ACERCA DEL HOMICIDIO y DE LA BLASFEMIA.
“Respeto por el
hombre… Si el respeto al hombre está fundamentado en el corazón de los hombres,
éstos acabarán por entronizar el sistema social, político o económico que
consagrará este respeto”
Antoine de
Saint-Exupéry
“La verdadera
cuestión planteada por esta historia no es la de la libertad de expresión sino
la del respeto”
Una estudiante de
Georgia, Universidad París I Pantheón-Sorbonne
I.-
El mundo periodístico
y el político -sobre todo europeo- se encuentran inquietos hace días por dos
masacres cometidas en Francia con la invocación del nombre de Alá.
Como las usinas de la
confusión todo lo embarullan urge manifestarse para formular algunas
aclaraciones (no nos ocuparemos de los casos de legítima defensa, de guerra y
de pena de muerte dictada por autoridad competente después de un juicio
público, porque no es pertinente hacerlo aquí); estos son todos homicidios,
alcanzados por el mandato bíblico: “No matarás” (Éxodo, 23, 7).
El terrorismo siempre
es injusto; no discrimina entre culpables e inocentes y cuántos más inocentes
mata o hiere o mutila, para su repercusión, su publicidad, y siembra de miedo y
terror, es mejor.
II.-
En Francia murieron
catorce personas (dibujantes, periodistas, policías, clientes de un
supermercado). Todos murieron asesinados sin discriminación alguna, al grito de
¡Allah akbar! ¡Alá es grande!; fueron asesinados en nombre de un dios.
En septiembre del año
pasado, Abud Muhamad al Adriani, portavoz del Estado Islámico señala el
objetivo: conquistar Roma, exterminar a los infieles, pero también alude a los
medios: “Colocad el explosivo en sus calles. Atacad sus bases, haced irrupción
en sus casas. Cortadles la cabeza. ¡Qué no se sientan seguros en ninguna parte!
Si no podéis encontrar el explosivo o las municiones aislad a los Americanos
infieles, a los Franceses infieles o a cualquier aliado de ellos; rompedles el
cráneo con golpes de piedra, matadlos con un cuchillo, atropelladlos con
vuestro auto, arrojadlos al vacío, sofocadlos o envenenadlos”(Roberto de
Mattei, Corrispondenza Romana, 14/1/2015). Ya tenemos un caso de
atropellamiento colectivo con varios heridos, uno de los cuales murió.
III.-
Los dibujantes
satíricos asesinados fueron acusados de “blasfemia” contra Alá y su Profeta. En
este caso podríamos hablar de una falta de respeto, de consideración, a las
convicciones subjetivas de los musulmanes. Y toda falta pública dirigida a
ofender al prójimo no es justa. Incluso cuando afecta a creencias erróneas. No
se respeta al error, sino a la persona que está equivocada, lo cual no
significa que esa persona pueda poner en acto sus convicciones erróneas y
matar, violar, raptar, secuestrar, esclavizar, incendiar o someter un régimen
vejatorio a los demás.
Pero los dibujantes
han cometido blasfemias cuando en reiteradas oportunidades se ocuparon del Dios
verdadero, del Dios trinitario, del Dios cristiano. Sus dibujos son blasfemos y
como lo expone el Catecismo de la Iglesia Católica: “la blasfemia se opone
directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios… palabras
de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle el respeto en
las expresiones, en abusar del nombre de Dios… La profesión de la blasfemia se
extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas
sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar
prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte”
(2148).
Magnífico este
artículo porque abarca a muchos incluidos en el asunto: las más importantes de
las víctimas y los victimarios. A los dibujantes, que muestran hasta donde
llega su desprecio de Dios y de las cosas santas, y a los victimarios que
dieron muerte a sus víctimas al grito de: Alá (su dios) es grande.
