Ahora para una persona que no estaba enferma
Por Carlos Álvarez Cozzi
Las agencias de noticias dan cuenta por estos días de
otro caso de suicidio asistido, esta vez, realmente de ribetes salvajes,
ocurrido en Bélgica. Los hechos sucedieron en 2009, pero no los han dado a
conocer hasta la semana pasada los familiares de una mujer que había pedido y
conseguido la eutanasia en ese país a pesar de no tener ninguna
enfermedad.
Dan cuenta las agencias que
“Tine Nys, que entonces tenía 37 años, acababa de romper su relación con el
hombre con el que convivía, viendo acabarse definitivamente su deseo de casarse
y tener hijos. Buscó un médico que estuviera dispuesto a practicarle la
eutanasia hasta que encontró, casi cuatro meses más tarde, concretamente el 24
de abril de 2010, al que la mataría con una inyección”.
Quienes contaron la historia frente a las cámaras de
televisión del programa Terzae fueron sus dos hermanas, Lotte y Sophie,
denunciando la desenvoltura con la que se llevó a cabo un homicidio en el que,
sin embargo, también participaron los familiares.
Las hermanas de la víctima “denunciaron que la joven
no fuese dirigida a algún médico que pudiera curarla”. De los documentos surge
que no había ningún diagnóstico de “enfermedad mental incurable”, necesario
para llevar adelante el procedimiento. A falta de una motivación legal, los
médicos, dos meses antes de la muerte, le diagnosticaron "autismo",
pero sin presentar el caso a la comisión gubernamental encargada por ley de
controlar la petición de eutanasia, según consignan los cables.
Lamentablemente en este país, al igual que en su
vecino Holanda, el valor de la vida humana se ha “cosificado” a tal punto que
se considera “algo” disponible a voluntad, no sólo cuando se padece una
enfermedad sino que, por lo visto en el presente caso, también por la simple
voluntad de cualquier persona, incluso sana.
En esa misma línea de acción, estos países no sólo
tienen legalizados la eutanasia y el “suicidio asistido” para personas mayores
de edad sino que han llegado al extremo de habilitar el procedimiento también
para personas menores de edad, violando la patria potestad o la tutela sobre
ellos, en su caso.
El suicidio asistido y el aborto provocado son
expresiones legislativas de procesos de decadencia ética en un mundo que por un
lado sufre una “inflación de derechos”, incluso de algunos que no son tales, y
en forma concomitante padece de estos flagelos que atentan justamente contra
los derechos humanos que en el discurso se dicen proteger por la comunidad
internacional, como es el caso del derecho a la vida.