DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Los cristianos y la política


Mons. Fernando Sebastián - CARTAS DESDE LA FE Diario de Navarra 3.06.03

En noviembre del año pasado la Congregación para la Doctrina de la Fe, con expresa aprobación del Papa, publicó una Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas a la intervención de los católicos en la vida política. El texto de la Santa Sede se centra en la clarificación de algunas cuestiones de orden general.


Las convicciones
-1º. La fe cristiana extiende su influencia a todas las áreas de la vida, también a las actividades políticas. Éstas, en la medida en que son acciones humanas, tienen que estar reguladas y justificadas por unos criterios morales. Cuanto se pueda hacer en política, tiene una dimensión moral, arraigada en la naturaleza misma de las cosas y regida por la ley suprema del respeto a la dignidad y a los derechos de las personas. La vida política de un país no puede fundarse únicamente en el consenso de los diferentes grupos, sin ninguna referencia moral superior y objetiva. Un pueblo sin convicciones morales absolutas es un barco a la deriva.

Deben garantizar
-2º. Cualquier actividad política, concebida desde una visión cristiana de la vida, ha de entenderse y realizarse como un servicio efectivo a la comunidad, con el fin de proteger y favorecer el bien común de todos los ciudadanos. La búsqueda sincera del bien común es la indispensable justificación de cualquier institución o iniciativa política. Este bien común consiste en la promoción y garantía de las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan desarrollar su vida y disfrutar de los bienes comunes en las mejores condiciones posibles. En cualquier situación, las instituciones políticas deben garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la vida y a la educación, a la sanidad, al trabajo y a la vivienda; la libertad de expresión, la capacidad de iniciativa y responsabilidad en el proyecto y realización de su propia vida.

Católicos consecuentes en cualquier partido
-3º. La fidelidad a las exigencias de la moral social cristiana suscita unas características y obligaciones comunes en la acción política de los católicos, independientemente de las preferencias políticas que tengan o de los partidos en que militen. En el momento presente, las principales exigencias éticas para el voto y la actividad política de los católicos son: la defensa de la vida humana desde el momento de su concepción hasta la muerte natural; la defensa y protección de la familia en todas sus implicaciones económicas, sociales, culturales y morales, sin equipararla a otras formas de vida posibles; la defensa de los menores y de los más débiles o necesitados, como pueden ser los inmigrantes, los sin trabajo, las mujeres amenazadas, los enfermos crónicos y terminales; la defensa de la libertad, de la convivencia y de la paz contra todas las agresiones, discriminaciones y amenazas; la protección de la libertad religiosa; la promoción de la justicia y la solidaridad entre los pueblos, las religiones y las diferentes culturas; el respeto y la defensa de las enseñanzas morales de la ley natural y de la fe cristiana en la inspiración de las relaciones y actividades sociales en los diferentes órdenes de la vida. Los católicos tenemos derecho a promover una política que esté de acuerdo con nuestras convicciones antropológicas, sociales y morales, siempre por métodos democráticos y de acuerdo con las exigencias del bien común y de las libertades civiles. Negarnos este derecho sería tanto como querer instaurar una política restrictiva y discriminatoria. Los políticos católicos tienen obligación de favorecer sincera y eficazmente estos objetivos. Dejar de hacerlo voluntariamente sería una grave omisión. Criticarlos por hacerlo sería intolerancia y discriminación.

Las convicciones y las medidas a tomar
-4º. A partir de unas convicciones morales comunes, los católicos tienen verdadera libertad para actuar en política según su mejor saber y entender y bajo su estricta responsabilidad personal. En estos asuntos, aun respetando las mismas normas morales, hay situaciones diversas y no pocos elementos opinables que dan lugar a opiniones distintas y a proyectos diferentes, todos legítimos, aunque no todos tengan el mismo valor. No conviene confundir la libertad y diferencia de opiniones y proyectos con el relativismo o indiferentismo moral. En el orden moral, como en el técnico y profesional, no todo es igual. Hay unas referencias objetivas y comunes, y las diversas iniciativas valen más o menos según respondan mejor o peor a los valores morales comúnmente reconocidos como garantía del bien personal y social. La idea de que la democracia necesita desarrollarse en un clima laicista y moralmente relativista no tiene un fundamento intelectualmente serio y esconde graves peligros prácticos. La política y los políticos tienen que sentirse guiados y regidos por unas referencias morales objetivas, superiores a ellos y respetadas por todos. Lo contrario abre el camino a la arbitrariedad y al autoritarismo civil, cultural y moral.

