DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

En la frontera del "autoritarismo competitivo"





POR SUSANA VIAU

Para Cristina Fernández el 7D marcará el inicio de un cambio de fase y tendrá razón. Si sus planes de ir “por todo” se cumplen, la democracia argentina descenderá todavía un peldaño más y dará elementos a los cientistas políticos para analizar en profundidad cuáles son los factores que transforman una “ democracia delegativa ” en una expresión de “ autoritarismo competitivo ”, qué signos aceleran ese cambio de piel.

Según Guillermo O’Donnell, “Democracias Delegativas” (DD) son las de tipo plebiscitario, las que dan por sentado que quien gana una elección gana también el derecho de violar el contrato electoral , que, junto al resultado de las urnas, el triunfador recibe de premio un cheque en blanco . En ellas, el jefe del Estado no se considera sometido a la rendición de cuentas “horizontal”, ante los otros dos poderes, cuya existencia acepta como se acepta la intervención del dentista para un dolor de muelas. Así, la dimensión republicana de la democracia queda en entredicho. Por cierto que en tales condiciones el proceso de toma de decisiones se agiliza. Sin embargo, nada es perfecto y la política de manos libres tiene una contrapartida de alto riesgo : que el peso de los errores de gobierno caiga de lleno sobre la figura presidencial , visualizada por las masas como única responsable de los desaguisados. Allí, señalaba O’Donnell, anida la explicación de los “turbulentos vaivenes de popularidad” a que suelen verse expuestos los líderes de las democracias delegativas, “un día aclamados como salvadores de la patria y al siguiente maldecidos como sólo los dioses caídos pueden serlo”.

En un nivel inferior en la escala de democracias de baja calidad están los “autoritarismos competitivos”, sistemas híbridos que el politólogo norteamericano Steve Levitsky ubica tan distantes de la democracia como del autoritarismo pleno. Para Levitsky, profesor en Harvard y especializado en América Latina, sobre todo en Perú y la Argentina, para el autoritarismo competitivo las instituciones democráticas son en todo caso un medio para alcanzar y ejercer la autoridad política, aunque luego, imposibilitado de eliminar sus normas, las transgrede con tal frecuencia e intensidad que vulnera los requisitos mínimos que hacen al corazón de las democracias. Se permite la lucha electoral –de ahí su carácter “competitivo”– y, de llevarse a cabo, la manipulación de los resultados nunca roza el escándalo. No obstante, la desigualdad de condiciones entre el poder y la oposición es tan grande que se hace casi quimérico nadar contra la corriente. En poder de todos los recursos e instrumentos del Estado, éstos son desnaturalizados y empleados abusivamente para desactivar a los opositores , a sus partidos, a la prensa y a los periodistas.

Los adversarios políticos son relegados a apariciones marginales en los medios mientras el partido del gobierno reserva para sí la suma de la propaganda ; se acorrala a los contrincantes y a los disidentes espiándolos; se usa “el soborno, la cooptación y el acoso a través de las autoridades tributarias, de un poder judicial condescendiente u otros organismos del Estado para, de manera “legal”, hostigar, perseguir y extorsionar a los críticos hasta obtener su silencio o su cooperación ”.

En opinión de Levitsky, la disputa política se libra en cuatro escenarios : uno es el electoral, donde pese a la desigualdad de recursos y las hostilidades ejercidas desde el poder resulta complicado recurrir al fraude masivo; el segundo, el legislativo. En los regímenes autoritarios, sostiene el politólogo, el control es absoluto y no existen fisuras entre el ejecutivo y el legislativo; en el autoritarismo competitivo, en cambio, aún cuando el Poder Ejecutivo tenga amplias mayorías, la oposición lo jerarquiza como lugar de encuentro y, si hay medios de comunicación independientes, como plataforma para denunciar al régimen; el tercero es el judicial. En los autoritarismos competitivos, el gobierno intenta someterlo mediante la calumnia , la extorsión o el soborno. No obstante, matiza Levitsky, “una independencia judicial formal y un control parcial por parte del Ejecutivo puede otorgar a los jueces disidentes alguna oportunidad. Si bien el régimen puede sancionarlos, no lo haría sino al costo de la legitimidad interna e internacional”; por fin, para el prestigioso hombre de Harvard, el cuarto escenario lo constituyen los medios de comunicación , “un punto central en los regímenes autoritarios competitivos”. En las autocracias plenas, afirma, la mayoría de los medios pertenece al Estado, o a sus amigos o a sus aliados. En los autoritarismos competitivos, los medios independientes son legales, mantienen una gran influencia y “sus periodistas suelen surgir como importantes figuras de la oposición”. Los intentos de acallarlos buscan formas más sutiles: la pauta publicitaria, las deudas, la manipulación informativa.

Nacidos, en general, de la caída de sistemas autoritarios o de democracias debilitadas por crisis políticas y económicas, los autoritarismos competitivos son gobiernos elegidos libremente que de manera paulatina recurren al ataque a las instituciones democráticas (las mismas que permitieron su acceso al poder en igualdad de condiciones), por la vía del golpe o de “abusos selectivos y graduales”.

El autoritarismo competitivo extrema las tensiones entre las pautas de la democracia y los métodos autocráticos y ese forcejeo es fuente de inestabilidad . Las etapas en las que ese tironeo se profundiza hasta límites insoportables sacan a la superficie las contradicciones del régimen y obligan al Poder Ejecutivo a optar entre la flagrante ruptura de las reglas de juego, a costa de la condena internacional y el conflicto doméstico o permitir que el conflicto se desarrolle, a expensas de una futura derrota.

Levitsky hace especial hincapié en el abuso masivo de los recursos del Estado por parte del autoritarismo competitivo y, para describirlo, propone un ejemplo del mexicano Jorge Castañeda: en última instancia, dice Castañeda, se trata de “un partido de fútbol donde los arcos son de diferente tamaño, uno de los equipos tiene siete jugadores y el otro once y el árbitro”.

Hace un par de semanas, durante una pausa entre clase y clase, Levistky mantuvo una larga conversación con Radio Ciudad. Aclaró que, si bien sus investigaciones se han dirigido sobre todo a la Argentina y Perú, en los últimos tiempos su interés y su prioridad están puestos en Lima. La razón ancla en la subjetividad: su mujer es peruana.

De todas formas, Levistky arriesgó que, desde su punto de vista, el gobierno de Cristina Fernández no ha cruzado aún la frontera que separa la democracia delegativa del autoritarismo competitivo. A la pregunta de cuál sería la señal que indicaría que ese límite ha sido traspasado, Levisky respondió, sin dudarlo: “ El cierre de un medio de comunicación ”.

El plazo para saber en qué casillero ha caído el país, bajo qué régimen vivirán sus ciudadanos lo ha fijado la propia Presidente.

Clarín, 18-11-12