DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

El drama político de las cuatro Argentinas


Eduardo Fidanza
(párrafos seleccionados)

Las tomas de tierra con final trágico ocurridas en los últimos días del año pasado provocaron una conmoción social. Esta semana se repitieron las ocupaciones. En diciembre, el Gobierno y la oposición carecieron de una respuesta inmediata e inteligente y, antes de darse cuenta de que debían encarar el problema con un mínimo de consenso, se acusaron de agravar el conflicto mediante la manipulación de los ocupantes.

A raíz de estos hechos recrudeció el debate entre los que afirman que el orden debe subordinarse a las necesidades insatisfechas y no puede restablecerse con represión, y los que sostienen que ante todo el Estado tiene que garantizar la tranquilidad pública y el derecho de los terceros.

Se reavivaron reduccionismos y sesgos ideológicos.
Dos dimensiones, que suelen confundirse, subyacen a estas polémicas. Una es el alcance y la naturaleza de lo legal; la otra es la formalidad o informalidad que poseen las organizaciones sociales. Sostendré que combinando estos términos pueden diferenciarse cuatro países distintos, a la vez imbricados y en dramático conflicto.

El primero es la Argentina legal y formal. El país oficial.
Lo ocupan las instituciones políticas y económicas sancionadas por la Constitución y los códigos. Sus principales agentes son el Estado, el Gobierno, los partidos políticos, los sindicatos, las empresas privadas y los ciudadanos que alcanzan los requisitos materiales y educativos para poseer ese estatus.

En la Argentina oficial se determinan las condiciones y estrategias que deben cumplirse para alcanzar el poder. Y se construyen los relatos sobre el modo apropiado de conducir la nación. Allí el populismo y el liberalismo político sostienen desde hace décadas un debate, nunca saldado e inconducente, acerca de lo que es la buena democracia y el buen capitalismo.

Solapado con la esfera institucional, se desarrolla el país formal e ilegal.
Esta Argentina, a la que llamaré corrupta, representa la contracara de la Argentina oficial. Es el ámbito de la parainstitucionalidad, como lo denomina Carlos March. Allí pululan las agendas ocultas y las prácticas ilegales de todo tipo, avaladas, por complicidad u omisión, por el poder formal público y privado. Si la Argentina oficial es el Dr. Jekyll, ésta es Mr. Hyde.

Por fuera de las instituciones, pero con refinados niveles de organización, existe un tercer país: el ilegal e informal.
Es la Argentina mafiosa. La que fabrica la inseguridad y el crimen. Hace pocos días, en este diario, Juan Tokatlian trazó un preciso diagnóstico de ella. A propósito del contrabando de drogas a España, describió la fatídica "triple P": una coalición de pandillas, policías venales y políticos corruptos, al servicio del delito. ¿Cómo funciona? La mafia hace sus negocios; la policía libera zonas para garantizarle impunidad a cambio de dinero; los políticos se benefician de las transacciones ilegales y las dejan pasar. Esta trama no es una originalidad argentina, recuerda Tokatlian, solo que aquí crece de manera desaforada ante un Estado ausente e ineficaz.

Otra Argentina, perturbadora y soterrada, completa el cuadro. La llamaré la Argentina emergente.
Es la que estalló en Villa Soldati. La conforman los que no se sienten representados por el país oficial y sus instituciones. La mayoría tiene necesidades básicas insatisfechas y severas carencias de salud, educación y vivienda. Son explotados y están expuestos a la manipulación. Se trata de nativos e inmigrantes informales, desprovistos de ciudadanía. Pero cabe preguntar: ¿son también ilegales a los que hay que aplicarles sin más la ley?

En rigor, de acuerdo con los hallazgos recientes de la sociología urbana, los emergentes crean su propia legalidad que cohabita, en tensión, con la lógica jurídica del Estado. El "pluralismo del derecho" o la "interlegalidad", de la que habla esta disciplina, es el producto de la coexistencia, en las grandes ciudades, de culturas y niveles sociales muy dispares.

Las cuatro Argentinas conviven e interactúan de manera circular: la Argentina oficial se desdobla en la Argentina corrupta; la Argentina corrupta tiene vasos comunicantes con la mafiosa; la Argentina mafiosa se infiltra en la emergente; la Argentina emergente presiona e interpela a la oficial.

La Nación, 30-1-11