Los ciudadanos votantes
-5º. Estos criterios no valen sólo para los dirigentes políticos, sino que iluminan también la intervención de los ciudadanos en la vida política y en la gestión de los asuntos comunes mediante el ejercicio del voto y su intervención en la opinión pública. Los votantes tienen que apoyar con su voto a quienes mejor garanticen los diferentes elementos del bien común, en sus dimensiones materiales, culturales, morales y religiosas, según su propia importancia y las urgencias de cada lugar y de cada momento. Al votar, cada uno podemos defender nuestros derechos y buscar nuestros legítimos intereses, pero teniendo también en cuenta el bien de los demás y de todo el conjunto de la sociedad. El respeto a la verdad, la voluntad sincera de favorecer el bien general, la defensa decidida de la libertad, la justicia y la convivencia, en el marco del Estado de derecho, valen más que las agrias polémicas. Cuando la política se enreda en discusiones partidistas, dejando en segundo lugar las verdaderas necesidades de los ciudadanos, entramos en un proceso de deterioro que desprestigia las instituciones políticas y empobrece la vida de la comunidad social.

La Iglesia estimula a los cristianos a serlo en política
-6º. La Iglesia tiene la obligación y el derecho de instruir y animar a los cristianos para que ejerzan sus derechos y actúen en los diferentes momentos y niveles de la vida política en conformidad con las exigencias sociales y morales de la fe cristiana, sin perjuicio de la libertad y del legítimo pluralismo de los cristianos en materia política, en colaboración con los demás ciudadanos y sin instrumentar en ningún momento las instituciones o realidades eclesiales y cristianas a favor de sus ideas o intereses políticos. A la vista de estas consideraciones, cada uno tiene que ver qué ideas, qué líderes y qué instituciones políticas se acercan más y atienden mejor al bien común de todos los ciudadanos según la moral social de la Iglesia católica. Hay valores de orden moral que afectan al bien de las personas, de las familias y de los diferentes sectores de la vida social, cultural y económica, en donde los católicos tenemos que hacernos escuchar sin miedos ni titubeos, como puede hacer cualquier otro grupo. Y todo ello, no para provecho propio sino para el bien integral de nuestra sociedad. Estos mismos valores tienen que aparecer en la gestión de todos los políticos cristianos. En definitiva, la fe y la moral cristianas tienen que ser operantes en todas las esferas de la vida, también en las opiniones y actuaciones políticas.























Denunció la FAO un dramático aumento del hambre en el mundo


Elisabetta Piqué
Corresponsal en Roma


ROMA.- Aumenta dramáticamente el hambre en el mundo, que golpea a 963 millones de personas, 40 millones más que el año pasado y 115 millones más que en el bienio 2003-2005. Y la actual crisis financiera internacional podría agravar aún más la situación, según advirtió ayer la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas, que presentó su informe anual sobre El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo .

Culpable de este "dramático así como rápido" aumento del número de "hambrientos crónicos" ha sido el fuerte incremento de los precios de los alimentos. Esto profundizó la inseguridad alimentaria en millones de pobres y redujo drásticamente la cantidad y la calidad de alimentos a su disposición.

"Los precios de los principales cereales han bajado en más del 50 por ciento respecto del pico de principios de 2008, pero siguen siendo 20% más altos con referencia a octubre de 2006", destacó el estudio de la FAO.

"Niños y mujeres embarazadas que están amamantando se encuentran en riesgo", advirtió el director general del organismo de la ONU, Jacques Diouf, que recordó que "los desórdenes registrados en países en vías de desarrollo son la señal de la desesperación causada por el aumento de los precios alimentarios".

Además, advirtió que "los efectos de la crisis serán más devastadores entre los pobres de las áreas urbanas y entre las mujeres que son jefas de familia".

La gran mayoría de las personas víctimas del hambre -907 millones- vive en países en desarrollo. De ellas, el 65% se concentra en siete países: la India, China, la República Democrática del Congo, Bangladesh, Indonesia, Paquistán y Etiopía.

Casi dos tercios -583 millones en 2007- viven en Asia, el continente más poblado, mientras que en el Africa subsahariana una de cada tres personas (236 millones en 2007) sufre de desnutrición crónica.

La mayor parte del incremento de hambrientos tuvo lugar en un único país: la República Democrática del Congo, como resultado de un conflicto generalizado y persistente. Este país africano pasó de 11 millones de desnutridos (en 2003-05) a 43 millones, con una proporción sobre la población total del 29 al 76%.

Récord inquietante
También en América latina y en el Caribe, que en 2007 habían logrado reducir el hambre, el alza del precio de los alimentos significó un aumento de personas hambrientas, estimadas en 51 millones el año pasado.

Con 963 millones de personas desnutridas en el mundo, un nuevo récord, el objetivo del Milenio de reducir a la mitad el hambre antes de 2015 parece inalcanzable.

