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HORMONIZACIÓN Y CIRUGÍAS DE GÉNERO

 

 un libro afirma que la medicina está olvidando su juramento de no dañar

 

Claudia Peiró

Infobae, 19 de abril de 2025

 

La medicina bajo el dominio de las ideologías identitarias: el nuevo libro de Caroline Eliacheff y Céline Masson

 

Cuando en 2022 escribieron La fábrica del niño transgénero -preocupadas por la rapidez con la cual cierta medicina derivaba a menores a tratamientos de hormonización para cambiar de género-, las francesas Caroline Eliacheff, psiquiatra infantil, y Céline Masson, psicoanalista, creyeron -“ingenuamente”, dicen hoy-, que “un consenso se formaría en lo atinente a los menores”.

 

En cambio, sucedió lo contrario: fueron boicoteadas, canceladas e insultadas. Eso no las desalentó, como lo demuestra su nuevo libro: Le sermon d'Hippocrate. La médecine sous l'emprise des idéologies identitaires (El sermón de Hipócrates. La medicina bajo el dominio de las ideologías identitarias), todavía no traducido al castellano.

 

Cuando dicen “lo atinente a los menores”, las autoras se refieren a una situación análoga a la de la Argentina en materia de tratamiento a niños y adolescentes que se declaran trans, que dicen ser del sexo opuesto al de nacimiento. En ambos países la legislación es ultra permisiva, abundan servicios de salud que aplican tratamientos con bloqueadores de pubertad a niños de 10 u 11 años (para frenar el desarrollo sexual), luego, hormonización cruzada para desarrollar caracteres sexuales del género deseado -a partir de los 15 ó 16 aproximadamente- y, finalmente, cirugías (mastectomías, histerectomía, castración, fabricación de seudo órganos sexuales, etc). Todo ello a partir de aceptar la autopercepción de adolescentes que se autodiagnostican a partir de interacciones en las redes donde el lobby transgenerista es muy activo; allá también, escuela y autoridades preconizan la llamada “transición social” aceptando como algo natural e incluso festejable la declaración de un niño o niña o de un adolescente de pertenecer al sexo opuesto al de nacimiento.

 

Esta autodeterminación de niños y adolescentes es sostenida por el discurso de la autonomía progresiva cuya contracara es la defección de los adultos respecto de su responsabilidad.

 

Un enfoque médico temerario acepta como diagnóstico la autopercepción de género de adolescentes que se auto-diagnostican a partir de interacciones en las redes (Imagen Ilustrativa Infobae)

 

“No habíamos tomado conciencia de la amplitud de la presencia proselitista [de las asociaciones militantes] (yo de sus defensores) en todos los mecanismos del Estado, en los partidos políticos, en la universidad, en los Ministerios (en particular en Educación y Salud), en los municipios, en otros organismos dependientes del Estado (...) y por supuesto en los servicios de salud dedicados al tema”, reflexionan hoy Eliacheff y Masson, a partir de las agresiones que recibió luego de su primer libro.

 

La prensa, escrita y audiovisual, también ha sido copada por “los discursos trans-afirmativos”, advierten. Es decir, la idea de que basta la expresión de la voluntad personal para iniciar una transición de género, así se trate de un menor de edad o de una persona afectada por otras comorbilidades.

 

La transición de género es presentada como “un viaje al encuentro de sí mismo”, o como una terapia de prevención del suicidio, a la vez que se ocultan o minimizan los efectos secundarios de estos tratamientos y el carácter irreversible de la mayoría de ellos. Los bloqueadores de pubertad son comparados al botón pausa de un reproductor de video. Se detiene el desarrollo por algunos años y luego se lo reanuda sin problema...

 

En aquel primer libro (febrero de 2022), analizaban el crecimiento exponencial de casos de disforia de género entre adolescentes, sobre todas las mujeres, dato que los promotores de estas prácticas relativizan. Y que se repite en otros países, incluido el nuestro, como lo confirman las cifras de los casos recopilados por la asociación MANADA (Madres de Niñas y Adolescentes con Disforia Acelerada).

