DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Intelectuales proponen un acuerdo por el Bicentenario


Un grupo de intelectuales, nucleados en el Foro del Bicentenario, emitió documento planteando sus inquietudes de cara al 200 aniversario de la Revolución de Mayo, que se cumple en dos años. Plantean:

“Vivir reconciliados en un proyecto común de coexistencia política. Respetar plenamente la Constitución. Rechazar todo proyecto hegemónico y desechar el sectarismo y la intolerancia”.
“Administrar el Estado con decencia y en función del bien común. Debe ser profesional y transparente, con funcionarios que ingresen por concurso”.
“Asegurar la independencia de poderes. Los órganos de control deben cumplir su tarea sin condicionamientos. Asegurar la libertad de prensa.
“Garantizar la igualdad de oportunidades en las elecciones. Fortalecer los partidos. Regular en forma ecuánime la distribución de los recursos del Estado. Garantizar la neutralidad del Estado en el proceso. Rechazar como indigna la manipulación de la pobreza con fines electorales”.
“Reducir la pobreza y la exclusión con medidas profundas, que estimulen el trabajo”.
“Avanzar hacia una comunidad segura, libre de amenazas, respetuosa con el prójimo. Enseñar a obedecer la ley, combatir la delincuencia y garantizar los derechos de los habitantes”.
“Elevar la calidad de vida, proteger la salud, defender y promover nuestro patrimonio y preservar el ambiente. Restablecer (…) una jubilación que garantice los derechos adquiridos”.
“Sostener un sistema educativo orientado hacia la excelencia y la integración social. Valorar el conocimiento, la tecnología y la ciencia. Mas escuelas, mas horas de clase, docentes bien pagos y mejor entrenados”.
“La economía debe ser libre e integrada al mundo. El sector privado debe ocuparse de producir. El Estado debe actuar con prudencia fiscal, defender al consumidor, promover la competencia, regular servicios públicos, proveer estadísticas confiables e incentivar las fuerzas creativas. Respetar los contratos”.
“Recuperar su prestigio, influencia y credibilidad internacional. La política internacional debe asumirse como una política de Estado que interprete, sin partidismos y con consenso interior, los intereses estratégicos de la Argentina en el mundo”.

El documento, que empezó a ser debatido el año pasado, lleva la firma de Marcos Aguinis, Rene Palestra, Felipe de la Balze, Rosendo Fraga, Maria Angélica Gelli, Mariano Grondona, Juan Archibaldo Lanas, Feliz Luna, Avelino Porto, Daniel Sabsay, Maria Sáenz Quesada y Horacio Sanguinetti.

(Clarín, 25-5-08)

El compromiso político de los cristianos


Monseñor Héctor Aguer


Buenas noches a todos y quiero agradecer esta invitación que me honra, se me ha pedido que hable sobre el Compromiso Político de los Cristianos, y yo quisiera introducir allí un sustantivo, el compromiso político de los laicos Cristianos, y quiero subrayar la noción de Laicos porque me parece que aquí esta la clave de la cuestión, se podría esbozar una historia de la participación de los Laicos Cristianos en la realidad política de los Estados, a lo largo del tiempo, allí donde les ha tocado vivir, en las distintas culturas y con los regimenes institucionales mas diversos, pero hay una historia reciente si se quiere que tiene que ver con una cierta promoción del Laicado, una realidad propia de la eclesiologia del siglo XX , de la nueva conciencia de la Iglesia que surge a lo largo del siglo XX. Los antecedentes de la situación actual están en por ejemplo en el pontificado de los Papas Pío XI y Pío XII, Pío XI con la Acción Católica, La Acción Católica según la inspiración original de Pío XI ofrecía a los Laicos un a escuela de formación en orden a que ellos fueran apóstoles en el lugar de su trabajo y de su compromiso temporal algo que no siempre ha sido comprendido y tenido en cuenta, en cuanto a lo de Pío XII su obra magisterial y sus orientaciones pastorales han sido las que prepararon la concepción sobre el papel de los laicos en el Vaticano Segundo, basta mirar los documentos del concilio, el papa mas citado es evidentemente Pío XII, es allí entonces donde se va perfilando la idea de una Misión propia de los Laicos en el orden temporal de tal modo que el Concilio Vaticano Segundo, puede decir que la misión de los Laicos consiste en consagrar el mundo a Dios, pero consagrar el mundo a Dios, eso supone que el laico católico bien conciente de que su consagración por el Bautismo no es algo que el debe usufructuar simplemente en lo más recóndito de su presencia o en el circulo participado de sus parientes o sus amigos, sino que tiene que volcarse a una consagración del mundo. Esto es algo que no es fácilmente comprendido incluso por aquellos laicos que tienen una participación muy activa en la vida