DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

ABORTO Y DESPRECIO POR LA VIDA HUMANA



La Nación, Editorial, 11-3-15

El Departamento de Salud británico ha informado, en su página web, que ha pagado millones de libras por más de un centenar de nacimientos "equivocados". Esta expresión alude a 104 demandas judiciales presentadas por madres que alegan errores de diagnósticos médicos, que no advirtieron la discapacidad de los niños por nacer, lo cual les habría hecho perder la oportunidad de interrumpir a tiempo su embarazo. Se trata de una posición que demuestra un lamentable desprecio por la vida de las personas por nacer, que resultan las más desprotegidas.

La demanda se funda en la interpretación por parte de las madres de que la equivocación del cuerpo médico que las atendió cuando estaban embarazadas les impidió abortar a tiempo al bebe con discapacidad. Hay quienes entienden que se trata de un modo de presión sobre los médicos y los sistemas de salud para que ofrezcan estudios eugenésicos que podrían conducir a abortar a las personas con alguna discapacidad.

Los casos que nos ocupan son claramente eugenésicos y discriminatorios hacia aquellos niños que son concebidos con alguna discapacidad; no estamos lejos del monte Taigeto o de las experiencias de la Alemania nazi. ¿Cuál será el parámetro de perfección que permitirá eludir la demanda?

No podemos dejar de mencionar aquí que, hace pocos días, en nuestro país, el flamante ministro de Salud, Daniel Gollán, adelantó la intención de la cartera a su cargo de que la interrupción voluntaria del embarazo fuera discutida, como "un debate maduro con todos los sectores de la sociedad". Estas poco felices expresiones fueron rápidamente desautorizadas por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien subrayó que ese debate "no forma parte de la agenda de este Gobierno".

Rápidamente, comenzaron a escucharse las voces de quienes vienen insistiendo en la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, en función del supuesto derecho que le asistiría a la mujer a decidir sobre su cuerpo y del argumento de que no se puede castigar la decisión de una persona de no querer convertirse en madre. Entre ellas, se encuentra la de la titular del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Juliana Di Tullio, quien ha presentado tiempo atrás un proyecto de ley para que toda mujer tenga derecho a interrumpir un embarazo durante las 12 primeras semanas de gestación y pueda hacerlo gratuitamente en cualquiera de los servicios del sistema público de salud.

Se trata, por cierto, de opiniones que prescinden de la defensa de la vida y, en particular, de la vida indefensa, que es la de los niños por nacer. Como hemos señalado reiteradamente desde esta columna editorial, no puede haber dudas de que la unión entre el óvulo y el espermatozoide crea una vida distinta de la de la madre en el propio útero, con ADN diferente y específico para cada ser.

A su vez, el argumento de que muchas mujeres mueren por abortos clandestinos -sobre lo cual no hay cifras precisas- no tiene en cuenta la siempre mayor cantidad de niños por nacer que pierden la vida en crueles prácticas en las que muchas madres sobreviven.

La introducción, a partir de lo sucedido en Gran Bretaña, del debate acerca de si la interrupción voluntaria del embarazo puede justificarse cuando la persona por nacer tiene algún tipo de discapacidad adquiere un grado de perversidad alarmante.

Como bien dice el doctor Jorge Nicolás Laferrière, se trata ni más ni menos que de "la cosificación de la vida humana", que deja de ser un don y se convierte en un producto sujeto a "controles de calidad, contrarios a la dignidad humana".

Quien haya tenido la oportunidad de tratar con personas diferentes con capacidades especiales sabe del extraordinario don que tienen esas personas y lo mucho que nos enseñan sobre nuestras propias discapacidades, afectivas, morales, intelectuales y psicológicas.

Uno de los mayores logros del último siglo en materia de humanismo y dignidad del hombre ha sido el lugar que las sociedades modernas han otorgado a las personas diferentes, respetando y haciendo respetar su esencial igualdad en dignidad con cualquiera de quienes se sienten capacitados.


La presión que se realiza sobre las madres que gestan niños discapacitados, instándolas a eliminarlos, es un fuerte retroceso de nuestra civilización, que se tiñe de un nefasto cientificismo.