 

En su nuevo libro (febrero de 2025) Eliacheff y Masson se preguntan por qué tantos médicos ponen en práctica métodos dañinos para esos menores, denuncian el abandono de la responsabilidad adulta -siempre en nombre de la autonomía progresiva- y postulan una alternativa al tratamiento que se da a la disforia de género adolescente que incluye una distinta definición del malestar.

 

La mayoría de las adolescentes tratadas como trans “no reúnen los criterios de diagnóstico de la disforia de género”, dicen. Hay un sobrediagnóstico que oculta otros trastornos.

 

En el posfacio del libro, el catedrático Didier Sicard, profesor honorario de medicina interna en la Universidad de Paris Cité, que por casi una década presidió el Comité consultivo nacional de ética, señala que la medicina va camino a dejar de ser un humanismo y eso es alentado “por la financiarización creciente en detrimento del cuidado”.

 

La modificación del humano es una actividad mucho más lucrativa que el cuidado, asegura. Es que, como sucede en Argentina donde estos costosos tratamientos están incluidos en el Plan Médico Obligatorio (PMO), allá también la cobertura total de las transiciones constituye “un factor evidente de aliento; si me lo pagan, es que es algo seguro”, dice este profesor.

 

Sicard enumera algunos de posibles efectos secundarios de la hormonización sin motivos médicos de cuerpos adolescentes: cáncer de hígado, meningiomas, desmineralización ósea, esterilidad, ausencia de vida sexual. En definitiva, dice, se convierte a esos niños en “material de laboratorio, (lo que) parece ser la última de las preocupaciones de una medicina deshumanizada”.

 

Una muestra de cómo, a partir de la Ley Trans (2012), en la Argentina se viene facilitando y hasta promoviendo la autodeterminación de los menores para tomar decisiones tan drásticas e irreversibles como la transición de género.

El único argumento que esgrimen a los médicos en defensa de estos tratamientos es que buscan aliviar un sufrimiento. Un sufrimiento que es psíquico pero que no se busca tratar primero en ese plano. En cambio, se recurre a terapias destinadas a otros síndromes endocrinos, a la intersexualidad de nacimiento (hermafroditismo), a la pubertad precoz, etc. Pero en esos casos se trataba de la verdadera función de la medicina: corregir un desorden, no provocarlo.

 

Hoy muchos médicos dejan de lado el principio esencial primum non nocere (lo primero es no hacer daño).

 

Consciente de que estas prácticas están atravesadas por el debate ideológico izquierda - derecha, Sicard señala que “asimilar la defensa de niños y adolescentes a un comportamiento de ultra derecha es algo increíble”. La medicina no debe someterse a las modas del momento, sostiene.

 

El libro de Eliacheff y Masson denuncia una actividad médica que rosa lo delictivo porque responde a intereses económicos y llama la atención sobre el peligro que esto representa para el futuro de niños y adolescentes.

 

Cuando el tema de los menores trans llega a los medios, los servicios que promueven estos tratamientos imprudentes aseguran que toman todas las precauciones necesarias antes de proceder -hasta llegan a negar que se trate a menores de edad-, pero los testimonios de los pacientes y de sus familias contradicen estos argumentos y atestiguan de tratamientos hormonales tempranos, incluso en presencia de otros trastornos paralelos a la disforia. Es otra analogía con lo que sucede en nuestro país.

 

Eliacheff y Masson denuncian en el libro -y también esto vale para la Argentina- que no existe la suficiente información a los pacientes ya sus familias acerca de los efectos secundarios de los tratamientos y de la existencia de alternativas como una psicoterapia, además de recomendar una espera prudente, porque la mayoría de estas disforias repentinas en la adolescencia desaparecen con el tiempo. Las autoras están convencidas de que, “aunque su sufrimiento puberal es real, [esos adolescentes] no son 'trans' (si bien una minoría podrá serlo y hacer su transición más tarde)”.