de la iglesia, yo esto lo expreso a veces de una manera brutal, digo y a muchos no le gusta oírlo, el lugar del laico Católico no es la Sacristía sino el mundo, pero ocurre que en las ultimas décadas muchos laicos están contentos de meterse en la Sacristía y entonces eso muestra el mundo desprovisto de la presencia de Católicos, están allí pero nadie sabe que lo son y ellos no hacen demasiado por mostrarse tales, entonces el mundo va por donde va, pero que posibilidad tiene la iglesia, de hacerse presente en el seno de las realidades temporales sino es a través de los laicos, más aun, ocurre que el laicos que no advierte en este sentido de su misión, pretende que los obispos la cumplamos, y nos demandan muchas veces porque no hablamos de esto, de aquello, porque no hacemos tal o cual gestión que debieran hacer ellos, y primero debieran hablar ellos, no los Obispos, a nosotros nos corresponde enseñar magisterialmente, nos corresponde orientar, animar y sobre todo fortalecer la vida en comunión con Cristo, en el orden sacramental y en la dirección espiritual, pero no para reemplazar el papel imprescindible de los laicos en el seno de la Sociedad temporal, voy a referirme en todo caso para que no exponga yo aquí mis propias ideas, si pero lo que enseña el Magisterio de la iglesia a tres momentos recientes de orientación que la Santa Sede ha hecho respecto al papel de los laicos, como proemio quiero recordar esto, el concepto mismo de laico, etimológicamente el laico es el miembro del pueblo de Dios, en la palabra laico hay una raíz griega que significa pueblo, miembro del pueblo Santo de Dios, muchas veces se ha ofrecido un definición negativa del laicado, laico es el que no es sacerdote ni religioso, pero habría que ser al revés, el Sacerdote o el religioso es un laico que luego ha recibido una vocación especial, pero el punto de partida de toda la realidad eclesial lo constituye el laicado, y el Orden Sacerdotal esta al servicio del laicado para que el laicado pueda cumplir la Masón que corresponde en el mundo, yo no niego que halla laicos, y cuando digo laicos digo laicas también obviamente, yo no niego que halla laicos o laicas que se sientan llamados a una participación activa en la vida de la iglesia a dintra, y eso es necesario también, gracias a Dios que contamos con ellos, en la Catequesis, en la enseñanza, en otros servicios intraeclesiales pero me parece que la intención del Magisterio en la época moderna, es subrayar precisamente el papel de los laicos en la vida temporal de los pueblos, porque esa es la única presencia real de la Iglesia en la entraña de los problemas humanos, entonces me voy a referir a tres momentos de esta enseñanza del Magisterio sobre el papel del laicado.
La primera, la exhortación del Papa Juan Pablo II que se refiere precisamente a las misión de los fieles laicos, Christi Fidelis Laichi, donde el Papa dice que la Misión del laicado, es animar cristianamente el orden temporal, aquella otra formula que dice el Concilio, consagrar el mundo a Dios, aquí se concreta en este concepto, animar Cristianamente el orden temporal, la idea de animar trae a colación el concepto de alma, y hay un viejo documento del siglo II, La Carta de Omneto que dice precisamente esto, estamos pensando en la decadencia del Imperio Romano y en un Cristianismo creciente, dice que los Cristianos son al mundo lo que el alma es al cuerpo, ellos están en Ciudades Romanas o Bárbaras y no se distinguen por la ropa que visten ni por el lenguaje que hablan, sino por su estilo de vida, y así fue como transformaron la antigüedad en una cristiandad, bueno esa idea esta presente en esta descripción de la misión del laicado como animación cristiana del orden temporal, de tal modo que esto les exige a los fieles laicos la participación en la vida política, y lo dice el Papa Juan Pablo II en términos muy fuertes, los fieles laicos de ningún modo pueden aplicar de la participación en la política, pero aquí hay un concepto muy particular de política que también es importante notar, es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común, aquí hay una descripción muy notable de lo que es política en el sentido de la gran tradición occidental, de la Polis Griega, de ahí viene la palabra política precisamente, podríamos usar otro concepto abarcador y equivalente que es el concepto de cultura, y el Papa Juan Pablo II en otros documentos ha insistido mucho en esto, en el papel de los laicos en la evangelización de la cultura, o en la inculturacion del evangelio, cuando Juan Pablo II habla aquí, de la acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, este ultimo adjetivo puede ser el que engloba todo lo demás, entonces cuidemos de no proyectar sobre este tema, de la Participación Política de los Cristianos, o