DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Análisis del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia


Con motivo de haberse publicado en la Argentina el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, preparado por el Pontifico Consejo “Justicia y Paz”, ofrecemos una recensión del mismo, que puede servir, asimismo, como un esquema sintético para iniciarse en el estudio de la doctrina, o actualizar su conocimiento.
Este documento se publica en una época de crisis de la Iglesia, que podemos resumir en palabras de Benedicto XVI, pronunciadas días antes de su proclamación, cuando en la meditación del Vía Crucis del Viernes Santo, en Roma, expresó:

“¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!

Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo.”


Recensión del Compendio


Este documento presenta, de una manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social de la Iglesia. Constituye un cuadro de conjunto sobre el cuerpo doctrinal, con un método orgánico, para la búsqueda de soluciones a los problemas del orden temporal. Pretende responder a los desafíos de hoy:

-la verdad misma del ser-hombre

-el pluralismo

-la globalización

La Iglesia es entre los hombres la tienda del encuentro con Dios. El hombre no está sólo; lo acompaña la Iglesia, servidora de la Salvación, en el contexto del mundo en que vive el hombre. La Iglesia, con su doctrina social, quiere anunciar el Evangelio para fecundar y fermentar la sociedad, pues no es indiferente a la vida social.

La doctrina social quiere evangelizar el ámbito social: promover una sociedad a medida del hombre, y construir una ciudad más humana, más conforme al Reino de Dios. Con su doctrina social, la Iglesia no se aleja de su misión; es estrictamente fiel a ella, puesto que lo sobrenatural no debe ser concebido como un espacio que comienza donde termina lo natural, sino como la elevación de éste.

Nada de lo humano le es extraño a la Iglesia. La doctrina social no es algo marginal, que se añade a su misión, está en el corazón mismo de su ministerio. Es cierto que la misión que Cristo le confió es de orden religioso, pero de esa misma misión derivan luces y energías para consolidar la comunidad según la Ley Divina.

La DSI no pertenece al ámbito de la ideología sino al de la teología, más precisamente, a la teología moral. No es una tercera vía entre el liberalismo y el marxismo. Tiene una categoría propia, y su objetivo es orientar la conducta humana en sociedad.

Refleja los tres niveles de la enseñanza teológico-moral:

Nivel Fundante: de las motivaciones

Nivel Directivo: de las normas de la vida social

Nivel Deliberativo: de la conciencia, para aplicar las normas a las situaciones concretas.

Conjuga fides et ratio, la fe y la razón son las dos vías cognoscitivas de la DSI Las dos fuentes que la nutren son la Revelación y la Naturaleza humana. Recuerda el Compendio el pasaje evangélico, en que Jesús le recomienda al joven rico (Mt 19, 18) que cumpla los mandamientos. Es que los diez mandamientos constituyen las reglas primordiales de toda vida social (Veritatis splendor, 97). Pero, además utiliza los conocimientos aportados por las ciencias humanas, que le permiten tener actualizado un diagnóstico preciso de la realidad.

Participa en la elaboración de la doctrina social toda la comunidad eclesial: sacerdotes-religiosos-laicos; siendo expuesta por quienes tienen la autoridad para enseñar, conferida por Cristo: el Papa y los Obispos en comunión con él.

Pío XII explicó que la DSI:

a) es obligatoria para todo católico, y

b) está fijada definitivamente, de manera unívoca, en sus principios fundamentales, pero es suficientemente amplia para adaptarse y aplicarse a las situaciones cambiantes de la realidad (Alocución, 29-4-1945). Ninguna encíclica aislada, puede pretender ser indiscutiva, pero, cuando hay continuidad en varios documentos y en sucesivos papas, no puede dudarse de la autenticidad de la doctrina (LG, 25).

Conviene tener en cuenta algunas reglas para la correcta interpretación de los documentos:

a) utilizar el texto oficial, que se publica en el Osservatore Romano. Un ejemplo típico de deformación del texto, ocurrió con la encíclica Mater et Magistra, de Juan XXIII; el concepto de socialización -entendido como incremento de las relaciones sociales- fue traducido en algunas ediciones por socialismo.

b) comparar textos sobre el mismo tema - por ejemplo la. propiedad-, en distintos documentos, para verificar la continuidad de la doctrina.

c) distinguir lo doctrinal de lo prudencial, que sólo puede aplicarse a una situación o país determinado.

La doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia. Anuncio de lo que la Iglesia posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad. Denuncia de los pecados de injusticia y de violencia que se cometen en la sociedad. Abarca:

1) Una síntesis teórica sobre todos los temas de la vida social.