 

Los transexuales existieron siempre, dicen, “en todas las civilizaciones, de forma muy minoritaria”. Como todas las minorías, tienen derecho a la no discriminación. Pero actualmente, “su postura victimista ha servido como caballo de Troya” de “un militantismo de género que trata de imponerse a toda la sociedad como un nuevo orden moral”.

 

La mayoría de los menores resuelven solos sus problemas de género cuando llegan a la edad adulta, siempre que no hayan hecho la transición social ni médica, dato que acentúa la irresponsabilidad de promover la transición temprana de púberes y adolescentes, advierten.

 

Pero los profesionales que piden prudencia, que sugieren por ejemplo una psicoterapia exploratoria, son sistemáticamente tratados de transodiantes, maltratadores, reaccionarios, charlatanes y, obviamente, ultraderechistas (como advierte Sicard).

 

Las asociaciones trans pretenden que los médicos aceptan sin demora ni condiciones la identidad de género de una persona, incluso menor de edad, y que las transiciones médicas dependen de su sola voluntad. También quieren imponer que los enfoques psicológicos sean solo afirmativos (seguirle la corriente al paciente), la despatologización (no derivar a terapia, salvo que la persona lo pida), y el derecho de los menores a la transición hormonal ya la cirugía.

 

Esta realidad se replica en casi todos los países occidentales. Sin embargo, los que han sido pioneros en esto han comenzado a revisar sus protocolos: Finlandia, Noruega, Suecia y Gran Bretaña han limitado los tratamientos aplicados a menores. Lo mismo sucede en 24 estados norteamericanos.

 

Pero, dicen las autoras, muchos servicios médicos siguen todavía con los ojos cerrados las directivas de la WPATH (World Professional Association for Transgender Health) cuyos postulados son que el niño sabe a qué género pertenece y no cambiará de opinión, que no hay contagio social y que el incremento de los casos se debe a la liberación de la palabra.

 

Aceptar la transición social favorece el desarrollo psíquico, afirma la WPATH, que también sostiene que los bloqueadores de la pubertad son reversibles y que negarle el tratamiento a una persona que se dice trans incrementa el riesgo de suicidio, que es ciertamente muy elevado entre esta población. Pero Eliacheff y Masson aseguran que no está demostrada la compensación entre transición médica y disminución de ese riesgo, esgrimido como amenaza ante la reticencia de padres o terapeutas.

 

En la Argentina se da el mismo fenómeno. Se desoyen las advertencias de los sistemas de salud de los países que están dando marcha atrás con estos tratamientos para proteger a los menores de estas terapias invasivas, irreversibles y para nada inocuas. Por caso, el Informe Cass, resultado del trabajo de 4 años de un equipo independiente de especialistas en el Reino Unido que llegó a la conclusión de que los tratamientos de transición están todavía en una etapa experimental y por el cual el gobierno de ese país suspendió los bloqueadores y hormonas en menores de edad, no fue prácticamente publicado aquí, ni mucho menos debatido ni siquiera entre los responsables de esta política.

 

Informe Cass: son las conclusiones de un estudio independiente, dirigido por la pediatra Hilary Cass, que revisó durante 4 años los protocolos para menores trans y su aplicación.

El 6 de febrero pasado, en nuestro país, el gobierno nacional promulgó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 62/2025, prohibiendo los tratamientos hormonales y las cirugías de cambio de sexo en menores de 18 años.

 

Llamativamente, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) reaccionó expresando “profunda preocupación”, en un comunicado en el que citan los derechos de los niños, mencionan la “autonomía progresiva” del menor, califican de “avance” a la Ley de Identidad de Género (n° 26743), tildan de “documento controversial” al Informe Cass, reiteran toda la doctrina que justifica estos tratamientos, a saber que “la falta de acceso a la salud integral aumenta la prevalencia de depresión, ansiedad e intentos de suicidio”, mientras que los tratamientos de transición “mejoran significativamente la calidad de vida y el bienestar”.