"Hace falta voluntad política", dijo al respecto Diouf, que indicó que se necesitan 30.000 millones de dólares anuales para poder duplicar la producción agrícola mundial y eliminar así la crisis alimentaria.

"Invito a la comunidad internacional a no interrumpir sus donaciones", urgió el director de la FAO, que recordó que en la cumbre de junio último -a la que asistió la presidenta Kirchner- se había logrado cosechar un fondo de US$ 11.000 millones.

"Yo todavía no los vi -agregó-, pero fueron prometidos y son solamente una gota con respecto a lo que el mundo gasta cada año en armamento o en agricultura en los países desarrollados."

La Nación, 10-12-08


Mueren 8 niños por día por desnutrición


Paula Soler
LA NACION, 10-12-08


Ocho niños menores de cinco años mueren por día en la Argentina por desnutrición. La cifra fue denunciada ayer por Juan Carr, líder de la Red Solidaria e integrante del Centro de Lucha contra el Hambre, dependiente de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

El preocupante dato fue lanzado ayer en coincidencia con el anuncio de un estudio sobre desnutrición en el mundo, donde casi mil millones de personas la padecen. De ellas, 40 millones engrosaron la estadística este año. Este informe corresponde a la Federación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), sobre lo que se informa por separado.

Carr dijo, además, que en la Argentina hay 2.100.000 personas que no tienen garantizado el acceso a una alimentación básica. Eso equivale a unas 330.000 familias.

Las cifras locales surgen de un entrecruzamiento de datos que realiza el Centro de Lucha contra el Hambre, de la UBA, a partir de informes de Unicef Argentina, del Ministerio de Salud de la Nación y de gobiernos provinciales.

Según ese organismo, el número de muertes por desnutrición en niños menores de cinco años, no obstante mantenerse alto, ha bajado entre 2003 y 2008, ya que hace cinco años 12 niños morían por día víctimas del hambre .

"Es bueno decir que en los últimos cinco años hay menos chicos que mueren por desnutrición, pero ocho es una cifra muy alta para que estemos conformes con esa baja", dijo Carr en diálogo con LA NACION.

Carr advirtió que se corre el peligro de que esa cifra se amesete y no siga bajando. Y, lo que es peor, que se incremente como consecuencia de la crisis global desatada este año.

"En los últimos tiempos el Gobierno trabajó muy bien en lo que son políticas sociales y el campo generó alimentos como nunca en su historia, además de trabajo. Pero el conflicto en el que están entrando nuevamente ambos actores, sumada la crisis económica mundial, son una amenaza", dijo.

En el país hay quienes creen que el dato de ocho muertes diarias está subvaluado. "Las cifras oficiales son un subregistro de la desnutrición. La desnutrición no se diagnostica al momento de morirse un niño. Se muere de un paro cardiorrespiratorio, de un broncoespasmo. La desnutrición es el telón de fondo y eso no se indica en las estadísticas", dijo a LA NACION Abel Albino, director de la Cooperadora de Nutrición Infantil (Conin).

"Nosotros profesionalizamos la lucha contra el hambre, tenemos 20 centros en todo el país y atendemos a más de 2000 chicos por día y educamos a sus madres. La única forma de sacarlos de esa miseria no es internándolos, sino enseñándoles la importancia de una buena nutrición. Por supuesto que al Estado le toca garantizar que esas personas tengan sus necesidades básicas satisfechas", opinó Albino.

Sergio Britos, nutricionista y director del Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil (Cesni), una ONG consultora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), optó por marcar la destacar la baja en el número de muertes: "La desnutrición en el país está en franco descenso. En la década del ´80 la cantidad de chicos menores de 5 años que moría por desnutrición aguda era del 6%. Hoy hay 40.000 chicos con desnutrición aguda, por la cual muere el 1% según la encuesta nacional de nutrición realizada en 2005".

La desnutrición está vinculada directamente con la pobreza. Las últimas cifras oficiales al respecto son las recabadas en la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, realizada por el Ministerio de Salud entre octubre de 2004 y enero de 2006. Según esos datos, en el país el 15% de los niños padecía entonces desnutrición crónica; el 5%, desnutrición aguda y, el 2%, desnutrición grave.

Los especialistas consultados coincidieron en que un mapa de la desnutrición servirá para aplicar políticas efectivas en lo nutricional, lo social y educacional. En el Centro de Lucha contra el Hambre se creó un mapa (http:// www.rutassolidarias.org.ar/site/index.html ) que ya relevó 1422 lugares, afectados por la desnutrición. Desde esa página la gente puede contribuir con trabajo voluntario.

