sobreprotector que ahogue al ciudadano. Por el
contrario, se alienta al ser humano a no ser poseído por ninguna clase de
totalitarismo; pero tampoco admitir que sea víctima de la tiranía del mercado,
pues si el mercado no se basa en un contexto integral de la dignidad del
hombre, este es entonces una mera variante de aquel. La libertad supone la
posibilidad de elegir, pero cuando el mercado predomina sobre la voluntad del
hombre, somos meros instrumentos de una maquinaria que se impone
arbitrariamente.
Maritain nunca propuso un socialismo negador de la
libertad. Abordando su obra, encontramos lo siguiente: "La naturaleza y la
gracia, la fe y la razón, las virtudes sobrenaturales y las virtudes naturales,
la sabiduría y la ciencia, las energías especulativas y las energías prácticas,
el mundo de la metafísica y el de la ética, el mundo del conocimiento y el del
arte, en fin, en cada una de las constelaciones de nuestro cielo humano, Santo
Tomás se aplica a reconocerles su dominio propio y sus derechos propios, y no
los separa; los distingue para unirlos, y hace converger todas nuestras potencias
en una sinergia que salva y estimula nuestro ser" (Jaques Maritain, De
Bergson a Tomás de Aquino), algo diametralmente opuesto al dogmatismo cerrado
que acaba en fanatismo ideológico. Es decir, el ser humano no es
"algo", sino "alguien"; cuya existencia es merecedora de la
comunión en libertad con las demás personas y de la plena satisfacción de sus
necesidades y sus esperanzas en su proyecto de vida.
El humanismo cristiano de Maritain no le teme a la
libertad, la iniciativa privada y el papel del capital, lo que no implica dejar
todo librado al azar de un juego en el que sólo el mejor posicionado tendrá
ventaja. Y sobre todo, la preponderancia de la ética es requisito fundamental
en la obra de Maritain, también de Mounier y en el pensamiento social
cristiano.
El autor es abogado y dirigente de la Democracia
Cristiana.