 

Concluye evocando a sus más de 20.000 socios, lo que lleva a preguntarse si el contenido de este comunicado de la comisión directiva de la SAP es compartido por esa cantidad de pediatras a lo largo y ancho del país.

 

Nótese el eufemismo “acceso a la salud integral”, cuando están hablando de frenar el desarrollo puberal, dar hormonas del sexo opuesto a adolescentes e incluso practicar cirugías mutilantes en menores.

 

Eliacheff y Masson señalan justamente los eufemismos a los que apelan a quienes practican una medicina al servicio de una ideología. Por ejemplo, “torsoplastia” por ablación de los senos.

 

LOBOTOMÍA Y ESTERILIZACIÓN

Ofrecen “soluciones milagrosas, explotando la inmadurez afectiva frecuentemente asociada a trastornos psíquicos entre los jóvenes así como el desconcierto de los padres”, dicen las autoras, que además citan otros ejemplos de terapias que causaron más daño que curación, como la lobotomía, método inventado por un neurólogo portugués para curar enfermedades psiquiátricas consistente en cortar las fibras que ligan el lóbulo frontal con el resto del cerebro.

 

Hoy escandaliza, parece delirante, pero Antonio Egas Moniz fue Premio Nobel de Medicina en 1949 “por el descubrimiento del valor terapéutico de la leucotomía para ciertas psicosis”.

 

El método fue llevado a los Estados Unidos por el neurólogo Walter Freeman que se unió a un cirujano e hizo millas de lobotomías, incluyendo la que dejó en estado casi vegetativo a una hermana de John F. Kennedy.

 

No todos los médicos creyeron en esto y hubo varias críticas desde el primer momento, sin embargo la lobotomía se siguió practicando casi hasta los años 80.

 

“Los médicos se creen en el campo del bien -dicen Eliacheff y Masson- al punto de descuidar todas las alertas que ponen en duda sus resultados, su comodidad, su notoriedad y los poderes adquiridos”.

 

También evocan el caso de la histeria, enfermedad nerviosa abrumadoramente femenina, tratada a fines del siglo XIX con métodos tan brutales como la ablación del clítoris y la histerectomía. Como con la lobotomía, entonces también hubo profesionales que denunciaron esto como una mutilación y nada más, y que preconizaron un tratamiento psicológico de ese trastorno.

 

En el siglo XX se produjo incluso un deterioro ideológico, advierten las autoras: la histeria pasó a ser vista como un problema genético y no orgánico. La esterilización evitaría su propagación. Era el surgimiento de las teorías eugenésicas.

 

“Si el eugenismo afectó a las histéricas del siglo XIX, el transhumanismo del siglo XXI no deja de tener relación con las demandas actuales de cambo de sexo”, afirman Eliacheff y Masson.

 

Citan a Pierre-André Taguieff, quien dijo que “eugenistas y transhumanistas comparten la idea--fuerza según la cual las creencias religiosas tradicionales deben ser reemplazadas por una nueva fe encuadrada en el deseo de mejorar la vida de las generaciones futuras a través de una remodelación de la naturaleza humana”.

 

¿No hay acaso un paralelo entre quitar los senos para aliviar el sufrimiento psíquico y castrar a las histéricas como creía el ginecólogo alemán Alfred Hegar que aseguraba que “la eliminación de las glándulas genitales suprimía el mal”'?, se preguntan las autoras.

 

Del juramento de Hipócrates se olvida el compromiso de “no dañar”; y se convierte en una persona básicamente sana en un paciente de por vida, estéril, y que muy posiblemente padecerá de anorgasmia.

 

UNA NUEVA PROPUESTA CLÍNICA

Eliacheff y Masson afirman que la transversión se basa en una ideología que “implica un corte con la realidad (la diferencia de sexos) y un cambio de paradigma”. Quienes la promueven necesitan convencer a la gente de que se puede cambiar de sexo para lo cual ejercen presión afectiva sobre las personas, neutralizan el debate y aíslan a los contradictores.