Riesgo en la crianza de los niños

Bicéfalas

Dos tercios de los chicos del país se están "criando" con personas que no son sus madres, dice el informe sobre maternidad que publica el Clarín. Pero criar no significa solamente cuidar. Las madres que trabajan no deben recurrir al diccionario de sinónimos para saber que criar es también educar, dirigir, motivar, nutrir. Eso es lo que hacen miles de mujeres que dejan a sus hijos al cuidado de otras personas, mientras sus cabezas se parten en dos: la mitad queda en casa y la otra en el trabajo.

Ateos en busca de una Argentina secular


"Los ateos no podemos negar que la mayoría de la humanidad es creyente, y si bien preferiríamos un mundo libre de pensamiento mágico, vivimos en uno que no lo es y cada quien tiene derecho a conducir su vida basado en el argumento que prefiera. Es por eso que es fundamental la tolerancia y, aunque nuestra actitud frente a la vida es todavía minoritaria, tenemos derecho a pensar y expresarnos en voz alta, sin que esto se sienta como un ataque."

La reflexión forma parte de los fundamentos que llevaron a la realización del denominado 1º Congreso Nacional de Ateísmo que hoy tendrá su jornada de cierre en esta ciudad, y del que participaron más de 150 personas, entre ellos representantes religiosos e integrantes de entidades nacionales e internacionales que "comulgan" con el pensamiento agnóstico, como el Center for Inquiry, American Atheist, Club de la Razón y la Asociación para la Difusión del Pensamiento Racional.

El lema del encuentro, "Construyendo una ciudadanía tolerante y racional", ofrece pistas para entender las motivaciones de fondo: respetar las convicciones de todos, pero, al mismo tiempo, demandar que las convicciones religiosas no definan políticas públicas. ¿Por qué no tener, entonces, un protagonismo más fuerte, más activo, para alcanzar esas metas?, se preguntan.

Inquietudes con sabor a desafíos que, entre otras, se venían trabajando puertas adentro de las distintas entidades de ateos y agnósticos que encontraron un espacio común en este congreso.

"Hay prejuicios para con los ateos", anticipa Alberto de la Torre, físico doctorado en Alemania y hoy investigador del Conicet y profesor titular de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

El congreso, que incluye un panel con participación de referentes de distintas religiones, fue concebido como una apertura al debate, al diálogo y a la tolerancia. Pero también como un punto de partida para organizaciones del ateísmo que aspiran a trabajar en conjunto sobre una base de objetivos comunes.

Uno de los más importantes: terminar con el vínculo que existe en el país entre el Estado y la Iglesia. "Es esencial la separación total", reclama Alejandro Borgo, presidente del Center for Inquiry, una organización internacional con sede en Colorado, Estados Unidos, y filiales en todo el mundo. "¿Por qué tenemos que mantener con nuestros impuestos a una determinada religión?", insiste. Una relación que está afianzada desde el artículo 2º de la Constitución Nacional de la República Argentina. "Hay que modificarlo", plantea Fernando Lozada, ingeniero mecánico, especialista en biotecnología y organizador de este congreso.

De la Torre habla entonces de la necesidad de una reforma de la carta magna para dar forma a una "Argentina secular". "No puede ser que esta Nación adhiera a una religión, hay que buscar que el Estado no tenga ningún compromiso con las religiones", destaca el físico.

Cristina Ferreira, presidenta de ArgAtea, una entidad de nivel nacional que tiene casi 300 representantes en sus filiales de todo el país, advierte que el planteo se debe ver desde el laicismo. "No queremos un representante de los ateos en la toma de decisiones sino que todos tengamos igualdad civil y todos nos sintamos representados por el Estado", reclama en su charla con LA NACION.

Atentos a las diversas expresiones del ateísmo militante en Europa, los organizadores confían en que esa ola llegará hasta aquí, más tarde o más temprano, pero con similar intensidad. De la Torre entiende que el nivel de conocimiento tiene vital incidencia en las creencias. "Hay una relación clarísima entre religión e ignorancia", asegura. Y cita una encuesta entre la población general en la que confirman que el 90% de los consultados cree en Dios. Pero como contracara, cita otra que se hizo en Estados Unidos entre miembros de un organismo similar al Conicet local y los resultados fueron exactamente inversos: sólo el 10% creía en Dios. "Y entre los biólogos se llegó al 95% de ateos", insiste.

Críticas y autocríticas
Los ateos sienten que los avances de la ciencia han acorralado a la religión y sus explicaciones de un universo creado por Dios. Y en ese sentido, De la Torre destaca el crecimiento de la física en los últimos años, que tomó la posta de los logros que tuvo la biología en décadas anteriores. Y recuerda también la famosa "máquina de Dios", el experimento con el que se intentó este año recrear los orígenes del universo. "En realidad -dice convencido- debería llamarse la máquina que demuestra que Dios no es necesario."