el Compromiso Político de los Cristianos la idea degradada de política que es la que tiene vigencia en la Argentina de hoy, aquí hay poca y mala política, todos creen que hay mucha política, existe una indebida y fatal politización que no es lo mismo, lo que falta aquí es política verdadera, y falta política verdadera no solo en los gobernantes y en los dirigentes, sino en la masa del pueblo también, entonces aquí el problema principal es el problema cultural, cual es la presencia de los Cristianos en la cultura de la Nación, en aquellos centros donde se gestan las nuevas vigencias culturales, donde se van determinando los cambios de la sociedad es allí donde la iglesia no puede hacerse presente más que por medio de los laicos, bueno la política en todo caso para pensar siempre con la mente en los antiguos, es el momento mas noble de la presencia cristiana en el orden cultural, para los antiguos la política era lo mas noble que había, parece mentira que hoy nosotros tengamos que registrar como un fenómeno el hecho de que mucha gente digna, inteligente, honesta, que muchos jóvenes que tienen inquietudes y demás abominen de una participación política porque no quieren mezclarse precisamente con esta realidad degradada de la política actual, y eso también lo hace notar el Papa Juan Pablo II, los laicos, insiste, tienen el derecho y el deber de participar en la política, y escuchen este párrafo: “Las acusaciones de arrivismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres de gobierno, del Parlamento, de la Clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los Cristiano en relación con la cosa publica, porque lo que esta en juego es la cosa publica, aquí hay otro vicio argentino ancestral, lo publico no es de nadie, entonces la cosa publica no existe, la cosa publica somos nosotros mismos, es la tradición de las costumbres, son nuestras instituciones, es la realidad concreta y palpitante de la vida social y de eso un laico Cristiano tiene que sentirse responsable, y ahí hay otro concepto en el cual el Magisterio insiste muchísimo, Juan Pablo II lo apuñaba así “Todos somos responsables de todos”, aquí ustedes se dan cuenta que es necesario una reconversión de pensamientos y de sentimientos, la superación de hábitos muy arraigados, para llegar a una nueva percepción de la necesidad de este compromiso, que no debe ser algo arrebatado, sino que supone un aprendizaje, un adiestramiento, una especie de escuela de re educación para la moral política, para la referencia a las cosa publica, bueno y en este texto, Juan Pablo II enumera criterios básicos de la consecución del bien común,. Que tiene que ver con la libre y responsable aceptación de las personas individualmente o asociadas, el advertir que la comunidad política existe en función del bien común, es algo que no es realmente no es reconocido de un ,modo espontáneo, la comunidad política existe en función del bien común, y el bien común supone una serie de condiciones de la vida social que permitan a cada una de las personas de los miembros de una comunidad y a todas sus instituciones alcanzar de un modo mas fácil y seguro su propia perfección, y aquí la política parece impostada en otros términos, y llevada adelante con otros criterios, se trata de la referencia necesaria al bien común, y ese es el criterio básico, el rumbo es la defensa y promoción de la justicia dice el Papa, entendida como virtud, como fuerza moral, justicia digamos, en un sentido emblemario, esto es no, no solo la justicia conmutativa, la relación entre las personas, y muchas veces por referencia a cosas materiales e inmediatas sino, la justicia como relaciones variadas en el cuerpo de la sociedad, también la justicia que cada uno de los miembros de la comunidad le debe a la comunidad en cuanto tal, y la comunidad en cuanto tal a cada uno de los miembros, especialmente a los mas indefensos, a los mas necesitados, eso es una dinámica de la justicia, la que debe ponerse en juego o como finalidad de la comunidad política, y termina el Papa Juan Pablo diciendo que el ejercicio del poder político eso lo puede alcanzar su fin y su referencia al bien común y cumplirlo con espíritu de servicio, unido a la necesaria competencia y eficiencia, ese espíritu de servicio es lo único que puede hacer transparente o limpia la actividad de los hombres políticos y les puede hacer superar entonces algunas tentaciones que son ancestrales también en la política de todos los países y de todos los tiempos, pero que es necesario enfrentar con espíritu virtuoso. Bueno pues en este sentido, entonces, el Papa Juan Pablo II nos ha mostrado que la Iglesia necesita de un compromiso de los laicos en el orden cultural concretamente en aquel nivel más alto del compromiso cultural que es la actividad política