2) Posee un alcance práctico, ya que la teoría es elaborada para ser aplicada. Una teoría para la acción de los católicos.

3) Como ya dijimos, es obligatoria para los católicos, pero está abierta a los hombres de buena voluntad, frase que se coloca en la portada de las encíclicas, desde 1963, con la encíclica Pacem in terris, de Juan XXIII.

Su contenido, incluye:

-Principios de reflexión, sobre valores permanentes.

-Criterios de juicio, para evaluar las situaciones, las estructuras y los sistemas, vigentes en la sociedad.

-Directrices para la acción, puesto que los medios deben ser coherentes con los fines. La Iglesia no tiene soluciones técnicas para ofrecer, pero es experta en humanidad.

Los Principios de la Doctrina Social de la Iglesia

Estos principios brotan del encuentro del mensaje evangélico con los problemas de la vida en sociedad. La Iglesia, en el curso de la historia, ha podido dar a tales principios una fundamentación y configuración cada vez más exactas. La DSI se caracteriza por la continuidad y por la renovación. La continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. La doctrina social recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos, ni correr el riesgo de la disolución. Pero, la firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de enseñanza, sino sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas.

El Compendio incluye una sección denominada “apuntes históricos”, para recordar algunas de las principales encíclicas, desde la Rerum novarum, de León XIII, de 1891, que comienza un desarrollo orgánico de la enseñanza en el campo social. La Iglesia ha considerado tan importante dicho documento, que periódicamente se lo recuerda y actualiza.

-Al cumplirse los 40 años, Pío XI, aprueba la Quadragesimo Anno (1931).

-A los 50 años, Pío XII, produce el Radiomensaje La Solemnità (1941).

-A los 70 años, Juan XXIII, promulga la Mater et Magistra (1961).

-A los 80 años, Pablo VI, alumbra la Octogesima adveniens (1971).

-A los 90 años, Juan Pablo II, dedica al trabajo humano la Laborem Exercens (1981).

-Finalmente, a los 100 años, el mismo Papa, aprueba la última encíclica social, la Centesimus annus (1991). En la introducción a éste documento, señala su deseo de mostrar “como la rica savia, que sube desde aquella raíz no se ha agotado con el paso de los años, sino que por el contrario, se ha hecho más fecunda”.

Analiza a continuación el Compendio, cada uno de los principios.

1. DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, lo que fundamenta la dignidad de la persona humana, y el significado del actuar humano en el mundo, que está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que Dios ha impreso en el universo. La persona es un ser dotado de cuerpo y alma, con facultades únicas entre los seres corpóreos: inteligencia, libertad y voluntad. En la dimensión interior del hombre radica, en definitiva, el compromiso por la justicia y la solidaridad, para la edificación de una vida social, económica y política conforme al designio de Dios.

El hombre es un ser social por naturaleza, que necesita la relación con otros, lo que da origen a un pluralismo social. Existen grupos necesarios: la familia, el Estado, la Iglesia. Y otros formados por libre iniciativa: empresas, sindicatos, asociaciones de todo tipo, que contribuyen a una vida más plena.

2. BIEN COMUN

Es el conjunto de condiciones sociales que hacen posible a cada hombre y a cada grupo, el logro de la propia perfección. No es la suma de los bienes particulares, constituye un nuevo valor.

El bien común es la misión del Estado y base de la legitimidad política. Por eso, según Sto. Tomás, el bien común debe cumplir tres condiciones:

1) Que asegure la paz en la comunidad. La paz, como definió San Agustín, es la tranquilidad en el orden, sin injusticias ni desigualdades irritantes.

2) Que permita una convivencia virtuosa; pues la ciudad existe para vivir bien (Aristóteles).

3) Que todos los miembros de la comunidad tengan bienes materiales y espirituales, en el más alto grado que permita la realidad.

3. DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES

Dios dió la tierra al género humano, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno, pues todo hombre necesita bienes materiales. De la apropiación por medio del trabajo, nace la propiedad privada, que es un derecho natural secundario, pues está subordininado al derecho natural primario que es el destino universal de los bienes. De modo que nunca puede admitirse la propiedad como un derecho absoluto; por el contrario, como afirmó Juan Pablo II: sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social.
La doctrina exige un recto uso de los bienes, lo que fundamenta el sentido auténtico de la bienaventuranza de los pobres: el desapego de los bienes y la obligación moral de ayudar a los necesitados.