Para quienes participan de la organización del encuentro, la posibilidad de discutir estos temas incluso con referentes religiosos es una forma de enriquecer un debate que, en ocasiones, puede dar lugar a las ofensas. "Cuando la discusión sobre el pensamiento religioso no se da de manera racional -consideran- puede caerse fácilmente en la intolerancia".

Pero también se plantea una crítica puertas adentro. Los organizadores cuestionan a algunos ateos que ofenden, en particular desde la alternativa que ofrecen los blogs para comunicar ideas. "El activismo ateo no es para insultar al creyente sino para llevar argumentos para que el creyente se enfrente con su propia racionalidad", explica De la Torre.

Y Lozada recuerda a aquellos ateos que terminan haciendo dogmas de determinados conceptos y transitan así por un sendero peligroso porque tampoco admiten la posibilidad de un diálogo.

Sin duda, la presencia de los representantes de las distintas religiones -fueron invitados para hablar sobre "¿Qué piensan las religiones del ateísmo?" el padre Hugo Segovia, de la Iglesia Católica; Daniel Somerstein, en representación del judaísmo; el dirigente musulmán Kamel Gómez y el pastor metodista Jaime Wheeler- contribuye a darle consistencia al declarado objetivo de fomentar el pensamiento crítico y la tolerancia.

Así lo siente uno de ellos, el padre Hugo Segovia, al frente de la parroquia San Carlos Borromeo. "Es un encuentro impensado hace 30 o 40 años atrás y ofrece un aporte a un debate positivo, sin confrontaciones, sin buscar en el otro a un enemigo", dice Segovia que ni siquiera consideró necesario solicitar autorización al obispado. "La Iglesia -destacó en diálogo con LA NACION el viernes, día en que se inauguró el congreso- dialoga con todos, con sus cristianos y también con quienes profesan otra fe o directamente dicen que no la tienen."

Fiel a sus convicciones y con ánimo amigablemente provocador, De la Torre desafía: "Estamos convencidos de que si se nos presenta una prueba irrefutable de la existencia de Dios, nadie lo dude, dejaremos de ser ateos".

Darío Palavecino
© LA NACION, 7-12-08




La Política: obligación moral del cristiano (1)


Mario Meneghini

El libro que se presenta, procura sistematizar la doctrina aplicable en la participación política de los católicos, según el Magisterio de la Iglesia. Ante la ausencia pertinaz de muchos laicos católicos en la vida cívica, es necesario tener en cuenta que en política, como en la física, no existe el vacío. Cuando los buenos ciudadanos no se ocupan de la cosa pública –decía Sarmiento- son los delincuentes y aventureros quienes acceden al gobierno.
El catolicismo posee una doctrina política, que integra la Doctrina Social de la Iglesia, y, como ésta, es obligatoria para los bautizados. Nos preocupa, por eso, que, desde hace tiempo, importantes intelectuales que profesan nuestra misma fe, difundan criterios que conducen a abstenerse de participar en la vida cívica, poniendo en duda la ortodoxia de quienes sostenemos lo contrario. La polémica no se limita a las cuestiones operativas, opinables por definición, sino que incluyen la interpretación de los principios, sobre los cuales no puede haber discrepancia.

En 2002, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el Cardenal Ratzinger, promulgó una Nota Doctrinal sobre la responsabilidad de los católicos en la vida pública. Es el último documento de la Iglesia sobre esta materia, pero el mismo no hace más que actualizar el magisterio anterior; baste señalar que cita expresamente (Ref. 11) las principales encíclicas anteriores al Concilio Vaticano II:

-De León XIII: Diuturnum illud
Immortale Dei
Libertas

-De Pío XI: Quadragesimo anno
Mit Brennender sorge
Divini Redemporis

-De Pío XII: Summi Pontificatus

Es cierto que una encíclica puede contener en su texto alguna frase confusa o ambigua, que justifique la duda o la discrepancia, pero, cuando sobre un mismo tema se expiden del mismo modo docenas de documentos, de varios Papas, no puede quedar dudas de que se trata de la doctrina auténtica. En la Nota Doctrinal no existe ninguna contradicción con las encíclicas citadas, ni con ninguno de los 59 documentos que integran la compilación de la Biblioteca de Autores Católicos (tomo “Doctrina Política”).

En esta oportunidad, voy a resumir el tema enfocando el análisis en dos párrafos de la Nota Doctrinal:

“(en) las actuales sociedades democráticas todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes” (p. 1).

