DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Tenemos que preservar el cerebro del niño


Así lo afirma Abel Albino, reconocido pediatra y fundador de los centros Conin, que luchan contra la desnutrición en nuestro país

"No existen papeles pequeños, existen actores mediocres." Con esta frase, Abel Albino, reconocido pediatra y fundador de los centros Cooperadora para la Nutrición Infantil (Conin) en la Argentina, invoca a todas las personas a comprometerse con la lucha contra la desnutrición. "No basta con ser un buen ciudadano, además hay que contribuir al bienestar general. Mientras pensamos soluciones, miles de niños hambrientos están formando sus huesos y fabricando su sangre. De nosotros depende que tengan igualdad de oportunidades y una vida digna", agrega con tono firme y desesperado, este hombre que a los 61 años es el responsable de que 2000 niños amanezcan cada día con un futuro mejor y que 10.000 personas puedan salir adelante.

Replicando el exitoso modelo chileno impulsado por el doctor Fernando Monckeberg, Albino ha creado una red de centros Conin presentes en 20 ciudades argentinas y no se conforma. Su próxima meta es construir un centro con salida laboral para jóvenes con discapacidad mental y hacer de la desnutrición una política de Estado. "El 40% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, algunos con techos de paja y repletos de vinchucas. En toda casa en la que exista un perro desnutrido, con sarna y rengo, hay chicos sufriendo", explica Albino a LA NACION, porque de tanto caminar por los barrios humildes mendocinos ya conoce los síntomas de la pobreza.

Su propuesta es simple, efectiva y de aplicación inmediata para reducir la actual cifra de mortalidad infantil, que afecta a 20 de cada 1000 chicos en nuestro país: "Tenemos que preservar el cerebro del niño el primer año de vida, educarlo y asegurarnos de que toda la gente posea cloacas, luz y agua corriente. Si tenemos todo esto, vamos a ser una gran nación dentro de pocos años".

Cambio de brújula
Descendiente de una familia de prisioneros de guerra portugueses que llegaron a estas costas hace más de 200 años, Albino tuvo en la vida numerosas señales que le fueron marcando el camino.

Si bien su apellido llevaba varias generaciones instaladas en Mendoza, él nació en Morón (provincia de Buenos Aires), producto de la breve estada de su familia en Buenos Aires por motivos laborales. Su padre tenía una empresa de membranas de techo de madera en Mendoza, que contaba con una importadora en Buenos Aires. Cuando él tenía un año, su familia volvió a Mendoza, donde vivió siempre. Hoy reside en Guaymallén, junto con sus cinco hijas (es viudo hace nueve años) y tiene su consultorio médico frente a la plaza Independencia.

Su andar por la medicina fue siempre intenso y lo llevó por rumbos desparejos. Se recibió de médico en Tucumán, hizo la residencia en pediatría en la Universidad de Chile y volvió a Mendoza. Se casó a los 32 años y partió hacia Europa con el sueño de trabajar en biología molecular, donde tuvo su primer cambio de brújula.

-Un día iba caminando por los pasillos de la Facultad, vi un diario tirado y lo levanté. En él había una entrevista a la Madre Teresa de Calcuta en la que le preguntaban qué era la paz. Ella dijo: "El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, y el fruto del servicio es la paz". Ahí reparé en que yo también debía servir, y que la mejor manera de hacerlo era en mi país y volví a la Argentina.

Cinco meses después, este pediatra volvió a Europa por motivos laborales. De paso por Roma escuchó al entonces papa Juan Pablo II durante una beatificación. "En ese momento dijo que había que ocuparse de los más pobres, los más necesitados. Entonces redondeé la idea, y decidí que me iba a dedicar a ayudar a los débiles mentales, que son los más pobres", recordó Albino.

Con el espíritu renovado, convocó al doctor Monckeberg, que había sido profesor de él durante su residencia en Chile, para que lo orientara en su nueva aventura. Monckeberg se convirtió en su mentor, y fue quien le enseñó que la desnutrición es la única debilidad mental que se puede prevenir. De esa manera, le estaba marcando, quizá sin quererlo, la meta para el final de sus días. "No sabés lo feliz que vas a ser", me dijo. Y desde entonces trabajo en Conin como si me pagaran", agregó Albino, con su humor característico, que hace reír a los auditorios más difíciles.

Ya desde el comienzo comprendió que la principal riqueza de un país es su capital humano, y esa convicción lo llevó a emprender su cruzada contra la desnutrición, empezando por su querida ciudad de Mendoza. Allí fundó, en 1993, la versión local de Conin, donde hoy funcionan el Centro Modelo de Promoción y Prevención de la Desnutrición Infantil El Plumerillo y el Primer Centro de Recuperación de Lactantes Desnutridos Madre Teresa de Calculta, ambos en el departamento de Las Heras.

