P. Jorge Loring
Fuente:
Para Salvarte
39.- El Jefe de la Iglesia Católica
es Su Santidad el Papa, representante de Cristo en la Tierra , que lo ha puesto al
frente de su Iglesia para que la guíe y cuide de su unidad.
1. El Papa es el Sumo
Pontífice de Roma, sucesor de San Pedro156, a quien todos estamos obligados a
obedecer, «no sólo en las materias que pertenecen a la fe y a las costumbres,
sino también en las de régimen y disciplina de la Iglesia ».
El mismo Pablo VI
dijo ante millares de personas en Bombay: «¿Quién es este peregrino? El siervo
y mensajero de Jesucristo, puesto por la Divina Providencia
a la cabeza de su Iglesia como sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles».
Es Maestro Infalible,
porque cuando habla como Jefe de la Iglesia Universal
ejerciendo el supremo grado de su autoridad y define como obligatorias verdades
de fe y moral, no se puede equivocar.
«Infalibilidad es la
preservación del error, fruto de la asistencia divina. (...) Su fundamento es
la asistencia de Dios. En Dios se encuentra toda la verdad. y Dios no miente .
Él ha querido dar a su Iglesia este don de permanecer en la verdad».
Si el Papa pudiera
equivocarse al enseñar lo que es obligatorio creer o hacer para salvarse, nos
desorientaría en el camino de la salvación; y Dios, que nos manda obedecer al
Papa, sería el culpable de nuestra condenación.
Esto es absurdo.
Luego se comprende que el Papa tiene que ser infalible cuando señala el camino
de la salvación.
Esta asistencia
espiritual la prometió Jesucristo cuando dijo: «Yo estaré con vosotros hasta el
final de los tiempos»165. «Las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella».
«Si alguna vez la Iglesia dogmáticamente
enseñara alguna herejía, (...) entonces dejaría de ser la Iglesia de Jesús y las
puertas del infierno habrían prevalecido contra ella. Entonces no hay forma en
que la Iglesia
enseñe dogmas erróneos. Si lo hace, las puertas del infierno habrán prevalecido
contra ella».
La infalibilidad del
Papa es dogma de fe.
Dice el Concilio
Vaticano I: «Definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice
cuando habla ´ex cathedra´ esto es, cuando cumpliendo su cargo de Pastor y
Maestro de todos los cristianos, define con su suprema autoridad apostólica,
que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia Universal...
goza de aquella infalibilidad que el Redentor Divino quiso que estuviera en su
Iglesia».
La infalibilidad del
Papa ha sido definida como dogma de fe en 1870. Desde entonces han habido diez
Papas (Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII,
Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II [Benedicto XVI]). En todo este tiempo
sólo ha sido definido como dogma la
Asunción , en 1950 por Pío XII. Y esta verdad estaba en la fe
de la Iglesia
desde el siglo VII.
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Para salvarse es
necesario creer y aceptar toda la doctrina de Jesucristo. La auténtica doctrina
de Jesucristo, no otra: «Id por todo el mundo - dijo Jesús a sus Apóstoles- y
predicad el Evangelio a toda criatura, enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. El que creyere y se bautizare, se salvará; el que no creyere, se
condenará». Esto supone garantía de que los que transmiten las enseñanzas de
Jesucristo no se van a equivocar.
Si la Iglesia no fuera
infalible, Dios obligaría a los hombres a aceptar el error bajo pena de condenación
eterna. Esto es absurdo. Si Él nos obliga a creer lo que la Iglesia nos enseña es
porque se compromete a que siempre enseñará la verdad: «Yo estaré con vosotros
hasta el fin de los siglos».
Ahora bien, ¿qué
garantías podemos tener nosotros a la distancia de veinte siglos y a través de
tantas teorías y opiniones humanas, de que la doctrina que nos enseña hoy la Iglesia es la auténtica
doctrina de Jesucristo?
«¿Cómo se conservará
este tesoro sin guardianes autorizados? ¿Cómo guardar incontaminada esta norma
de vida, destinada a todos los pueblos y a todos los tiempos? (...) Su destino
a la humanidad entera hacen indispensable la fundación de un magisterio y
jerarquía en la Iglesia ».
Jesucristo, fundador
de la Iglesia ,
si quiso hacer efectivamente una Iglesia que llevase su mensaje a todos los
tiempos y a todos los hombres, no tuvo más remedio que dotarla de un control
adecuado, que impidiera absolutamente el que su doctrina fuera deformada a
través de los siglos. Este control es una especial asistencia del Espíritu
Santo con la que impide absolutamente el error en su Iglesia, en lo que se
refiere a la determinación de la auténtica doctrina revelada.
Le dice Jesucristo a
Pedro: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, confirma a
tus hermanos».
El Papa es infalible
cuando determina o declara ex cathedra la auténtica doctrina revelada. Pero
fuera de esto -por ejemplo, si predice el tiempo- el Papa se puede equivocar
como otro hombre cualquiera.
Es decir, que el
Papa, en su vida ordinaria, aunque sea un hombre prudentísimo y de toda
confianza, no es infalible. La infalibilidad está reservada a ciertas
enseñanzas hechas con una solemnidad especial, de modo definitivo, que
teológicamente se llama ex cathedra, en la que expresa su voluntad de obligar a
toda la Iglesia
a creer la verdad por él definida.
«Esto no significa
que el Papa pueda sacarse los dogmas del bolsillo; sólo puede definir aquello
que se encuentra en la
Sagrada Escritura o en la Tradición ».
Con todo, al Papa hay
que obedecerle siempre; aun en las cosas que no es infalible: lo mismo que los
hijos tienen que obedecer a sus padres, aunque no sean infalibles. El
Magisterio de la Iglesia
hay que aceptarlo incluso en lo no infalible, con religiosa sumisión; más que
por los argumentos en que se apoya, por la autoridad que Cristo dio a su
Iglesia para señalar el camino que nos lleva al Reino de los Cielos.
«Esta religiosa
sumisión de la voluntad y del entendimiento se debe al magisterio auténtico del
Romano Pontífice, de tal manera que se reconozca con reverencia su Magisterio
Supremo, aunque no hable ex cathedra; y con sinceridad se adhiera al parecer
expresado por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede
descubrirse, ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con
que se repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas empleadas».
«Un teólogo podría
discrepar y seguir investigando; pero no desacreditar públicamente a la Iglesia , sino manteniendo
un silencio obsequioso».
2. Infalibilidad no
significa impecabilidad.
El Papa -como todo
hombre- puede tener sus faltas. Es más, en la Historia ha habido
algunos Papas indignos, que no han sido ejemplares; aunque pocos. Habrán sido
pecadores, pero siempre rectos en sus enseñanzas, pues siempre han sido
infalibles.
Con todo, gracias a
Dios, tenemos en la
Iglesia Católica un largo historial de Papas Santos. Se veneran en los altares setenta y siete
Papas santos. Y treinta y uno murieron
mártires.
«No hay tanta
grandeza humana y tanta santidad en ninguna otra dinastía del mundo. ¿Qué valor
le podemos dar a los que se fijan tan sólo en los tres o cuatro Papas que no
hicieron honor a su puesto?
»Ludovico Pastor era
un pastor protestante que leyó los archivos del Vaticano para escribir la Historia de los Papas. Él
escribió todo: lo bueno y lo malo. Pero lo bueno apareció tan manifiesto a sus
ojos que terminó convirtiéndose al catolicismo. La verdad borró sus prejuicios».