IV.-
Veamos ahora que dice
el nuevo Código de Derecho Canónico, acerca del tema: el artículo 1369 dispone:
“Quien… en un escrito divulgado, o de cualquier otro modo por los medios de
comunicación social profiere una blasfemia… debe ser castigado con una pena
justa”.
Zineb el Rhazoui,
redactora árabe de “Charlie Hebdo” declaró respecto a la publicación: “Hoy
tenemos la certeza, más que antes, de que lo que hacemos es justo” (La Nación,
15/1/2015). La ministra de justicia, Christiane Taubira, afirmó que “en
Francia, el país de Voltaire y de la irreverencia tenemos el derecho de
burlarnos de todas las religiones”(Clarín, 15/1/2015). Y Rosa Douthat en el New
York Times afirma: “liberalismo y libertad reclaman que el derecho a ofender
sea bienvenido y defendido” (Diritto di ofendere, Corriere della Sera,
9/1/2015).
Y aquí las tres
entran de lleno en el campo del derecho en dos de sus acepciones principales:
“lo justo” y el “derecho subjetivo o como poder jurídico”.
La ley natural moral,
común a todos los hombres en su primer mandato ordena: “Se debe hacer el bien y
evitar el mal”; en el ámbito jurídico nos manda hacer lo justo y evitar lo
injusto. Ahora bien, ¿es justo objetivo el quehacer de una revista dedicada a
burlarse de Dios y del prójimo? Si no es justo, no existe el derecho a la
burla, a la irreverencia, a la blasfemia… Lo justo es el respeto al otro, a
todo hombre y a fortiori, al Otro, con mayúscula, a Dios.
Y ¿quién debe
castigar a los blasfemos “con una pena justa”? Otro gran responsable de la
tragedia, especialista como algunos de sus colegas argentinos, en mirar para
otro lado: el arzobispo de París, cardenal Andrè Armand Vingt-Trois.
Qué no nos vengan a
decir que algunos de los periodistas eran masones, incrédulos, libertarios,
anarquistas… Tal vez había algún bautizado. Pero una fuerte admonición, una
clara advertencia, acerca del pésimo camino que habían encarado tal vez hubiera
hecho reflexionar a cualquiera de ellos, que se hubiera apartado del proyecto y
seguiría vivo.
V.-
En nuestros días, las
legislaciones civiles en Europa en general no consideran un delito a la
blasfemia; sin embargo, en Francia existe una excepción: Alsacia y Mosella, que
conservan el Código Penal Alemán anterior a la anexión a Francia en 1918, que
tipifica como delito castigado con una pena de hasta tres años a quien “cause
escándalo blasfemando públicamente contra Dios con intención de ultrajarlo”.
Hace poco, ha sido solicitada la derogación de la norma ante el “Observatorio
de la Laicidad”, nada menos que por el arzobispo de Estrasburgo monseñor Jean
Pierre Gallet, por considerarla “obsoleta”, excesiva, atentatoria contra la
libertad de expresión, (Corrispondenza romana, 14/1/2015). ¿Será arzobispo de
la Iglesia Católica o de la Iglesia de la Laicidad?
Al arzobispo se
adhirió Abdellaq Nabouil, vicepresidente del Consejo regional del culto
musulmán de Alsacia, manifestando que “aquello que interesa es la libertad de
expresión”. En los hechos, por la masacre, se ha visto que no piensan lo mismo
algunos de sus correligionarios.
Ese arzobispo debe
pertenecer a una categoría de cristianos denunciada por el rabino de Ancona,
José Laras, quien recuerda la historia de las persecuciones musulmanas desde
“el genocidio armenio a los coptos de Egipto, a los cristianos etíopes y
nigerianos, hasta Mosul. En muchos países europeos una ‘clase’ de intelectuales
y muchos cristianos de Occidente tienen las manos salpicadas de sangre de los
cristianos de Oriente, ya que han estado dispuestos a sacrificarse en los
altares del pacifismo, de la oportunidad política, de un malentendido concepto
de tolerancia, de la cultura bienpensante…”, (Corriere della Sera, 13/1/2015).
