un experimento irresponsable
Giuliano Guzzo
Brújula cotidiana,
18-02-2021
Un grupo de 44
adolescentes, de 12 a 15 años de edad, con disforia de género diagnosticada,
recibió bloqueadores para frenar su desarrollo puberal en un experimento en
Londres. Según los investigadores que publicaron los resultados en Plos One,
ahora están “más felices”. Pero, mientras tanto, el tratamiento ha tenido
consecuencias irreversibles en su crecimiento físico y no es seguro que, cuando
alcancen los 18 años, sigan siendo felices.
Si ya bastaba y
avanzaba el sentido común, para entender cómo el universo de los “baby trans”
es delicadísimo y no debe ser observado con entusiasmo -ni, mucho menos,
secundarlo-, inician incluso a llegar evidencias científicas en este sentido.
Paradójicamente, son los mismos hallazgos que ciertos medios, como sabemos pro
cultura arco iris, presentan con tonos enfáticos mientras que en cambio hay muy
poco de qué alegrarse. Nos referimos a una nueva investigación publicada en
Plos One, que algunos periódicos extranjeros ya han comenzado a publicitar como
la prueba comprobada de que, tras el uso de bloqueadores de la pubertad, la
“mayoría” de los jóvenes es “más feliz”. En realidad, como comentó el Divo
llevado a la pantalla por Paolo Sorrentino, la situación es “un poco más
compleja”. Veamos por qué, partiendo desde el principio, es decir, ilustrando
los detalles de esta investigación recientemente publicada.
Se trata de un
trabajo de observación en el que se monitorizó a 44 jóvenes con edades entre 12
y 15 años, con diagnóstico de disforia de género. Los mismos están bajo
tratamiento en el Servicio de Desarrollo de Identidad de Género (GIDS) del
Tavistock y Portman NHS Foundation Trust, el centro en donde los niños con
disforia de género son tratados por el Servicio Nacional de Salud Británico
(fueron reclutados entre abril de 2011 y abril de 2014) y comenzaron a bloquear
la secreción de gonadotropinas y, por lo tanto, el desarrollo puberal, entre
junio de 2011 y abril de 2015. En este período, los 44 menores lograron la
supresión de gonadotropinas en seis meses y casi todos (43 de 44) decidieron al
final continuar con el cruce de hormonas sexuales, es decir, con el
procedimiento de «cambio de sexo». Ahora bien, los autores de este monitoreo
escribieron al final del trabajo que “la experiencia global de los pacientes”
que experimentaron el bloqueo de la pubertad “fue positiva”. Sin embargo, estas
palabras no autorizan ningún tipo de entusiasmo, al contrario, y son varias las
razones.
Para empezar, por
qué son los mismos estudiosos que llevaron a cabo la investigación quienes
concluyen reconociendo apertis verbis, sin pelos en la lengua, que “se necesitan
estudios prospectivos más amplios y de más largo plazo” para “cuantificar más
plenamente los beneficios y daños de la supresión puberal”; por tanto, son
ellos mismos los primeros en confesar cautela. Y realmente no puede ser de otra
manera, debería añadirse. Sí, porque como segundo punto, no se puede dejar de
notar que, por un lado, la muestra considerada era pequeña (sólo 44 sujetos,
como se mencionó) y, por otro lado, después de 36 meses tenemos los datos de
sólo 14 de ellos. En otras palabras, no sabemos nada de ninguno de estos “bebés
trans” después de los 18 años de edad, lo que sugiere cuán imprudente y
prematuro es decir que, cuando se toman bloqueadores de la pubertad, la
“mayoría” de los jóvenes es “más feliz”.
Punto número tres,
parece faltar en esta investigación lo que se define como grupo de control.
Ergo, no sabemos cuáles habrían sido sus condiciones si esos 44 jóvenes nunca
se hubieran sometido a ningún tratamiento. Por eso, especialistas como Michael
Biggs de la Universidad de Oxford, están haciendo duras críticas a la
metodología de este estudio que, aquí está el punto, no deja de sacar a la luz
aspectos inquietantes. Aludimos al hecho de que el bloqueo químico de la
pubertad de ninguna manera ha resultado - como suelen repetir los estudiosos
pro LGBT - un simple “botón de pausa” del desarrollo; por el contrario, en
estos 44 jóvenes, se lee en la obra de Plos One, se encontró un “crecimiento
reducido” tanto en altura como en desarrollo óseo. No sabemos si tales efectos
son irreversibles, admitieron los investigadores. Pero lo cierto es que tanto
para la altura como para los huesos se verificó “un cierto crecimiento, pero
menor de lo esperado durante esos años sin supresión hormonal”.
En resumen, el
estudio que, en teoría, debía tranquilizar sobre los beneficios de bloquear la
pubertad, en la práctica no solo no ofrece ninguna garantía real y duradera en
este sentido, sino que incluso deja claro cómo los “baby trans” continúan a ser
no más que experimentos irresponsables, tentativos con dudosos beneficios y con
graves consecuencias altamente probables. Esto, sin embargo, viene precisado en
el estudio, quizás para no irritar a los gendarmes de la cultura dominante que,
desde hace algunos años, ante la más mínima objeción a sus dogmas, acusan a
otros de transfobia. En resumen, se necesita decir que todo está siempre bien
incluso cuando los hallazgos, como en este caso, dicen muy poco o incluso
sugieren lo contrario.