DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

El problema es el clientelismo


Por Aldo Isuani

La magnitud de la pobreza ha sido nuevamente un tema de agenda generando cruces entre las estimaciones que realizan diferentes actores sociales y las que ofrece el Gobierno. En verdad, la posibilidad de tener precisión en la medición de la pobreza es imposible en una sociedad cuyo gobierno destruyó la confiabilidad en las estadísticas oficiales.
Pero más allá de las dificultades para una medición precisa, es conocido que una sociedad que experimenta inflación y recesión tendrá con certeza un aumento en el número de pobres. Por lo tanto, no deben caber muchas dudas de que la pobreza está en crecimiento en la Argentina.
El problema, sin embargo, es menos precisar el volumen de pobres que verificar la labor que se realiza para reducirlo. En este caso es interesante conocer algunos datos que pueden ilustrarnos sobre la persistencia de la pobreza en altos niveles.
En el primer semestre de 2006 cuando todavía las estadísticas oficiales no eran cuestionadas, el Encuesta Permanente de Hogares nos decía que en los 28 aglomerados urbanos donde se realiza, el 14,1% de las personas mayores de 65 años eran pobres. Pero la misma fuente nos alertaba de que en el grupo de edad de 0 a 13 años, este porcentaje experimentaba un dramático salto al 46,3%.
¿Qué puede explicar que la pobreza entre los niños sea muchísima más alta que entre los adultos mayores? La respuesta es la siguiente: en la Argentina el concepto predominante de pobreza se define según el ingreso monetario que poseen personas y hogares; por lo tanto quienes tienen ingresos por debajo de un cierto umbral son considerados pobres. En el caso de las personas mayores, la incidencia de la pobreza es menor que en otros grupos etarios, porque existe un sistema de transferencia de ingresos masivos que es el sistema previsional. Este sistema no existe en el caso de los niños, o mejor dicho existe sólo para un grupo de ellos: las asignaciones familiares que solo se pagan a los trabajadores en “blanco” o del sector formal.
De ello surge claro como el agua que de existir un sistema de asignaciones familiares universal, es decir que cubra también a los hijos de los trabajadores informales (más pobres que los formales), la consecuencia inmediata sería la caída significativa de la pobreza en el país.

Ahora bien, ¿por qué el país no cuenta con un sistema de asignaciones familiares extendido que cubra a todos los niños argentinos? No es precisamente porque a nadie se le haya ocurrido. Hace ya varios años diversos actores políticos, sociales e intelectuales vienen sosteniendo la necesidad de crear un sistema de asignaciones familiares universal, renta básica de la niñez, seguro social de la infancia o como se lo quiera denominar.
Tampoco la razón es la ausencia de recursos para llevarlas a la práctica, ya que con 1% del PBI en un país que gasta 20% del PBI en políticas sociales es posible producir esta universalización.

Por lo tanto la explicación mas plausible hay que buscarla en la naturaleza del clientelismo político argentino, ya que un sistema universal de asignaciones familiares reemplaza la discrecionalidad de los favores públicos por el derecho de los ciudadanos a los beneficios.
En otros términos, una persona que se jubila cumpliendo con los años de edad y trabajo necesarios no tiene que agradecer ni se siente dependiente de ningún funcionario porque tiene derecho a la jubilación y lo mismo sucede con el trabajador que cobra asignaciones familiares. Ellos no le deben favor a nadie. Lo mismo sucedería si se extienden las asignaciones familiares a los hijos de los trabajadores informales; éstos no deberían agradecer a nadie un beneficio que les corresponde por derecho.
Pero esto va contra el corazón de la lógica clientelar que precisa tener rehenes, a los que los beneficios llegan sólo si demuestran fidelidad. Esta fase repulsiva de la práctica política argentina sería la principal perjudicada si se avanza en la dirección que indicamos.
De cualquier modo, vengo sosteniendo hace un largo tiempo que sólo a los animales se les exige fidelidad a cambio de alimentos. Quienes lo hacen sistemáticamente con seres humanos se exponen a recibir una cachetada… ¿no?

*Profesor titular UBA/investigador principal Conicet.


NuevoEncuentro 18/07/09