en cuanto tal. Ahora bien, como podríamos perfilar mejor este compromiso, el Papa Benedicto XVI en su primer Encíclica recuerda que esa aspiración a establecer un orden justo en la sociedad es la tarea especifica en la justicia y que para que ese orden de justicia pueda verificarse realmente es imprescindible que la sociedad sea presidida por un logs, por una razón moral, y allí inserta la acción y la función de la iglesia. Cual seria el aporte que la iglesia puede hacer para establecer un orden justo en la sociedad actual, el Papa habla de dos funciones de la iglesia, uno que ella ejerce de un modo mediato y esta pensando en la jerarquía de la iglesia, de los pastores de la iglesia, y sobre todo en la enseñanza de la iglesia en materia social, esta acción mediata de la iglesia consiste en una purificación de la razón, porque la iglesia tiene que recordar incesantemente que la justicia es del orden moral, no es un acomodo comentario que tiene que ver con el clientelismo, con la dadiva, sino que es la razón de ser de la comunidad política, de tal manera que mantenerse en el nivel ético que corresponde la consecución de la política exige ante todo una purificación continua de la razón y en esta encíclica “Deus Caritas” es, en cinco oportunidades a mi me ha llamado la atención este texto, en cinco oportunidades el Papa habla de esta función de purificación de la razón, por que, porque la razón puede empantanarse en la ceguera ética que deriva de la preponderancia, del interés y del poder que la deslumbran, y es un peligro que nunca se puede descartar totalmente, entonces, la iglesia tiene sobretodo con su magisterio y la orientación de los pastores recordar continuamente la característica ética de la justicia y eventualmente también denunciar cuando la justicia es enmascarada o negada, dice: “La política y la Fe se encuentran precisamente en esta tarea de purificación de la razón”pero la razón hay que pensar la razón social, es decir, el logs que preside el ordenamiento concreto de una sociedad, dice: “Es una fuerza purificadora la Fe para la razón misma” a partir de la perspectiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda así a ser mejor ella misma, y este es el aporte que la iglesia puede hacer, y que el laicado debe asumir y convertirse en eco de esa orientación pastoral.
La iglesia desea simplemente contribuir a la purificación de la razón y aportar su propia ayuda para lo que es justo aquí y ahora pueda ser reconocido y puesto es practica, y esta es la función de la iglesia a través de su doctrina social, a través de su enseñanza social, esta es la función mediata, de modo que a los obispos, a los pastores de la iglesia no nos corresponde asumir concretamente los compromisos políticos, este año pasado hemos tenido un caso aquí en la Argentina, yo creo que ha sido un caso equivocado, ha sido un equivoco, y que muestra el desamparo político de la Nación, porque no corresponde a los pastores de la iglesia hacerse candidatos, nuestra función es precisamente mediata, es decir, ayudar a una purificación de la razón, y si lo pensamos bien se puede hacer mucho mas desde la cátedra que desde la tribuna, o desde una banca. Pero también la iglesia ejerce una función inmediata en esta tarea de conseguir la justicia en la sociedad, y dice el Papa Benedicto XVI, el deber inmediato de actuar a favor de un orden justo en la sociedad es propio de los fieles laicos, y esta distinción entre la acción mediata de la iglesia y la acción inmediata es muy importante, porque lo que el Papa esta suponiendo es que todos comprendemos muy bien que los laicos son tan miembros de la iglesia como los obispos, y que entonces la iglesia tiene esta doble función que una ejerce a través de sus pastores y otra ejerce a través de su cuerpo laical, y cual es esta misión en todo caso, es configurar rectamente la vida social respetando su legitima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad, aquí hay otra cosa, mucha veces ha habido gente que quiere participar de la vida política, pero quiere el respaldo de los Obispos, no corresponde eso, quiere hacer en el fondo Política Clerical, no es el caso, hay una responsabilidad propia de los laicos, que los laicos escuchen a los pastores esta muy bien, pero esta relación entre la función mediata e inmediata de la iglesia respecto del orden de la sociedad, quedaría alterada si los laicos no se hacen cargo de su propia responsabilidad, y respecto precisamente de la Doctrino Social de la Iglesia, el drama es este, nunca como hoy la iglesia había perfilado un cuerpo de Doctrina Social que abarca todas las dimensiones de la realidad, porque en primer lugar se afirma claramente la centralizad de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos, el papel de la familia, una visión