Por Daniel V.
González
Los nuevos tiempos
De las tres
encíclicas que deja Benedicto XVI, la más importante desde el punto de vista
social es Caritas in veritate (La caridad en la verdad), principalmente
dedicada a plantear los grandes temas de la situación económica y social de
este momento, con permanentes referencias a la Populorum Progressio ,
a la que en los hechos le formula algunas puntualizaciones y rectificaciones
todas ellas producto de los cambios habidos durante las casi cinco décadas que
transcurrieron entre una y otra Encíclica.
La distancia
contextual es mencionada expresamente: “El mundo que Pablo VI tenía ante sí,
aunque el proceso de socialización estuviera ya avanzado y pudo hablar de una
cuestión social que se había hecho mundial, estaba aún mucho menos integrado
que el actual”.
La globalización ha
cambiado las circunstancias en que se desenvuelven algunos de los problemas
planteados en otros tiempos, de modo tal que incluso ha modificado uno de los
temas centrales de la
Populorum progressio: “Hoy, el cuadro del desarrollo se
despliega en múltiples ámbitos. Los actores y las causas, tanto del
subdesarrollo como del desarrollo, son múltiples, las culpas y los méritos son
muchos y diferentes. Esto debería llevar a liberarse de las ideologías, que con
frecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad, y a examinar con
objetividad la dimensión humana de los problemas. Como ya señaló Juan Pablo II,
la línea de demarcación entre países ricos y pobres ahora no es tan neta como
en tiempos de la Populorum
progressio”.
La existencia de un
mundo global se identifica como el principal cambio ocurrido durante los años
que se extienden entre ambas cartas pero, a la vez, se hace notar la
permanencia de uno de los grandes problemas que afectaba el intercambio
comercial en tiempos de Pablo VI: “… los altos aranceles aduaneros impuestos
por los países económicamente desarrollados, que todavía impiden a los
productos procedentes de los países pobres llegar a los mercados de los países
ricos”.
El tema de la
globalización se nos aparece a cada paso a lo largo de toda la encíclica. Al
respecto, lo novedoso en comparación con la Populorum progressio
consiste en el afianzamiento de una visión menos crítica del intercambio
comercial y de los perjuicios sobre los que advertía Pablo VI que para los
países pobres, como consecuencia del intercambio comercial de los años de su
reinado. Ahora, se le reconoce al menos un papel dual, para nada establecido de
antemano. Al respecto, afirma: “A pesar de algunos aspectos estructurales
innegables, pero que no se deben absolutizar, ‘la globalización no es, a
priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella’ (…) Oponerse
ciegamente a la globalización sería una actitud errónea, preconcebida, que
acabaría por ignorar un proceso que tiene también aspectos positivos, con el
riesgo de perder una gran ocasión para aprovechar las múltiples oportunidades
de desarrollo que ofrece”.
A continuación,
afirma: “El proceso de globalización, adecuadamente entendido y gestionado,
ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala
planetaria como nunca se ha visto antes; pero si se la gestiona mal, puede
incrementar la pobreza y la desigualdad, contagiando además con una crisis a
todo el mundo”. Como puede verse, esta encíclica corrige la visión pesimista y
un tanto fatalista de la anterior. Ello es producto del cambio en las
circunstancias históricas.
La idea completa
sobre el mercado queda sintetizada en este párrafo: “La sociedad no debe
protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la
muerte de las relaciones auténticamente humanas. Es verdad que el mercado puede
orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una
cierta ideología que lo guía en ese sentido. No se debe olvidar que el mercado
no existe en su estado puro, se adapta a las configuraciones culturales que lo
concretan y condicionan”.
Estado y ayuda social
El rol del estado no
está ausente en Caritas in veritate. Por un lado, se ajusta la visión de Rerum
Novarum y, por el otro, formula una advertencia acerca de su presunta
desaparición.
Respecto de la
reformulación del rol de estado, dice: “…la Rerum novarum, escrita como consecuencia de la
revolución industrial, (…) afirmó por primera vez la idea –seguramente avanzada
para aquel tiempo- de que el orden civil, para sostenerse necesitaba la
intervención redistributiva del Estado. Hoy esta visión de la Rerum novarum, además de
puesta en crisis por los procesos de apertura de los mercados y de las sociedades,
se muestra incompleta para satisfacer las exigencias de una economía plenamente
humana”.
Más adelante, sin
embargo, y muy probablemente como consecuencia del especial momento en que es
dada la Encíclica ,
puede leerse: “La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar
apresuradamente la desaparición del Estado. Con relación a la solución de la
crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas
competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción del Estado
sigue siendo un elemento clave para su desarrollo”.
Muchos otros temas de
la economía y el desarrollo, de gran actualidad, son abordados por el
documento: ecología y medio ambiente, rol del empresariado, aspectos
demográficos del crecimiento, acceso a la educación, rol de los consumidores,
etc. Pero un tema recurrente de los pronunciamientos papales de todos los
tiempos es el de la ayuda social y la solidaridad universal, a la que considera
“un deber”. Pero la encíclica reflexiona acerca de los deberes que deben estar
vinculados con el ejercicio de algunos derechos. Advierte, por ejemplo que “La
exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes”. Desarrolla con
precisión una idea tomada de textos anteriores acerca de la verdadera función
de la ayuda internacional hacia los países más pobres: “… la comunidad
internacional (debe asumir) como un deber ayudarles a ser ‘artífices de su
propio destino’, es decir, a que asuman a su vez deberes. Compartir los deberes
recíprocos moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos”.
Más adelante, la Encíclica vuelve sobre
el tema de la ayuda internacional en un párrafo muy claro y significativo pues
implícitamente supone un rediseño de los mecanismos por los que se concretan en
muchos países estos programas sociales. Dice: “A veces, el destinatario de las
ayudas resulta útil para quien lo ayuda y, así, los pobres sirven para mantener
costosos organismos burocráticos, que destinan a la propia conservación un
porcentaje demasiado elevado de esos recursos que deberían ser destinados al
desarrollo”. Más claro, agua.
Estos son algunos
aspectos de la extensa, múltiple y sólida encíclica social de Benedicto XVI.
Todos los problemas sustanciales de la economía actual han encontrado un lugar
en ella, a la vez que un enfoque reflexivo. Deberíamos tomar nota del esfuerzo
intelectual que supone la revisión, el repaso, el seguimiento y el estudio
profundo que denotan estos documentos papales. Sobre todo en un momento como el
que vivimos, donde reina la pereza en el pensar y los nuevos problemas a menudo
son analizados con teorías y esquemas antiguos, sin que se haga el menos
esfuerzo por revisarlos y actualizarlos.
Alfil, 7-3-13