un pacto global que prevé libre
acceso al aborto
Por Carlos Esteban |
Infovaticana, 09 diciembre, 2018
El Vaticano ha declarado su apoyo entusiasta al Global
Compact elaborado por la ONU, que convierte la libre migración en un ‘derecho
fundamental’, como no podía ser menos visto el entusiasmo inmigracionista de la
moderna jerarquía. El problema es que el pacto internacional prevé garantizar
‘derechos reproductivos’ y acceso libre al aborto y recoge numerosos puntos de
la agenda LGBT.
La Santa Sede participará con otros gobiernos de todo
el mundo en la Conferencia Intergubernamental para Adoptar el Pacto Global para
la Migración Segura, Ordenada y Regular que se celebrará en Marrakech entre el
10 y el 11 de diciembre. El Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral ya ha
expresado, en nombre del Estado Vaticano, el apoyo de Roma a este primer
acuerdo coordinado por las Nacionales Unidas sobre inmigración, aprobado por su
Asamblea General el mes pasado.
Parece lógico que, dada la machacona insistencia de Su
Santidad en defender la inmigración masiva de África hacia Europa, sin
distinción entre legales e ilegales, refugiados e inmigrantes económicos, ni
restricción de número, la Santa Sede abrazara con entusiasmo el Pacto Global que
ha presentado la ONU y que representa la
mayor ofensiva explícita contra el derecho de los Estados a controlar sus
fronteras. De hecho, el texto repite la palabra ‘derechos’ en 112 ocasiones, la
mayoría para expresar un supuesto derecho humano a migrar desde cualquier país
a cualquier otro.
Hay muchos aspectos por los que este entusiasta apoyo
resulta preocupante, y no solo porque representa un alejamiento de la postura
tradicional de la Iglesia a los derechos de los Estados. De hecho, el gobierno
del país que rodea al Estado vaticano, ya ha expresado su decisión de no
adherirse al Pacto, representando al hacerlo a una mayoría de católicos
italianos. De hecho, no son pocos ni de poco peso los países que ya se han
pronunciado contra el Pacto, como Estados Unidos y, en la propia UE, Hungría y
Polonia.
Pero nada de esto, ni siquiera el hecho de que el
cumplimiento del Pacto prevé que se vulnere la libertad de expresión con
respecto a la inmigración, haciendo punible toda crítica, es lo más
preocupante. Lo es, en cambio, el hecho de que el abigarrado texto contenga
referencias a los ‘derechos reproductivos’ de los inmigrantes, incluyendo el
fácil acceso al aborto, y a otras disposiciones al dictado del ‘lobby LGBT’.
El Vaticano, como no podía ser menos, ha presentado
“reservas y comentarios” sobre las secciones del pacto que incluyen la
distribución de condones y los “servicios de salud reproductiva y sexual”, que
incluirían el aborto. La Santa Sede ha señalado que estas provisiones “ni representan
un lenguaje consensuado en la comunidad internacional ni están en línea con los
principios católicos”. Aun así, el Vaticano urge entusiasta a la adopción por
parte de todos los Estados del texto elaborado por la ONU.
¿Estamos otra vez a punto de caer en la trampa de la
‘túnica inconsútil’? ¿Se nos animará de nuevo a los católicos a “no
obsesionarnos” por las políticas de vida y familia? Cuando, a principios de su
pontificado, Francisco sorprendió a los fieles con esta recomendación,
encontramos el medio de justificarla. Es obvio que la Iglesia comparte con los
seguidores de la Ley Natural la defensa de la familia y la vida, y que ni la
defensa de la vida desde la concepción a la muerte natural ni la oposición al
llamado ‘matrimonio homosexual’ eran cuestiones específicamente católicas. La
misión primordial de la Iglesia es predicar la salvación y el mensaje de
Cristo. Las consecuencias morales de este mensaje se deducen del mismo.
Pero lo que hemos visto en años posteriores es que sí
hay asuntos ajenos al núcleo de la fe con los que hay que obsesionarse, como el
cambio climático o la inmigración masiva; asuntos, por lo demás, que solo
dudosamente pueden deducirse en la actual concreción de los principios
cristianos y que, en algún caso, suponen un alejamiento de la postura
tradicional.