 

Por eso ellas sostienen que el aumento de casos no es resultado de la liberación de la palabra sino de la liberación de la oferta.

 

Con lógica despertó, se sostiene que hablar de sexo biológco es casi un delito, una violencia contra la comunidad LGBTQIA+, dicen. La crítica es equiparada a la ofensa. Toda diferencia es una injusticia a combatir. Hasta la biología es recusada por discriminadora, intolerante, incluso transfóbica.

 

Eliacheff y Masson no teorizan en abstracto; ambas han tratado y tratan casos. Sobre la base de esa experiencia y de sus constantes investigaciones, han elaborado una nueva propuesta clínica para el tratamiento de la disforia adolescente.

 

En primer lugar proponemos usar la expresión Angoisse de Sexuation Pubertaire (ASP), que se puede traducir como Angustia de Desarrollo Sexual Puberal.

 

Los síntomas son: angustia marcada y persistente que puede llegar hasta el ataque de pánico ante la aparición de los caracteres sexuales secundarios; preocupación excesiva (pensamiento rumiante), vergüenza de su físico, estrategias de ocultamiento de esos caracteres, miedo, ansiedad, tristeza, culpa, desvalorización, temor a la agresión ligada a ese desarrollo (burlas, comentarios), miedo a la sexualidad adulta, cambios de humor, enojos.

 

Estos síntomas pueden verse agravados por comorbilidades: trastornos alimentarios, ansiedad social, depresión, antecedentes de agresión y/o estrés postraumático, trastorno de atención (TDA/H) y trastornos del espectro autista.

 

Estos jóvenes, dicen, son presa fácil de un discurso mediático e incluso académico que ofrece una solución rápida y radical. Si te sentís mal con tu cuerpo es porque sos trans. Un autodiagnóstico que refuerza el rechazo al cuerpo y la imposibilidad de adaptarse a sus cambios.

 

Lo que se fomenta desde el activismo transgénero es afirmar la idea de haber nacido en el cuerpo equivocado, rechazar toda indagación sobre el origen del malestar y anunciar acerca de la existencia de pulsiones suicidas a fin de obtener bloqueadores de la pubertad.

 

El enfoque que proponen Eliacheff y Masson para la ASP es muy diferente: las hormonas deben estar vedadas hasta la mayoría de edad; se debe realizar una evaluación completa (individual, familiar y social) y preconizar un tratamiento psicoterapéutico, incluso psicofarmacológico de ser necesario.

 

El libro se abre y se cierra con el relato en primera persona ya dos voces de un caso de disforia de género acelerada: una chica y su padre cuentan esos tres años vividos desde que ella, a los 13, creyó haber nacido en el cuerpo equivocado y hasta que a los 15 se reconcilió con su sexo biológico.

 

El sitio LGBT al que acudió, cuenta Lou (nombre ficticio), “solo apoyaba la idea de que si un joven o una joven no entra en los estereotipos de género al cual pertenece, entonces forzosamente es trans”. Ella hubiera preferido que le dijesen que “es normal a esa edad sentirse incómoda con el propio cuerpo, que no tiene nada de malo ser un poco masculino, explorar otros estilos”.

 

Y deplora que hayan denunciado a su padre ante la justicia por insistir en que tenía una hija y no un hijo. También sucede en Argentina.

 

A sus 15 no era consciente de los peligros ni de la irreversibilidad de algunas decisiones. El enfoque trans-afirmativo lleva a jóvenes en situación de profundo malestar a optar por cosas que modificarán sus cuerpos de modo definitivo.

