By Rebecca Oas, Ph.D
17 de enero (C-Fam)
Clínicas ilegales
tientan a jóvenes de la escuela secundaria y de edad universitaria en China con
la promesa de grandes importes por sus óvulos. El procedimiento puede
perjudicar la salud de las jóvenes y su futura maternidad, y las clínicas no
ofrecen ayuda médica o jurídica si luego surgen complicaciones.
Para las clínicas que
operan en el mercado negro, hay pocos motivos para informar a las mujeres de
posibles problemas. «¿Cómo podemos informarles de los riesgos de obtener
óvulos?», dijo a los periodistas un «agente de óvulos». «Tenemos que
tentarles».
Entre el diez y el
quince por ciento de las parejas chinas luchan contra la infertilidad. China
Continental prohíbe la donación de óvulos con carácter comercial. En un intento
de evadir la ley, las clínicas ilegales de fertilidad califican a las donantes
de «voluntarias» y hacen referencia al pago como «subsidio de alimentación».
Las intervenciones
con frecuencia tienen lugar en hospitales, y los «agentes de óvulos» cuentan
con el soborno para deshacerse de problemas.
«Los hospitales
normalmente nos guiñan el ojo a nosotros, los agentes de óvulos», dijo uno de
ellos a la periodista de Global Times que se presentó como potencial donante.
«No es nada nuevo en la China actual; el cuerpo
humano se ha convertido en un artículo de consumo», dijo la profesora de
estudios sobre la mujer Ai Xiaoming.
Ai añadió que, sin
normativa, «los derechos de los niños y de las mujeres, así como el
desequilibrio entre los sexos en nuestro país, jamás se atenderá como es
debido».
La política de hijo
único del gobierno ha exacerbado el desequilibrio entre los sexos existente en
el país. Las parejas que desean hijos varones pueden tomar duras medidas para
evitar tener hijas.
Algunas clínicas de
fertilidad ilegales ofrecen paquetes variados que incluyen óvulos, maternidad
de alquiler y aborto si el bebé resulta ser mujer.
Si la industria
clandestina de la fertilidad en China trata a los bebés como artículos de
consumo a ser desechados si son insatisfactorios, tampoco ofrece mayor respeto
por las mujeres cuyos óvulos constituyen su producto esencial. Un «agente de
óvulos» dijo a la televisión china que se esperaba que las donantes fueran
cultas, saludables y atractivas (preferentemente de 1,60 m o más altas y de tez
clara).
Las clínicas
publicitan en las calles y en los paneles de discusión en línea de las
universidades. Los pagos son de hasta 30000 yuanes (casi USD 5000). Una mujer
dijo que usaría el dinero para saldar las deudas de su tarjeta de crédito.
Las donantes no
firman contrato y no cuentan con recursos legales si las cosas salen mal. La
donación de óvulos conlleva riesgos significativos, ya que se da tratamientos a
las donantes para estimular sus ovarios a fin de que liberen varios óvulos en
un ciclo. Esto puede dar origen al síndrome de hiperestimulación ovárica, que
ocasiona dolor de pecho y distensión abdominal.
«En algunos casos,
podría causar hemorragia o incluso necrosis, lo cual significa que ella quedará
infértil», advierte el dr. Suen Sik-hung, obstetra de Hong Kong.
«Solo los casos más
serios podrían llevar a la muerte», afirma el director de la clínica de
planificación familiar Chen Jianming.
Las clínicas de
fertilidad no son las únicas que tienen interés en la provisión de ovocitos
humanos: los científicos también están deseosos de obtenerlos para la
investigación con células madre embrionarias. Las leyes chinas prohíben la
clonación humana para la reproducción, pero permiten la «clonación
terapéutica», en la que la vida humana creada con fines de investigación debe
ser destruida.
Un investigador chino
dijo que los ovocitos podrían obtenerse fácilmente en clínicas de FIV sin
consentimiento especial, y afirmó que la donación de óvulos es como la donación
de sangre en este sentido.
En teoría existen
normas en China tanto para la industria de la fertilidad como para el campo de
la medicina regenerativa, pero son relativamente fáciles de franquear en la
práctica. No obstante, la política nacional de hijo único sigue siendo una
historia aleccionadora que demuestra que aumentar la supervisión del gobierno
no es siempre la mejor respuesta.
Traducido por Luciana
María Palazzo de Castellano