“generalmente puede darse una pluralidad de partidos en los cuales pueden militar los católicos para ejercer su derecho-deber de participar en la construcción de la vida de su país” (3).

Estas dos frases incluyen los tres ejes de la polémica actual: la democracia – los partidos – el voto. Uno de las causas de la discrepancia radica en no distinguir entre lo doctrinal y lo prudencial, lo que conduce a asignarle a las propias preferencias sobre temas instrumentales la categoría de principios. La posición rigorista llega a extremos insólitos; el Profesor Stan Popescu, prestigioso autor, sostiene: “Durante dos mil años, la humanidad se desarrolló y evolucionó sin política”; “La filosofía de la política va ligada estrechamente a la teología del infierno” (2).
El enfoque realista de la política, queda expuesto en una frase de Ratzinger: ser sobrios y realizar lo que es posible, en vez de exigir con ardor lo imposible. Analicemos la posición oficial de la Iglesia con respecto a los tres ejes mencionados.

Democracia

Distinguidos intelectuales católicos sostienen que la democracia conduce inevitablemente a la perversión, utilizando dicho vocablo como si fuera unívoco, cuando es polisémico. El magisterio condenó el liberalismo político y sus derivados, el mito de la soberanía del pueblo y la democracia como forma de gobierno. Sin embargo, desde Pío XII consideró conveniente referirse a la democracia como forma de Estado o régimen político, que se opone al totalitarismo y procura el bien común, siendo compatible con cualquier forma lícita de gobierno. Es una manera de designar la legitimidad de ejercicio, y resulta aceptable, si cumple determinados requisitos. La última formulación se encuentra en la encíclica Centesimus Annus:

“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que:
-asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas
-y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes,
-o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica”.

Al decir que “aprecia” el sistema de la democracia, queda en claro que no lo considera el único posible, pero sí lícito. Coincidiendo con el enfoque doctrinario, un famoso tratadista de Derecho Constitucional, Bidart Campos, aporta esta definición:
“La democracia es una forma de Estado que, orientada al bien común, respeta los derechos de la persona humana, de las personas morales e instituciones, y realiza la convivencia pacífica de todos en la libertad, dentro del ordenamiento de derecho divino y de derecho natural” (Doctrina del Estado Democrático).

Partido político

Uno de los aspectos más criticados de la política contemporánea es el de la representación, puesto que el sistema de partidos degenera frecuentemente en la partidocracia. Como en tantos campos de la actividad humana, también en éste la legislación tiende a favorecer indebidamente a quienes dictan la ley, que son, precisamente, aquellos que se postulan para los cargos públicos. Pero el instrumento en sí no es necesariamente malo, y por eso la Constitución Gaudium et Spes reconoce que es conforme a la naturaleza humana que se constituyan dichas estructuras para agrupar a los ciudadanos, según sus preferencias.

En el mundo contemporáneo, en la casi totalidad de Estados, existen sistemas pluripartidarios o de partido único; las pocas excepciones consisten en Estados con gobiernos de facto. Pero, aún en esos casos, la experiencia del último siglo indica que, luego de períodos transitorios, se produce el eterno retorno de los partidos. No se ha logrado articular una forma de convivencia que pueda prescindir de los mismos en la actividad política. Procurar el reemplazo de los procedimientos actuales de selección de los gobernantes, constituye un noble esfuerzo, siempre que la alternativa propuesta sea factible y no una fórmula teórica, para ser aplicada en un futuro indefinido.
Sobre esto escribió Pablo VI: “La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea rehuir de las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas” (O.A., 37).

Debe reflexionarse, además, en que hoy más que nunca la actividad gubernamental es tremendamente compleja y requiere una formación adecuada, que se adquiere luego de muchos años de estudio y experiencia. Precisamente, porque no aceptamos la ilusión populista de que cualquier persona puede desempeñar un cargo público, ni bastan la honestidad y el patriotismo para gobernar con eficacia, es que pensamos que resulta imprescindible constituir grupos de hombres con auténtica vocación política, que se preparen seriamente para gobernar. Y, por ahora, no hay otra vía idónea que la que ofrecen los partidos, que se fundamentan -o deberían hacerlo- en una cosmovisión global y elaboran programas con las soluciones que proponen para cada uno de los problemas que debe afrontar el Estado. De todos modos, aclara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que la adhesión de los católicos a un partido nunca será ideológica sino siempre crítica (573). Por consiguiente, con esos recaudos, pueden incorporarse a uno, crear uno nuevo, o simplemente apoyar al que les parezca más confiable.

