Religión en
Libertad, 12-6-2010
Apóstoles de la
doctrina social de la Iglesia... pero en torno a una concepción muy concreta
sobre la naturaleza del dinero. Ésta es, a grandes rasgos, la idea de Crédito
Social, una iniciativa que nació en Canadá en los años treinta de la mano de la
personalidad singular y emprendedora de Louis Even, un católico inquieto ante
las consecuencias de la Gran Depresión para millones de personas.
Even nació en
Francia en 1885, en el mismo lugar que San Luis María Grignon de Monfort y,
como él, fue un apóstol del rezo del Rosario durante toda su vida. Decimocuarto
de dieciséis hijos, en 1901 comenzó el noviciado en los Hermanos de la
Instrucción Cristiana de San Gabriel, congregación fundada en origen por el santo
y fusionada en 1835 con otra fundada por monseñor Gabriel Deshayes.
La persecución
religiosa desatada en Francia a raíz de la Ley Combes de 1903 obligó a disolver
el instituto, y Louis Even fue enviado como misionero a Canadá y Estados
Unidos, donde evangelizó a los indios y fue luego profesor en una escuela de
Montreal. Hombre de estudio y reflexión, se quedó sordo y le destinaron a la
imprenta de los Hermanos, donde adquirió oficio. En 1920 obtuvo la dispensa de
sus votos y en 1921 se casó con Laura Leblanc, con quien tuvo cuatro hijos.
El Crédito social
del mayor Douglas
En 1934, Even
descubrió las obras del mayor Clifford Hugh Douglas (18791952), militar e
ingeniero británico que propagaba desde 1918 la teoría del Crédito Social, que
le hizo célebre por sus críticas al sistema financiero de la banca privada y a
las teorías corrientes sobre la naturaleza del dinero. Afín en ciertos
conceptos a las teorías del distributismo y el cooperativismo, la idea cuajó en
varios países en forma de partido político, pero lo que hizo sobre todo Louis
Even fue convertirlo en una obra específicamente católica.
En 1936 comenzó a
publicar los Cuadernos del Crédito Social, y pronto recibió el importante apoyo
de Joseph-Ernest Grégoire, alcalde de Quebec, y de dos personas que
posteriormente contraerías matrimonio entre sí e iban a resultar decisivas en
el nacimiento del movimiento: Gérard Mercier y Gilberte Cote.
Durante los años
posteriores se dedicaron en exclusiva al apostolado del Crédito Social, que fue
adquiriendo dimensiones de movimiento político y social a través del periódico
Vers Demain [Hacia el mañana], y en 1949 comenzaron a utilizar la boina blanca
que pasaría a identificarles.
Extendidos cada
vez por más países, en 1961 se pusieron bajo la protección del Arcángel San
Miguel, y los apóstoles de la obra comenzaron a denominarse Peregrinos de San
Miguel, y así se denomina actualmente su periódico. Los Peregrinos se obligan a
rezar diariamente el Santo Rosario completo, el Ángelus y la Coronilla de San
Miguel.
Y es que, según
proclamaba Even, el trabajo espiritual es tan importante como las propias
teorías económicas que sostiene el grupo: «Como la dictadura comunista, como la
poderosa organización de la masonería, la dictadura financiera está bajo el
mando de Satanás. Simples armas humanas nunca serán capaces de superar ese
poder», afirmaba en 1973, recomendando el uso de las armas anunciadas por la
Virgen en Fátima, a saber, «la consagración a su Inmaculado Corazón -señalada
por llevar el escapulario-, el rosario y la penitencia».
Apoyo episcopal
Uno de los
principales apoyos de la obra de Louis Even fue el obispo auxiliar de Varsovia,
Zigniew Jozef Kraszewski, fallecido en 2004, quien prologó la edición polaca de
una de sus obras, En esta era de abundancia, considerándola «una exposición de
la doctrina social católica» que ayudará a «escoger el camino correcto de la
justicia social».
La obra de Louis
Even se convierte así en un caso único en la historia del apostolado católico.
No porque la teoría del Crédito Social haya sido respaldada como tal por la
Iglesia, pues se trata de una propuesta puramente económica y, en cuanto tal,
opinable, sino porque sus propagandistas son además apóstoles de los principios
generales de la doctrina social de la Iglesia, en el marco de un compromiso
personal de vida de piedad.
Y, de hecho, su
casa central, la Casa San Miguel, recibió del obispo de Saint-Hyacinthe
(Quebec), el permiso de tener el Santísimo Sacramento y celebrar misa, y
bendijo en 1975 el impresionante edificio de la Casa de la Inmaculada.