la “esclavitud” de los condenados
Por Juan Alberto Yaria
Tribuna de Periodistas,-23/11/2019
“Von Fleishl se adaptó a la nueva droga con la
desesperación a la de un hombre que ahoga” (descripción que hace Freud de un
amigo que se psicotizó consumiendo cocaína).
Susana llega hace varios
meses con sus 20 años a cuestas derivada de Terapia Intensiva. Casi muere luego
de un abuso de sustancias. La salva que su crisis más seria se dieron dentro de
la Guardia de un Sanatorio y poseer un Prepago que asume los tratamientos en
adicciones. Sus convulsiones fueron graves con el consiguiente daño neuronal.
Rápidamente entra en emergencia médica y la salvan.
Llega a verme con un
cuaderno de anotaciones. Todo lo escribe porque su memoria de corto plazo se ha
perdido. No tener memoria la sume en una gran angustia tan seria como la que
sintió en Terapia Intensiva cuando en un estado de confusión llamado “delirium”
no comprendía lo que ahí sucedía. Las luces, los médicos, las enfermeras
perdían todo sentido. Era una “ausente” en un mundo presuroso para salvarle la
vida.
Hablo con ella y le digo que
su sistema nervioso le anunciaba con las convulsiones que ya no podía seguir
consumiendo. Me dijo que tenía razón pero que su persona deseaba hacerlo. Me
confesaba que su voluntad y sus apetitos estaban en otro lado. No podía no
hacer lo que hacía, aunque se muriera.
El descontrol adictivo
Una de las características
más angustiantes para el terapeuta que trabaja en adicciones es asistir al
descontrol de las conductas a la cual se llega con un consumo persistente y
voraz de estupefacientes. Si…nos angustia observar vidas mutiladas. Aún así
desde esos restos humanos que observamos necesitamos y debemos devolver
esperanza.
Choques, accidentes,
mutilaciones, contraer enfermedades de transmisión sexual en sesiones de sexo
sin cuidados, y toda la gama de síntomas psicóticos que van desde la confusión
alucinatoria, los delirios tóxicos, las amnesias y deterioros cognitivos
(atención, percepción, hiperkinesia improductiva), depresiones largas con
abulias que muestran la agonía de la voluntad, noches de insomnio que son
sesiones interminables de abstinencia y vacío, etc.; son las distintas
secuencias de un deterioro gradual pero que no se percibe como tal .
Progresivamente la persona se va ignorando a sí misma.
El descontrol surge de la
llamada “gira” en donde durante días y días desafiando el cansancio el “dopaje”
se transforma en un rito sacrificial. No se puede parar. Es la religión nueva
de los esclavos, los condenados a un “Infierno Terrestre” en donde odian lo que
hacen, pero no pueden dejar de hacerlo.
El odio a lo que hacen es
también odio a sí mismo. Cada dosis decreta la baja de la autoestima. ¿Dónde
está aquel placer inicial que se había encontrado? ¿Ese “flash” cautivante de
aquella luna de miel inicial con las sustancias?
Nunca más aparecerá. En
realidad, nos drogamos para huir de la angustia de la abstinencia. Drogarse ya
no es para una búsqueda de placer sino para huir del vacío de la abstinencia.
Mientras avanza la compulsión
a consumir como único destino vital surge una triple angustia: a. Obtenerla;
consumirla temiendo no volver a conseguirla y por fin c. volver a conseguirla.
Aprovisionarse es una tarea y el “dealer” o distribuidor es la persona más
importante de su vida. No hay hijos, mujer, padres…; lo más valorado es quien
posee esa pócima letal pero deseada.
El “pirateo” del cerebro
Los grandes neurobiólogos de
hoy hablan de un “pirateo” de ciertas zonas vitales del sistema nervioso por
efecto repetido del consumo. Hay en personas vulnerables por motivos afectivos,
traumáticos, familiares e incluso por vulnerabilidad genética un “secuestro” de
zonas del placer, la motivación y a la vez un declive de las áreas más evolucionadas
de la toma de decisiones.
El ser humano asiste
impávido a su esclavitud ya que su voluntad (que es una función superior del
sistema nervioso y de la personalidad) está en déficit. Agoniza la voluntad.
Observa su propia decadencia sin darse cuenta.
El Sistema “pirateado” se
denomina circuito de la recompensa que es un sistema primitivo que compartimos
con los animales y que es el vector del placer y la motivación. La memoria
adictiva toma el comando y no solo es la sustancia lo que llama a repetir el
consumo sino los elementos contextuales que rodean al mismo (personas, lugares,
situaciones). Se inicia así el cautiverio de los condenados.
Esa esclavitud que es una
condena de no haber tratamiento generalmente se une a vulnerabilidades
infantiles que tratamos en nuestras columnas y que hoy son lamentablemente
comunes: Abuso emocional • Abuso físico • Abuso sexual • Negligencia emocional
• Negligencia física • Maltrato violento a la madre • Abuso sexual • Abuso de
sustancias en el hogar • Enfermedades mentales en el hogar • Separación o
divorcio de los padres • Encarcelamiento de un miembro del hogar. También los
abandonos infantiles como las privaciones de padre y madre son factores
precipitantes.
El trauma neuro-tóxico que
lleva al descontrol se da dentro de una vida con traumas muy fuertes desde la
infancia. ¿Para qué vivir entonces? En Susana la rehabilitación se centró en
tratar de sanar esas heridas emocionales y en un tratamiento de desintoxicación
y deshabituación muy profundo.