VI.
Si es verdad que en
los últimos atentados los victimarios son todos musulmanes no es verdad afirmar
que todos los musulmanes son asesinos; también hay asesinos entre los judíos,
basta ver la represión en Palestina y entre los cristianos que practican el
aborto y la eutanasia, mientras se burlan de los mandatos divinos y rinden
culto a la laicidad y al relativismo moral. Incluso muchas veces musulmanes son
los victimarios y las víctimas. En Yemen 15 alumnos fueron masacrados por una
bomba contra un ómnibus escolar que el asesino escondía entre una bolsa de
papas; en Pakistán fueron al menos 132 los inocentes asesinados en un colegio
regenteado por militares; eran pequeños sunitas víctimas de talibanes sunitas
(Corriere della Sera 17/12/2014).
Los hipócritas
idólatras de la laicidad invocan a la Revolución Francesa y a su trilogía
“Libertad, igualdad y fraternidad”, olvidando que ella fue la inventora del
“Terror” y del primer genocidio de la historia, el de la Vendée, y que su
continuadora, la Revolución Soviética y el comunismo subsiguiente masificaron
el terror a escala planetaria, provocando en menos de setenta años 200 millones
de muertos. Y como se pregunta Roberto de Mattei “¿Qué es el terrorismo
islámico sino una contaminación de la ‘filosofía del Corán’ con la praxis marx-iluminista
importada de Occidente” (“Cristo crocifisso, scandalo per i musulmani e
stoltezza per i laicisti”, (Corrispondenza romana, 14/1/2015).
VII.-
Para ir concluyendo
veamos un poco el tema de la “libertad de expresión”. El presidente Hollande
afirma claramente: “Francia tiene principios y valores, en particular la
libertad de expresión” (La Nación, 17/1/2015).
Cualquier libertad no
es un principio: es un medio. Y los medios se evalúan por los fines que
persiguen: el fin del hombre es el bien. Esto no lo determina el hombre sino
Dios; pero el hombre hoy repite el pecado de Adán, no obedeceré y el de
Lucifer: “No serviré” y como escribe León XIII, entiende “por libertad lo que
es pura y absoluta licencia”; y no debe ser así, porque “la libertad debe ser
dirigida y gobernada por la recta razón y quedar sometida a la ley eterna”,
porque “las opiniones falsas son la máxima dolencia mortal del organismo
humano” (Libertas, 11, 13, 18).
Y en total
concordancia, más próximo a nosotros, un texto de Juan XXIII: “el derecho a la
verdad es anterior y superior a todo otro derecho. La libertad de prensa debe
encuadrarse dentro del respeto a las leyes divinas. Y así como no es lícito al
ciudadano libre inferir ofensa violenta y daño a la libertad, a los bienes, a
la vida del prójimo, así no puede ser lícito a la prensa -bajo el pretexto que
debe ser libre- atentar diaria y sistemáticamente contra la salud religiosa y
moral de la humanidad” (Siamo particularmente, 11).
Finalmente, se ha dicho
con total ligereza que “toda religión tiene dignidad” (Papa Francisco, Corriere
della Sera, 16/1/2015). Es falso. Además, ¿Qué es una religión? ¿En qué sentido
se habla de dignidad, ontológico o moral? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es
que temas tan importantes no pueden tratarse en un reportaje aéreo y que el
error no tiene dignidad. No todas las religiones son buenas. ¿Qué dignidad
existe en los cultos satánicos, en el espiritismo, en la New Age, en la
religión de la humanidad, en el deísmo masónico, en el culto a la diosa razón,
a la laicidad, a la democracia, al Estado, en la superstición, en las
idolatrías, en las religiones antinaturales… ¿Qué trascendencia en los
religiones ateas? Ninguna. Lo diga quien lo diga.
Buenos Aires, enero
25 de 2015
Enrique Roulet -
Secretario Bernardino Montejano -
Presidente