El voto

Suele mencionarse una frase de Pío IX, para justificar la ausencia en todo proceso electoral: sufragio universal, mentira universal. Pese a las objeciones que puedan hacerse a dicho método –que se aplica actualmente en todos los países-, nunca la Iglesia ha afirmado que votar, estando vigente dicho sistema, implique una falta; por el contrario, exhorta a votar como exigencia moral, según se indica taxativamente en el Catecismo (p. 2240) y en Gaudium et Spes (p. 75). Carece de toda lógica suponer que dichos documentos se refieren al voto en sentido abstracto, y no a la forma de votar que rige en el mundo contemporáneo.
Por otra parte, el sufragio universal se limita a habilitar a todos los ciudadanos a participar en la elección de los gobernantes, en igualdad de condiciones. No es sinónimo de sistema electoral, que es el que suele contener aspectos criticables, que impiden una adecuada representación de la ciudadanía, y que nunca será modificado sin la participación activa de quienes se oponen a él.
Consideramos que no pueden negarse a intervenir en la vida cívica, por defectuosa que sea la forma actual de las instituciones. León XIII enseñó al respecto que: “No acuden ni deben acudir a la vida política para aprobar lo que actualmente puede haber de censurable en las instituciones políticas del Estado, sino para hacer que estas mismas instituciones se pongan, en lo posible, al servicio sincero y verdadero del bien público... “(Immortale Dei, 22).

Hecho el análisis precedente, se advierte que la empresa de reconstruir el orden social no es sencilla ni fácil, y los católicos debemos aceptar la guía de la Iglesia, cuya experiencia milenaria resulta invalorable, sin olvidar que es depositaria de la Verdad. Como expresaba Chesterton, no quiero una religión que tenga razón cuando yo tengo razón, quiero una religión que tenga razón cuando yo me equivoco. Pues bien, la doctrina de la Iglesia en materia de regímenes políticos, nos enseña que, en el terreno de las ideas, los católicos pueden preferir uno u otro, incluso llegar a precisar cuál es el mejor, en abstracto, puesto que la Iglesia no se opone a ninguna forma de gobierno legítimo. Pero, en cada sociedad, las circunstancias históricas van creando una forma política específica, que rige la selección y reemplazo de los gobernantes. Y, como toda autoridad proviene de Dios, cuando se consolida de hecho un régimen político determinado, “su aceptación no solamente es lícita, sino incluso obligatoria, con obligación impuesta por la necesidad del bien común...” (Au Milieu des Sollicitudes; p. 22, 23, 15).

Si en este siglo se ha producido un alejamiento de los católicos de la actividad política, ello se debe a un menosprecio de la misma -la "cenicienta del espíritu", según Irazusta-, y a una cierta pereza mental que impide imaginar soluciones eficaces para enfrentar los problemas espinosos que plantea la época.
Nunca como hoy la Iglesia ha insistido tanto en el deber cristiano de actuar en la vida social y política. Llama la atención la precisión y severidad con que Juan Pablo II advierte que: “...los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política.” (...) Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican en lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”. (Chistifedelis Laici, 42).

Que no es imposible ni inútil la empresa, lo demuestra la actuación de tantos dirigentes católicos que, sin renegar de su fe, trabajaron en este campo en consonancia con el bien común. Mencionaremos sólo tres casos de políticos del siglo XX, que están en proceso de beatificación:
-Giorgio La Pira (Alcalde de Florencia)
-Robert Schuman (uno de los fundadores de la Unión Europea)
-Julius Nyerere (Presidente de Tanzania, durante 25 años)

Considero inaceptable, entonces, la actitud de algunos distinguidos intelectuales de negarse a participar en la vida cívica, por considerar cuestionable la misma Constitución y el sistema electoral que de ella deriva, y promover la abstención como única conducta válida para quienes rechazan la teoría de la soberanía popular. Por el contrario, la obligación moral de participar será tanto más grave, cuanto más esenciales sean los valores morales que estén en juego.
Estimo que, sostener en vísperas de toda elección, que es inútil y hasta una falta moral ejercer el voto, pues todos los candidatos son malos y todos los programas defectuosos, revela una apreciación equivocada de la actividad política.
Para cada sociedad política, pueden existir, simultáneamente, tres concepciones del régimen político: el ideal, propuesto por los teóricos; el formal, promulgado oficialmente; y el real -o constitución material-, surgida de la convivencia que produce transformaciones o mutaciones en su aplicación concreta. De modo que negarse a reconocer una constitución formal, implica, a menudo, enfrentarse con molinos de viento, limitándose a un debate estéril, porque, además, no se tiene redactada la versión que se desearía que rigiera.