 

Lou, que hoy es mayor de edad, envía un mensaje a los jóvenes que padecen la misma angustia que vivió ella: “Hay que entender que existen otras maneras de vivir con esta disforia, de aliviarla, incluso vencerla”. Y agrega: “Hay que alentar a los jóvenes a tomar el camino de la exploración de su identidad y de su cuerpo, antes que el de modificarlo para igualarlo a los estereotipos del sexo opuesto”.

ABORTISTAS A CUATRO MANOS

 

LA ÚLTIMA SEMANA DEL GOBIERNO DE ALBERTO FERNÁNDEZ

 

NOTIVIDA, Año XXIII, Nº 1344, 12 de diciembre de 2023

 

Alberto Fernández aprovechó hasta último momento para consolidar y dejar plasmadas sus políticas abortistas, la semana pasada el Ministerio de Salud que encabezaba Carla Vizzotti publicó varios documentos, entre ellos:

 

Nota técnica Nº 10 subida a la web el 5/12/2023, sobre el Rol de la enfermería en la provisión de servicios de salud sexual y reproductiva (aborto incluido). Días antes habían publicado una nota técnica para ampliar -con el mismo objetivo- el Rol de las parteras. Ambas notas tienen “por objetivo presentar las recomendaciones internacionales sobre el rol de las personas obstétricas -o de la enfermería- en la atención de la salud sexual y reproductiva, con foco en el acceso a IVE-ILE, y en el acceso a métodos anticonceptivos, incluidos los métodos anticonceptivos de larga duración (LARC)”.

Las recomendaciones para hacer abortos medicamentosos se extienden al personal auxiliar (auxiliares de enfermería y auxiliares de partera), no así la aspiración al vacío (AMEU), que según las indicaciones podrían hacer parteras y enfermeras.

 

Nota técnica Nº 11 que hace una Interpretación de las normas para el acceso de las personas con discapacidad al aborto, subida el 7/12/2023. La nota resalta que “el Comité sobre los Derechos de las personas con discapacidad recomendó al Estado argentino revisar la legislación, incluyendo la Ley 27.610 (artículo 9), su reglamentación y su Protocolo, para garantizar que todas las mujeres con discapacidad puedan otorgar de manera autónoma su consentimiento previo e informado” para acceder a un aborto.

“La persona podrá ser asistida por una persona allegada de su elección, u otros mecanismos de apoyo (por ejemplo, una consejería sobre derechos sexuales) si así lo quisiera”. En el último párrafo se “reafirma la regla de la no judicialización que incluye la Ley 27.610 y que aplica también para la atención de las personas con discapacidad”.

 

Los documentos mencionados fueron elaborados por el Ministerio de Salud en colaboración con el Centro de Estudios de Sociedad y Estado (CEDES) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).

 

En la misma semana se dio a conocer el Informe de gestión anual (enero a octubre 2023) de la Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproductiva (DNSSR). Allí constan, por ejemplo, los 75.581 abortos reportados hasta octubre por las instituciones públicas de salud del país. Destaquemos que “reportados” no es lo mismo que “registrados”, por eso la cifra se va actualizando. En los años previos se reportaron 73.487 (2021) y 96.664 (2022).

 

Simultáneamente se difundió un catálogo con informes de implementación, gestión y monitoreo de la DNSSR y el Plan ENIA.

 

El 7 de diciembre (último día hábil de la gestión de Fernández) se publicó otro Catálogo que, a modo de legado, recopila materiales de capacitación, notas técnicas, guías, protocolos, fascículos, folletos y videos, elaborados por los abortistas en los últimos años.

 

A última hora se hicieron públicos incluso los videos destinados a la capacitación de los profesionales de la salud, configurados en su momento como ocultos. Tienen indicaciones como:

 

·       “La ecografía no está considerada como un estudio de rutina” antes de un aborto. Si por algún motivo fuera necesaria sólo se compartirá la imagen y sonido con la gestante, si ella expresamente lo solicita; si no lo pide se puede considerar tortura.

 

·       No ofrecer la posibilidad de abortar a una niña menor de 15 años es “violencia institucional” que puede acarrear responsabilidad administrativa, civil y/o penal.