orgánica de la sociedad, subrayando la importancia de las asociaciones más allá de aquel ordenamiento liberal que hacia de cada ciudadano un individuo frente al Estado, no, el individuo mejor dicho la persona se integra en la vida social normalmente a través de sociedades, la primera de las cuales es la familia, y las agrupaciones de familia y las otras instituciones de la vida social, que hacen rica y orgánica precisamente esa vida social, pues tenemos una doctrina sobre el orden económico que no es la dogmática económica vigente según las modas, las épocas, o la fama de determinadas universidades, sino que tiene que ver con este principio fundamental con la actividad económica es una actividad moral, lo mismo tenemos una doctrina acerca de la constitución del Estado, de las formas de gobierno y demás. Nunca como hoy ha habido una riqueza tal de doctrinas, pero esa doctrina de la Iglesia mucha gente la reconoce como un aporte valioso, interesante, y muchos se hacen lenguas de alabarla, pero yo creo que nunca se ha puesto en practica, a no ser de un modo muy parcial y momentáneo, porque, la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, no es una función propia de la jerarquía de la iglesia, sino del laicado a través de mediaciones científicas y técnicas que vayan haciendo descender esos principios, Juan Pablo II decía que la Doctrina Social de la iglesia es teología, es una visión de las cosas temporales desde la luz de Dios, y es teología moral decía, porque esta subrayando precisamente a la naturaleza ética de la actividad temporal y de la justicia, entonces se trata de principios, pero no principios estratosféricos que flotan sobre la realidad y no tienen que ver con ella,. Sino son los principios que iluminan y alientan la marcha de las cosas, ahora son necesarias mediaciones científicas y técnicas para que esta pueda ser aplicada y va descendiendo analógicamente en distintos grados de realización, hasta el programa político completo que no es el resorte de la Jerarquía de la iglesia, no tiene porque comprometer a la iglesia, en este sentido, podemos descartar la necesidad de que halla un partido Católico, no tiene por que haber un partido Católico, por otra parte no se puede hacer una deducción unívoca de la Doctrina Social de la Iglesia a una determinada formula en el momento concreto, pero allí entra a jugar la libertad y responsabilidad de los laicos, ahora bien, como se procede, se procede si el laicado lejos de ser una masa informe se hace conciente de su responsabilidad y a través de sus propias instituciones comienza a pensar y a proponer distintas aproximaciones a esa realización de la doctrina Social, pienso concretamente en la función de las Universidades Católicas, que no han s ido creadas para producir, Chicago Bay o para dar dirigente al partido tal o cual, o al gobierno militar de turno, pienso en las otras instituciones, colegios o corporaciones profesionales y demás, y a todo aquello que hace a la vida concreta de la sociedad, bueno, pues es allí donde deben elaborarse los proyectos, en la encíclica”Populorium Progresium”, el Papa Pablo VI, decía que un modelo de país no puede ser producido por una fuerza hegemónica, o por un partido, tiene que ser el resultado del diálogos y de la confrontación de las distintas fuerzas sociales, donde todos aportan su visión de las cosas. Tiene que haber gente que lo haga, que se haga cargo de eso, y aquí hay algo que si se quiere es mas delicado todavía, que tiene que ver con una educación para la vida social, es algo que esta faltando en la Argentina, cuando digo educación para la vida social, estoy pensando, en que no solo los fieles laicos, sino también personas que no pertenecen a la iglesia, que no son Cristianos pero que quieren vivir en paz y aportar algo a la sociedad, tienen que hacerse cargo que de ellos depende el futuro de la sociedad, aquí muchas veces se ha recordado, aquella sentencia fatal, que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, bueno, es parcialmente verdad, se podría hablar mucho sobre eso, pero es parcialmente verdad, en la Biblia uno advierte, sobre todo en el Antiguo Testamento, en el Israel del Antiguo Testamento, tiene en vigencia un principio que se llama de la personalidad corporativa, que se ha dado también en la historia Cristiana, sobre todo también en la monarquía cristiana, es decir, entre el Gobernante y el pueblo, entre el príncipe y los súbditos existe una referencia reciproca constante, de donde salen los gobernantes, sobre todo en un régimen republicano o democrático de donde salen los gobernantes si no es del pueblo, de donde salen los dirigentes de la sociedad si no es del pueblo, y si no hay una base muy amplia de gente que se hace conciente de su papel de ciudadano, es muy difícil que