DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Congregación para el Clero

EL SACERDOTE CONFESOR Y DIRECTOR ESPIRITUAL MINISTRO DE LA MISERICORDIA DIVINA

(Tomado de Clerus.org y elaborado por Almudi.org)


Presentación
« Es preciso volver al confesionario, como lugar en el cual celebrar el sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que “habitar” más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericor-dia, consejo y consuelo, sentirse amado y compren-dido por Dios y experimentar la presencia de la Mi-sericordia divina, junto a la presencia real en la Eu-caristía » [1] .
Con estas palabras, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigía durante el reciente Año sacerdotal a los con-fesores, indicando a todos y cada uno la importancia y la consiguiente urgencia apostólica de redescubrir el Sacramento de la Reconciliación, tanto en calidad de penitentes, como en calidad de ministros.
Junto a la Celebración eucarística diaria, la disponi-bilidad a la escucha de las confesiones sacramenta-les, a la acogida de los penitentes y, cuando sea re-querido, al acompañamiento espiritual, son la medi-da real de la caridad pastoral del sacerdote y, con ella, testimonian que se asume con gozo y certeza la propia identidad, redefinida por el Sacramento del Orden y que nunca se puede limitar a mera función.

El sacerdote es ministro, es decir, siervo y a la vez administrador prudente de la divina Misericordia. A él queda confiada la gravísima responsabilidad de “perdonar o retener los pecados” (cfr. Jn 20, 23); a través de él, los fieles pueden vivir, en el presente de la Iglesia, por la fuerza del Espíritu, que es el Señor y da la vida, la gozosa experiencia del hijo pródigo, el cual, cuando regresa a la casa del padre por vil in-terés y como esclavo, es acogido y reconstituido en su dignidad filial.
Donde hay un confesor disponible, antes o después llega un penitente; y donde persevera, incluso de manera obstinada, la disponibilidad del confesor, ¡llegarán muchos penitentes!
Redescubrir el Sacramento de la Reconciliación, como penitentes y como ministros, es la medida de la auténtica fe en la acción salvífica de Dios, que se manifiesta con más eficacia en el poder de la gracia que en las estrategias humanas organizadoras de ini-ciativas, incluidas las pastorales, que a veces olvidan lo esencial.
Acogiendo con intensa motivación la llamada del Santo Padre y traduciendo su intención profunda, queremos ofrecer con este material, fruto maduro del Año sacerdotal, un instrumento útil para la forma-ción permanente del Clero y una ayuda para redes-cubrir el valor imprescindible de la celebración del Sacramento de la Reconciliación y de la dirección espiritual.
La nueva evangelización y la renovación permanen-te de la Iglesia, semper reformanda, obtienen diná-mica linfa vital de la santificación real de cada miembro; santificación que precede, postula y es condición de toda eficacia apostólica y de la invoca-da reforma del Clero.

En la generosa celebración del Sacramento de la di-vina Misericordia, cada sacerdote está llamado a hacer experiencia constante de la unicidad y de la indispensabilidad del Ministerio que se le ha enco-mendado; esta experiencia contribuirá a evitar esas “fluctuaciones de identidad”, que no pocas veces ca-racterizan la existencia de algunos presbíteros, favo-reciendo el estupor agradecido que, necesariamente, colma el corazón de quien, sin mérito propio, ha sido llamado por Dios, en la Iglesia, a partir el Pan euca-rístico y a dar el Perdón a los hombres.
Con estos deseos encomendamos la difusión y los frutos del presente material a la Santísima Virgen María, Refugio de los pecadores y Madre de la divi-na Gracia.

Vaticano, 9 de marzo de 2011
Miércoles de Ceniza
Mauro Card. Piacenza Prefecto
X Celso Morga Iruzubieta Arzobispo tit. de Alba marítima Secretario

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