4. SUBSIDIARIEDAD

Es imposible la dignidad personal o de los grupos, si todo queda sujeto a la decisión de una instancia única, por ejemplo, el Estado. Por eso, al definir este principio, la Quadragesimo Anno, de Pio XI, enseñaba que no es lícito quitar a las personas ni a los grupos menores lo que pueden hacer por si mismos, así como absorberlos o destruirlos.

Con este principio, la Iglesia se opone a todo colectivismo. Puede entenderse mejor el concepto, si lo contraponemos al sistema totalitario, que responde al enfoque que precisó Musolini para el Estado Fascista:

“Todo en el Estado, todo para el Estado, nada fuera del Estado”.

Una sociedad sana está integrada por un conjunto de grupos intermedios, que se denominan así, por encontrarse entre la familia y el Estado. Esos grupos actúan con autonomía de acuerdo a sus propias normas. La subsidiariedad opera de dos formas:

Negativa: implica abstenerse de interferir en la vida interna de los grupos. Un ejemplo clásico de lo que debe evitarse es la Ley Le Chapelier, promulgada durante la Revolución Francesa, que prohibió la existencia de cualquier asociación que pretendiera representar a un grupo de ciudadanos.

Positiva: es la ayuda brindada desde el Estado, para auxiliar a determinadas personas -jubilados, indigentes- y a determinados sectores o grupos sociales -desgravaciones impositivas, tarifas de fomento.

5. PARTICIPACION

El hombre, sólo o asociado con otros, contribuye a la vida cultura, económica, política, de la sociedad en que vive. La participación comunitaria es una aspiración legítima y una exigencia necesaria para el logro del bien común.

En el plano político, la Centesimus Annus afirma que la Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en cuanto los ciudadanos participan en la elección de los gobernantes, en su control y su sustitución por vías pacíficas. Es claro que, para la Iglesia, la democracia se entiende como régimen político o forma de Estado opuesta al totalitarismo, y por lo tanto es compatible con cualquier forma de gobierno. Apunta más al tipo de relaciones entre los gobernantes y los ciudadanos, que a una forma determinada de organización jurídica.

6. SOLIDARIDAD

La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de las personas, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida. El proceso de aceleración de la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético-social igualmente intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los mismos países actualmente más favorecidos.

La fuente de este principio es el vínculo filial entre todos los hombres, que tenemos el mismo Padre. Es, a la vez:

-principio social, ordenador de la convivencia en paz, que favorece la concordia.

-virtud moral: consistente en la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, lo que hace a todos responsables de todos.

Evitando el individualismo y el sectarismo, implica el reconocimiento de la deuda que tenemos con la sociedad: cultura, bienes colectivos, que facilitan la existencia humana.

En el mensaje de Cristo encontramos un nexo de solidaridad y caridad, que nos enseña a mar al prójimo, hasta el extremo de dar la vida por los hermanos.


DOCTRINA SOCIAL Y ACCIÓN ECLESIAL

Es absolutamente indispensable -sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político- un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia (Christifideles laici, 60). Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto.

Es importante, sobre todo en el contexto de la catequesis, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. La doctrina social ha de estar a la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil; “A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven” (Populorum progresio, 81).

El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común.

El segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal” (Gaudium et spes, 75).

Con especial referencia a la realidad local, el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee mediante instituciones apropiadas.

Con la programación de oportunos itinerarios formativos, el presbítero debe dar a conocer la doctrina social y promover en los miembros de su comunidad la conciencia del derecho y el deber de ser sujetos activos de esta doctrina.

Un ámbito especial de discernimiento para los fieles laicos concierne a la elección de los instrumentos políticos, o la adhesión a un partido y a las demás expresiones de la participación política. Es necesario efectuar una opción coherente con los valores, teniendo en cuenta las circunstancias reales.

El cristiano no puede encontrar un partido político que responda plenamente a las exigencias éticas que nacen de la fe y de la pertenencia a la Iglesia: su adhesión a una formación política no será nunca ideológica, sino siempre crítica, a fin de que el partido y su proyecto político resulten estimulados a realizar formas cada vez más atentas a lograr el bien común, incluido el fin espiritual del hombre.

Conclusiones

I. El Compendio constituye un aporte a los fieles, comparable al Catecismo, y está estructurado en una forma similar, con un Índice Analítico de 158 páginas, que facilita la búsqueda de los temas.

II. Se aclara que: “Las aportaciones múltiples y multiformes -que son también expresión del sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo- son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia” (79). No han faltado, hasta ahora, fieles -laicos y religiosos- que estimaban que no existía una doctrina social, sino que cada Pontífice expresaba en los documentos su propia opinión. Si bien era una tesis sin fundamento, a partir del Compendio queda ratificada la validez y obligatoriedad de la Doctrina Social de la Iglesia. “Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles” (80).