-La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo. Para resolverla, hay que darle un abordaje integral a los problemas que dan nacimiento a la pobreza.

Para entender el problema de raíz, se metió en los ranchos para ver cómo vivían las personas de condición más humilde y así conoció el significado de la palabra inhumano. Albino tiene marcada a fuego la imagen más desgarradora que vivió: "Fue la de un niño hambriento que se levantó a la madrugada, fue a la cocina, abrió la lata del pan, que estaba vacía, e hizo el ademán de que comía. De esa manera, pretendía engañar a su estómago crujiente".

-Los niños mal alimentados pierden primero el peso, después la talla, y por último el perímetro cerebral. Dejan la escuela y no se reinsertan más. ¿Queremos un país de cartoneros, mendigos y analfabetos? Nos tenemos que ocupar de nuestro capital social, y empezar por alimentar a nuestros hijos. Todos juntos, entre ONG, empresas y Gobierno, tenemos que practicar virtudes, en vez de declamar valores. Gran admirador de San Juan Bosco y convencido de que las personas consiguen un pensamiento equilibrado y maduro a los 35 años, este médico perdió su jubilación, su obra social, renunció a su trabajo en el hospital, y hasta hipotecó su casa para poder alcanzar su sueño. "Me rescató medio mundo, personas que se acercaron a ayudarme."

Consecuencias
De hablar claro y pausado, Albino busca en estudios de campo las irreversibles consecuencias de la desnutrición. Por ejemplo, una jueza mendocina develó la relación existente entre criminalidad y desnutrición. "Ella descubrió que el 80% de los grandes criminales de Mendoza han sido desnutridos de segundo o tercer grado. Según otro estudio que hicimos con la Universidad de Cuyo, se llegó a la conclusión de que nuestro centro Conin, atendiendo a 250 chicos, significa un ahorro de 250.000 dólares anuales para el país, porque disminuye la morbilidad y la mortalidad, a la vez que aumenta la escolarización de los padres e hijos y disminuye la violencia."

Hombre de personalidad metódica y rutinaria, Albino deja unas horas por día para destinarlas a sus placeres y cuidado personal. "Todos los días, por prescripción médica, salgo a caminar de 14.30 a 15.30 con un amigo, que se ha convertido en un gran compañero de caminatas. El día que no salgo a caminar, hago bicicleta", expresó este médico, que tiene la costumbre de leer varios libros al mismo tiempo. Actualmente está releyendo Los miserables, de Victor Hugo, y empezó con Jesús de Nazareth, del papa Benedicto XVI.

Después de varios años de trabajo ininterrumpido, Albino se ha convertido en uno de los referentes argentinos en la lucha contra la desnutrición y eso lo llevó a recorrer el país, da charlas y apoya iniciativas destinadas a terminar con este flagelo. En ellas siempre insiste en que el cableado neurológico se desarrolla durante el primer año de vida. El 50% está determinado por la alimentación y el otro 50% por la estimulación.

Según el especialista, el panorama de la desnutrición en la Argentina no ha mejorado en los últimos años, sino que, en el mejor de los casos, se ha estacionado. Sin embargo, se encuentra optimista con respecto al futuro, porque percibe un deseo de mejora en la gente. "De nada sirve que recuperemos a un chico de la desnutrición si después lo devolvemos al mismo ambiente nocivo. Por eso, nosotros desarrollamos un programa integral para rescatar a estos chicos que incluye educación, escuela de artes y oficios, lectoescritura, ropero familiar, documentación de la famillia y prevención de adicciones, por ejemplo."

-¿Nunca se le ocurrió ocupar un cargo político para poder ayudar a más gente?

-Yo soy médico de niños y para eso me preparé durante toda la vida. No estoy capacitado para ser político. Yo quisiera que la desnutrición y el proyecto Conin sean una política de Estado. Recuperar un desnutrido en un hospital estatal cuesta un promedio de 300 dólares por día, en el Centro Conin Chile, 30 dólares, y nosotros lo conseguimos por sólo 3 dólares.

-¿Qué opina de la actual crisis mundial?

-Creo que las crisis mundiales son crisis morales. Eso se produce porque a las personas les falta Dios y entonces se sacian con lo material. Es bueno tener, pero es mejor compartir. Yo estoy convencido de que lo único que puede salvar al mundo es el retorno a la espiritualidad.

Micaela Urdinez
(La Nación, 15-11-08)