la revista “Civiltà Cattolica”
Stefano Fontana
Brújula cotidiana,
15-06-2023
El cardenal
Michael Czerny, jesuita y subsecretario del Dicasterio Pontificio para el
Desarrollo Humano Integral, ha publicado un artículo en el último número de “La
Civiltà Cattolica” titulado: “Actualizar y renovar la Doctrina Social de la
Iglesia”. Es significativo el hecho de que la actualización precede, y por
tanto orienta, la renovación, como si la lectura de los signos de los tiempos
partiera de los tiempos y no de los criterios de lectura de los mismos. Por
tanto, no sería la Doctrina Social quien lee los tiempos y los renueva, sino al
contrario.
El cardenal Czerny
considera que el pontificado de Francisco ha trazado ya el marco general en el
que insertar esta renovación de la Doctrina Social y por eso se ocupa de
describirlo. Todos conocemos ya sus elementos porque consisten en imágenes
recurrentes, un repertorio de frases hechas, aunque con poco contenido
teológico. El cardenal Czerny se limita a retomarlas y a reproponérnoslas. Así
habla del “clericalismo” como origen de todos los abusos en la Iglesia; de la
inculturación del cristianismo que no debe ser un nuevo colonialismo; de la
necesidad de superar la distinción entre Iglesia docente e Iglesia discente; de
escuchar “el clamor de la tierra y el clamor de los pobres”, de “invertir la
pirámide” y superar la mentalidad autorreferencial. Sobre todo, habla de la
nueva sinodalidad respetando escrupulosamente la retórica oficial habitual.
Cansa demasiado impugnar este nuevo vocabulario eclesial impuesto por el conformismo (mientras se habla de valorar las diferencias) y caracterizado por un desprecio de principio hacia las cosas que el magisterio de los pontífices anteriores enseñó de manera completamente diferente [el cardenal, por ejemplo, celebra Aparecida como matriz del nuevo paradigma, pero sin mencionar la intervención que realizó allí Benedicto XVI, completamente opuesta a la lectura que se hace de ella aquí].
Molesta porque es la repetición pasiva y complaciente de una docena de
palabras y conceptos –que son siempre los mismos- asumidos por costumbre y con
los que hoy se quisiera explicar todo. Gómez D’Ávila decía que el comunista
pretende explicarlo todo con 200 palabras. La Iglesia de hoy utiliza muchas
menos.
Una nueva
expresión me parece la de “Iglesia circular”, que parece tomada de la economía
circular que hoy está de moda. Si he entendido bien al cardenal Czerny,
“Iglesia circular” significaría una Iglesia que recibe antes de dar, que
aprende antes de enseñar, que escucha antes de hablar. Si es así, se trata de
una nueva fórmula para decir algo típico de la Iglesia tras el “giro
antropológico”, a saber, su paridad, si no subalternidad, con el mundo. Este
concepto de Iglesia circular resume todas las imágenes habituales vistas
anteriormente.
El cardenal aplica este marco a la Doctrina Social de la Iglesia, ¿y qué ocurre? La primera consecuencia es que ya no puede ser una “doctrina”. La “circularidad” entre la vida de la Iglesia y la historia, tal como se plantea con precisión, significa al menos dos cosas: que la Iglesia no tiene una palabra totalmente propia y original que decir y que lo que dice es siempre parcial, fruto precisamente de una incesante circularidad con las situaciones.
El historicismo del cardenal
Czerny no admite ninguna doctrina sino, a lo sumo, alguna experiencia de
diálogo y de acompañamiento mutuo sin demasiadas pretensiones. En cambio, el
término “doctrina” indica otra cosa: León XIII había elaborado un “corpus
doctrinal” que sigue siendo válido hoy, porque sigue siendo válido en sus
principios fundamentales. En la visión del cardenal Czerny, sin embargo, el
“estilo de vida” prevalece sobre la doctrina. No se trata de un cambio menor.
Sobre todo porque este “estilo de vida” no es más que un conjunto de actitudes.
La circularidad implica entonces la “conversión pastoral”, como dice el propio Czerny, y por tanto la primacía de la praxis, de la actividad sobre la pasividad, de la “activa participatio” sobre la contemplación y el misterio, algo que ningún documento social ha dicho nunca. Me ha parecido bastante inquietante esta frase del Cardenal: “La superación de un modelo de Iglesia centrado únicamente en la acción sacramental exige un esfuerzo por promover una acción pastoral que asuma los desafíos que plantea la historia”. Pero llegados a este punto, toda la historia se convierte en “sacramento” y la acción directa de la gracia queda reducida -¿hasta el punto de negarla? - incluso para la historia.
Czerny vuelve a proponer la idea de que la Doctrina Social de la Iglesia pertenece a la misión de la Iglesia y no es un elemento marginal sino esencial, pero cambia el sentido de lo que se entiende por “misión”.
Ya no debe entenderse como “el
ámbito de las aplicaciones prácticas que siguen a un conjunto de verdades
dogmáticas, sino de una acción que se sitúa en el corazón mismo del anuncio
evangélico”, con lo cual queda por explicar cómo se puede “anunciar” si no es
anunciando verdades dogmáticas que, si no han de ser “aplicadas”
reductivamente, deben sin embargo ser vividas en su capacidad originaria de
decir lo que la historia y las situaciones no pueden decir. Y esto no tiene
nada que ver con la “circularidad”.