III. “El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocadas” (80).

Esta regla interpretativa nos lleva a considerar necesario distinguir en cada artículo del Compendio:

a) Frases que están avaladas por un documento pontificio, citado a pié de página.

b) Frases que comentan o amplían una referencia doctrinaria, del tipo anterior, o son colocadas como epígrafe, al comenzar un artículo.

Estimamos que las frases del segundo tipo (“b”) pueden suscitar dudas y hasta objeciones lícitas, si tienen una sintaxis confusa o contienen un concepto contradictorio con la doctrina tradicional.

IV. Nos permitimos señalar un ejemplo concreto: el epígrafe al artículo 395:

“El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad, como titular de la soberanía”.

Esta frase no está avalada por ninguna referencia, y contradice explícitamente varios textos pontificios:

-León XIII, Inmortale Dei, 2:

”Autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la Naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor. De donde se sigue que el poder público, en sí mismo considerado, no proviene sino de Dios. Sólo Dios es el verdadero y supremo Señor de las cosas. Todo lo existente ha de someterse y obedecer necesariamente a Dios. Hasta tal punto, que todos los que tienen el derecho de mandar, de ningún otro reciben este derecho si no es de Dios, Príncipe supremo de todos. No hay autoridad sino por Dios (Rom, 13,1)”

-León XIII, Diuturnum illud,:

“Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder político”. (3)

“Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer” (4).

“De aquella herejía [Reforma] nacieron en el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho nuevo, la soberanía popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran como la única libertad” (17).

-San Pío X alertó en Notre Charge apostolique, que la Iglesia:

“Ha condenado una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo” (9).

V. Otro ejemplo, es la errónea interpretación del concepto de corporativismo en dos artículos, al asignar a los vocablos utilizados, un significado distinto al adoptado por el Magisterio e incluso, a la acepción correcta en el idioma castellano:

“La empresa debe ser una comunidad solidaria no encerrada en los intereses corporativos…” (p. 340).

“El sindicato…debe vencer las tentaciones del corporativismo…” (p. 306).

Textos del Magisterio:

“Pues igual que siguiendo el impulso de la naturaleza, los que se hallan vinculados por la vecindad de lugar constituyen municipios, así ha ocurrido que cuantos se ocupan en un mismo oficio o profesión –sea ésta económica o de otra índole- constituyen ciertos colegios o corporaciones, hasta el punto de que tales agrupaciones, regidas por un derecho propio, llegaran a ser consideradas por muchos, si no como esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil” (Enc. Quadragesimo Anno, Pío XI, 84).

“No cabe duda de que, en las actuales circunstancias, la forma corporativa de la vida social y, especialmente, de la vida económica, favorece prácticamente la doctrina cristiana en lo concerniente a la persona, a la comunidad, al trabajo y a la propiedad privada” (Pío XII, Carta a la 33º Semana Social de Francia, 1946).

“Otro tanto ocurre con nuestra posición respecto a la organización profesional o corporativa, que ha sido tironeada en diversos sentidos en las polémicas públicas, quizá por haber sido mal entendida por algunos. Ella también corresponde a la enseñanza de la Encíclica Quadragesimo anno y está por encima de toda recriminación de entrometimiento en los asuntos puramente políticos del tiempo presente” (Pío XII, Carta a la 34º Semana Social de Francia, 1947).

VI. Llama la atención que el Compendio no haya incluido un capítulo para analizar la doctrina sobre la educación.

VII. Asimismo, en el Índice Analítico no se han incluido temas importantes, como: liberalismo, marxismo, socialismo, comunismo, secularismo y teología de la liberación. En la Agenda Social, que fue una primera versión del Compendio, publicada en 2002, figuraron en el Índice Temático: socialismo, marxismo y comunismo.

Da la impresión que se ha preferido hablar de individualismo, en lugar de liberalismo, y de colectivismo, en lugar de marxismo, socialismo o comunismo. Esto deja un vacío conceptual y puede confundir a quienes lean el Compendio sin preparación previa.

Por eso, es importante recordar el peligro de las ideologías, y afirmar como lo hizo Pablo VI, en la Octogesima adveniens:

“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista....Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal...” (26).

“¿Es necesario subrayar las posibles ambigüedades de toda ideología social?” (27)


Fuentes

Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina, 2005, 570 págs.

Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972, págs. 11/14.


Publicado en: Boletín Acción, 127 (26-1-09); este boletín actualiza el texto publicado en Acción, Nº 78, de Mayo de 2005.