 

Es de esperar que el gobierno que acaba de asumir revierta a la brevedad esta pesada herencia de “la cultura de la muerte”.

LA CULTURA DE LA MUERTE

 


 MONITOREA LA LEY DE ABORTO

 

NOTIVIDA, Año XXI, Nº 1311, 15 de diciembre de 2022

 

 

El Proyecto Mirar, una iniciativa creada para monitorear la implementación de la Ley de aborto presentó un nuevo informe, focalizado en “las desigualdades en el acceso al aborto” y con vistas a “la calidad en la atención”. Mirar es un trabajo conjunto del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) e Ibis Reproductive Health.

 

El escrito menciona que “los insumos son una dimensión clave para la calidad de la atención”. “Durante 2021 se distribuyeron 74.071 tratamientos, 4 veces más que en 2020” Y “en 2022 se incorporó la distribución del combipack (1 Mifepristona 200 mg + 4 Misoprostol de 200 mcg)”. Recuerdan que esto fue posible gracias a una donación de la IPPF (25.000 combipacks) y una posterior compra de 50.000 “tratamientos” realizada al Fondo de Población.

 

“Para el 2023, la perspectiva es continuar con la distribución de ambas drogas, reproduciendo la estrategia de provisión mediante donaciones y compras en el mercado internacional y nacional”. “Otra novedad del 2022 ha sido la puesta en marcha de los procesos de producción de la mifepristona en laboratorios públicos del país”. “Dos de estos laboratorios vienen produciendo misoprostol para abastecer al sistema de salud público (Laboratorio Industrial Farmacéutico de Santa Fe desde el 2019 y Productora Farmacéutica Rionegrina S.E. desde el 2021). Más recientemente se han sumado los Laboratorios Puntanos de San Luis y el Instituto Biológico Tomás Perón de La Plata”.

 

Se destaca el crecimiento de los servicios públicos de Salud que hacen abortos, que en la Ciudad de Buenos Aires son el 100%, todos los Cesacs y todos los hospitales, incluidos los pediátricos. A nivel nacional la cantidad de servicios públicos de salud que realizan abortos aumentó un 58%, no obstante, lo consideran “insuficiente” porque hay una “sobrecarga de los equipos de salud” especialmente de los que hacen los abortos después del “primer trimestre o segundo trimestre inicial”.

 

Sorprenden los datos consignados sobre los abortos en la provincia de Chubut. El total en sí mismo (985) supera al de provincias que la doblan en cantidad de población, por ejemplo: Corrientes, Chaco y Misiones. Pero lo más llamativo es la proporción de abortos que se realizaron después del primer trimestre, en el 71% de los casos la práctica se realizó cuando el embarazo superaba las 14 semanas, según consignan. Aclara también que el 96% de los abortos de Chubut se practicaron con medicamentos. Recordemos que de Chubut provino el caso FAL y que fue la primera legislatura provincial en aprobar una ley de aborto.

 

Se puntualiza que en marzo de 2022, la OMS publicó nuevas directrices para aborto y resaltan que “por primera vez, las recomendaciones de prestación de aborto de la OMS incluyen la autogestión del aborto con medicamentos (Recomendación nº50) y a trabajadores de la salud comunitaria y farmacéuticos como proveedores capacitados para el aborto con medicamentos hasta las 12 semanas de gestación (Recomendación nº28)”.

 

Entre las deudas mencionan “campañas públicas de comunicación y difusión del aborto como un derecho”. Denuncian la persistencia de “prácticas no recomendadas como el uso del legrado” y exhortan “a fortalecer la utilización de la AMEU con más capacitaciones y otras estrategias”.

