Aleteia, 16/01/22
El secreto mejor
guardado de la Iglesia no corresponde al Santo Grial, ni siquiera a la Sábana
Santa. Es algo que muchos conocen pero que muy pocos de los que somos católicos
concebimos como una riqueza o un tesoro: la doctrina social de la Iglesia
(DSI).
Así lo refiere en
un reciente artículo suyo, publicado en la revista Angelus el arzobispo de
Los Ángeles, California, y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de
Estados Unidos, José H. Gómez.
El arzobispo Gómez
ha dicho esto tras reflexionar sobre el mensaje del Papa Francisco para la
Jornada Mundial de la Paz de este año y sobre los desafíos que enfrentamos al
salir de la pandemia.
Desde luego, las
amenazas que se presentan en el horizonte no solamente son económicas o de
salud pública; también tienen que ver con condiciones sociales preocupantes,
injusticias y amenazas en contra de la paz.
Como católicos,
dice el prelado estadounidense, debemos tener un entendimiento correcto y un
abordaje ante estos desafíos y amenazas. Y el Papa nos aconseja buscar la
respuesta en las “seguras pautas de la doctrina social de la Iglesia”.
El Papa tiene toda
la razón.
“La enseñanza
social católica puede ser el secreto mejor guardado de la Iglesia. Me sorprende
la frecuencia con la que me encuentro con personas, incluso con muchos buenos
católicos, que no saben que la Iglesia tiene sus propias enseñanzas sobre lo
que constituye una buena sociedad”, escribe el arzobispo Gómez.
En resumidas
cuentas, la DSI incluye un análisis moral del objetivo que tienen los gobiernos
y las economías, una visión sobre quién es la persona humana y sobre qué
contribuye a la felicidad humana.
Además, en el
Catecismo y en el Manual de DSI se incluye algo fundamental: “la exigencia de
que todos los creyentes trabajen, no solo por la salvación de las almas de su
prójimo, sino también por un mundo que proteja sus derechos y su dignidad”.
Quien encabeza la
arquidiócesis con mayor número de católicos en Estados Unidos refiere que las
enseñanzas de la DSI no son algo “extra”, ni siquiera un “agregado” a las
creencias católicas sobre la Trinidad, la encarnación, la resurrección y
nuestra redención en Cristo.
Profesar y vivir
el catolicismo
“Lo que profesamos
en el Credo lleva a una concepción de la vida que abarca el bienestar de toda
la persona, entendida como una criatura formada de cuerpo y alma, creada como
hombre o mujer, nacida en la tierra, pero destinada al cielo”, dice Gómez en su
artículo.
Para el arzobispo
de Los Ángeles, la enseñanza social fluye de la verdad básica de que el Padre
amó tanto al mundo que envió a su único Hijo a vivir en la tierra bajo una
forma humana y por el poder del Espíritu Santo.
Es a partir de esa
gran verdad como entendemos que la persona humana es amada por Dios y creada a
su imagen y que está llamada a un destino celestial, a vivir en comunión con la
Santísima Trinidad.
La salvación en la
que creemos es personal. Pero, como dice el Catecismo, “concierne también al
conjunto de la comunidad humana”. Queda claro, desde esta perspectiva, que la
doctrina social católica es parte de la misión que Jesús le encomendó a su
Iglesia.
Un antídoto contra
la indiferencia
“Al llamar a los
creyentes a seguirlo, Jesús nos llama a amar a los demás como Él los ama y a
expresar ese amor mediante obras prácticas de misericordia, de sanación y de
liberación de los demás del sufrimiento y el mal”, reflexiona el arzobispo
Gómez.
Más adelante
señala que en términos prácticos, el llamado que nos hace Jesús significa que
nadie que dice amar a Dios puede permanecer indiferente cuando uno de los hijos
de Dios está sufriendo.
Ése fue el mensaje
de la famosa parábola del Buen Samaritano de Jesús y también de su parábola
sobre cómo Dios nos juzgará al final de nuestras vidas. Nuestro amor a Dios nos
dice, se medirá por el amor que le hayamos mostrado a nuestro prójimo,
especialmente a los más vulnerables, a los pobres, a los prisioneros, a los
enfermos, a los extranjeros.
Hay que recordar
que el arzobispo Gómez ha sido uno de los principales luchadores en Estados
Unidos por una reforma migratoria integral y por el respeto irrestricto a los
derechos humanos de los migrantes, sin descuidar la seguridad de las fronteras
de esa nación a la que pertenece.
La Iglesia no es
un partido político
Con respecto al
tan traído y llevado tema de la esfera de acción particular de la Iglesia y la
esfera de acción de la política, monseñor Gómez es muy claro al repetir que la
Iglesia Católica no pretende tener un programa económico ni una agenda
doméstica ni tampoco una política exterior.
“Lo que tenemos es
una perspectiva del mundo como Dios quiere que sea y un deber que Jesús nos da
de trabajar para realizar la voluntad de Dios en la Tierra. Eso significa que
nunca podremos tolerar condiciones sociales que degraden o deshumanizan a las
personas”, afirma con contundencia.
La época actual
está marcada, culturalmente, por una urgencia: la preocupación por la justicia
social. En ese sentido, la DSI puede aportar muchas cosas a estas
conversaciones y debates. La verdadera contribución que hacemos como católicos
es “sencillamente la de ser católicos, la de ser fieles seguidores de
Jesucristo”.
Y concluye:
“Tenemos que ayudar a nuestro prójimo a ver la perspectiva más elevada del
evangelio, a reconocer la gloriosa verdad de la persona humana y a trabajar por
un mundo en el que cada uno de nosotros pueda vivir como nuestro Creador nos
llama a vivir”.