Si, como afirma Aristóteles, es imposible que esté bien ordenada una polis que no esté gobernada por los mejores sino por los malos, resulta imprescindible la participación activa de los ciudadanos para procurar seleccionar a los más aptos y honestos para el desempeño de las funciones públicas. Nos alienta a continuar en el arduo camino de servir al bien común, con los instrumentos disponibles, el consejo de Santo Tomás Moro, Patrono de los Gobernantes y los Políticos:
"La imposibilidad de suprimir en seguida prácticas inmorales y corregir defectos inveterados no vale como razón para renunciar a la función pública. El piloto no abandona su nave en la tempestad, porque no puede dominar los vientos".


Referencias

1) Exposición en el acto de presentación del libro del autor “La Política: obligación moral del cristiano”; Córdoba, Editorial Del Copista, 2008.

2) “Psicología de la política”; Buenos Aires, Euthymia, 1991.

Propuesta de "despenalizar" homosexualidad esconde mucho más



El Vaticano expresó su recelo ante la propuesta que Francia, como presidente de turno de la Unión Europea (UE), plantea presentar ante la ONU para exigir la "despenalización" universal de la homosexualidad.

En unas declaraciones que recoge la prensa romana, el representante permanente del Vaticano ante la ONU, monseñor Celestino Migliore, expresa su recelo ante la iniciativa de Francia, que, según fuentes oficiales francesas, pretende iniciarse el próximo 10 de diciembre. "El catecismo de la Iglesia católica dice, y no desde hoy, que en lo que respecta a las personas homosexuales se debe evitar cualquier muestra de injusta discriminación. Pero aquí la cuestión es otra", dice monseñor Migliore en una entrevista a la agencia de noticias francófona I.Media, especializada en temas vaticanos.

"Con una declaración de valor político, suscrita por un grupo de países, se pide a los Estados y a los mecanismos internacionales de actuación y control de los derechos humanos que añadan nuevas categorías protegidas de la discriminación, sin tener en cuenta que, si se adoptan, éstas mismas crearán nuevas e implacables discriminaciones", añade. Por ejemplo, dice el representante del Vaticano ante la ONU, "los Estados que no reconocen la unión entre personas del mismo sexo como 'matrimonio' serán puestos en la picota y serán objeto de presiones". Monseñor Migliore asegura que todo lo que va en favor del respeto y de la tutela de las personas forma parte del patrimonio humano y espiritual de la Iglesia Católica.

La secretaria de Estado francesa de Derechos Humanos, Rama Yade, anunció el pasado 17 de mayo, con motivo de la Jornada Internacional contra la homofobia, la intención de su Gobierno de llevar la despenalización universal de la homosexualidad ante la ONU durante su periodo de presidencia de la UE, que finaliza el 31 de diciembre.

La Santa Sede contra la discriminación injusta de homosexuales
Por su parte, el portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, ante interpretaciones de algunos medios de comunicación, aclaró que la Santa Sede está en contra de las injustas discriminaciones de los homosexuales.

El padre Lombardi emitió una declaración con la que comenta la oposición expresada en una entrevista por monseñor Migliore a la propuesta presentada por Francia de aprobar la despenalización universal de la homosexualidad, que podría incluir al mismo tiempo la imposición del matrimonio homosexual en la legislación de los diferentes países.

Respondiendo a las preguntas de periodistas, el director de la Oficina de Información de la Santa Sede aclaró: "Obviamente nadie quiere defender la pena de muerte para los homosexuales, como alguno quisiera dar a entender".

"Los conocidos principios del respeto de los derechos fundamentales de la persona y del rechazo de toda injusta discriminación -reconocidos claramente por el mismo Catecismo de la Iglesia Católica- excluyen evidentemente no sólo la pena de muerte, sino todas las legislaciones penales violentas o discriminatorias en relación con los homosexuales".

El número 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba".
"Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta -pide el Catecismo-. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición".

Según el portavoz vaticano, la propuesta francesa no sólo busca "despenalizar la homosexualidad", "sino además introducir una declaración de valor político que puede derivarse en sistemas de control, según los cuales, toda norma -no sólo legal, sino también relativa a la vida de los grupos sociales o religiosos- que no ponga exactamente en el mismo nivel toda orientación sexual podría ser considerada como contraria al respeto de los derechos del hombre".

"Esto puede convertirse claramente en un instrumento de presión o discriminación ante quien, sólo por poner un ejemplo muy claro, considera que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la forma fundamental y originaria de la vida social y como tal ha de ser privilegiado", aclaró el padre Lombardi.

"No es casualidad que menos de 50 estados miembros de las Naciones Unidas hayan adherido a esta propuesta, mientras que más de 150 no han adherido. La Santa Sede no es la única", concluyó.


AICA, 3-12-08