 

Entienden que la objeción de conciencia “que no se ajusta a la Ley” también va en detrimento de la calidad de atención. Dice: “la objeción es para el que interviene directamente en la práctica” que no debe obstaculizar y tiene que derivar, pero “existen malas objeciones (que no son formalmente ejercicios del derecho a la objeción de conciencia sino prácticas por fuera de la ley), cotidianas del personal de salud en contacto con las personas usuarias pero que no está involucrado directamente en la práctica del aborto: por ejemplo, personal administrativo que obstaculiza o demora la recepción o la reserva de turnos”.

 

Valeria Islas directora Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, una de las referentes citadas en el estudio, entiende que a veces “se piden más requisitos de los que plantea la ley, sobre todo en el primer trimestre” por lo que “hay que ir revisando los micro-procesos de acceso a la atención”.

 

Se demanda que los profesionales de la salud además de intervenir ante la solicitud expresa de un aborto, sean activos “proveedores de información sobre la posibilidad y el derecho a interrumpir el embarazo”, es decir, que ofrezcan el aborto. Para eso hay que “deconstruir hábitos de atención”.

 

El reporte concluye proponiendo una agenda de temas pendientes en materia de “calidad de la atención de los servicios de aborto”, por ejemplo, relevar experiencias reales de utilización de los servicios para “identificar barreras en el acceso al aborto” y “evaluar si la ley se está implementando de manera apropiada según los estándares que el marco normativo y las recomendaciones internacionales indican”.

EL INFORME ANUAL


 de Planned Parenthood muestra que mató a 383.000 bebés en abortos

 

(LifeNews/InfoCatólica) 10-9-22

 

Fue otro año récord para la enorme empresa abortista Planned Parenthood. Aunque Planned Parenthood se presenta como una organización de «salud» de la mujer, en realidad es poco más que un negocio de abortos y de venta de órganos de bebés abortados.

 

Su informe anual de 2020, publicado esta semana, muestra que durante ese año se abortó a 383.460 bebés, un aumento de casi 30.000 bebés muertos en abortos en comparación con el año anterior. En 2019, la empresa mató a 354.871 bebés en estas prácticas.

 

Esto significa que Planned Parenthood mata a 1.050 bebés en abortos cada día, es decir, mata un bebé cada 82 segundos -aunque afirman que su principal objetivo es, simplemente, la atención a la salud de las mujeres.

 

Mientras tanto, Planned Parenthood, que dice ser «sin ánimo de lucro» y que admite tener orígenes intrínsecamente racistas, ganó más dinero que nunca, con unos ingresos de 1.714,4 millones de dólares, donados en parte por 633,4 millones de dólares de los contribuyentes.

 

Mientras que esta enorme asociación mató a más bebés en los abortos, el número de abortos en los Estados Unidos aumentó sólo un 2% - por lo que Planned Parenthood está haciendo un porcentaje cada vez mayor de todos los abortos realizados en los Estados Unidos cada año.

 

Con el Instituto Guttmacher, estimando 930.160 abortos, esto significa que Planned Parenthood mata el 41% de todos los bebés que mueren en abortos en los Estados Unidos.

 

El nuevo informe anual también muestra que la asociación ayuda a los clientes con cada vez menos atención médica legítima.

 

«En 2020, los centros de salud de Planned Parenthood atendieron a 2,16 millones de pacientes, prestando colectivamente más de 8,6 millones de servicios», informa Planned Parenthood, lo que supone un descenso de 240.000 clientes o una caída del 10% respecto a sus cifras de 2019. Eso ocurrió al mismo tiempo que su cifra de abortos aumentó un 8%.

 

Además, como muestran las cifras del informe anual, Planned Parenthood ayudó a menos personas con la anticoncepción, hizo menos procedimientos de colposcopia, menos pruebas de VIH, menos pruebas de Papanicolaou, menos vacunas, menos exámenes de mama y menos citas generales que el año anterior.

 

Y aunque Planned Parenthood mató a más de 383.000 bebés, sólo ayudó a 8.775 mujeres con atención prenatal. Eso significa que mató a 43 bebés en abortos por cada bebé que ayudó a nacer. Esto en cuanto a la planificación de la paternidad.