halla dirigente que puedan conducirlas bien, esto es lo que hace falta todavía, y en el ámbito católico digo expresamente respecto de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, que quedara sino durmiendo en estos magníficos Documentos para que alguno cada tanto y otros estén todos de acuerdo y aplaudan, pero las cosas sigan igual, aquí hay algo que tiene que ver con la inteligencia y con la voluntad, y la tercera orientación mas reciente que yo quisiera mencionar, tiene que ver con un documento de la congregación para la Doctrina de la Fe del año 2002 sobre precisamente el compromiso político de los Cristianos donde hacia hincapié sobre algunas cuestiones fundamentales hoy día, en la oportunidad del documento tiene que ver con esta especie de crisis de la Civilización occidental y de un modo más preciso, con la situación Europea, es decir, con esa reticencia tan fuerte en la Constitución actual de la Unión Europea a reconocer las raíces Cristiana de Europa y eso es nada más que el punto de llegada de una serie de fenómenos culturales que se expresan como una especie de rechazo a la cosmovisión Cristiana, el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostolica “Sacramentus Caritatis “ que acaba de salir retoma precisamente esa enseñanza de la congregación para la Doctrina de la Fe y habla de la coherencia de vida del Cristiano, en este párrafo, el Papa utiliza esta expresión: Coherencia Eucarística, que yo traduzco así, la gente que va a misa, se confiesa, comulga que reza, como es posible que después se comporte de una manera tan diversa, por no hablar de este drama Argentino, que aquí todos somos bautizados en la Iglesia Católica, el 85 %,aquí a misa va el 6 o 7%, así que ni siquiera este reproche papal le podemos endilgar, pero con mayor razón imagínense ustedes que desaguisados harán cuando se meten en política, si ustedes le preguntan, la mayor parte, hoy quizás no tanto, a la mayor parte de los políticos no les gustaría tener una posición publica tan anticatólica porque sieguen pensando que sigue el voto católico en nuestro triste país, pero lo de la coherencia eucarística es verdad, volvemos a mi planteo inicial, se trata de la vocación de los laicos en cuanto miembros del pueblo de Dios, entonces no se puede hacer una separación tal entre la vida cristiana persona, mi cumplimiento digamos así de los preceptos religiosos, o mis seguimientos, de la fe y de las normas morales de la Iglesia, y por otro lado la conducta publica, sea en las instituciones, sea en la vida política partidaria. Entonces aquí hay una cuestión de coherencia que es fundamental, y el Papa lo refiere a los graves problemas que se están dando en todo el ,mundo y que son una de las características mas siniestras de eso que se llama globalización. Yo quiero leer este párrafo, añadiendo mi comentario porque me parece muy elocuente, dice Benedicto XVI, “Es importante notar que la coherencia Eucarística a la cual esta llamada objetivamente nuestra vida, tiene que ver con el culto agradable a Dios, que nunca es un acto meramente privado sin consecuencias en nuestras relaciones sociales, al contrario, exige el testimonio publico de la propia fe, testimonio publico de la propia fe, pero fíjense las agachadas que se cometen cotidianamente, para no quedar descolocados precisamente porque uno aparece como Católico, no se trata de exhibir una camiseta, se trata simplemente de pensar como católico y aplicar coherentemente ese pensamiento, obviamente esto vale para todos los bautizados pero tiene una importancia particular para quienes por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas, estos valores no son negociables. Estas son palabras muy fuertes y fíjense ustedes lo que esta ocurriendo aquí en la argentina, como estamos en el lejano sur, siempre el eco de las bondades o de las maldades llega con retraso, a pesar de la rapidez de las comunicaciones llega con retraso, pero ahora el Congreso de la Nación, la Legislatura Provincial, y aun desbordadamente ciertos Consejos Deliberantes se ponen a dar normas sobre todas las realidades humanas, y lo que están haciendo es poniendo las bases de una destrucción sistemática del orden natural con leyes inicuas, ante las cuales parece que nadie tiene nada que decir, se votan casi sin discusión, en los cuerpos legislativos y son muy pocos los que dan testimonio de su fe si la tienen, pues aquí se juega algo fundamental, valores no negociables dice el Papa, el problema que hay es una gran falta de conocimiento de estas cosas, la gran falta de pertenencia concreta a la vida de la Iglesia, gente que se llama Cristiana, que se llama católica, pero que no lo es, o que incluso objetivamente lo ha dicho por ejemplo el ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires dice, yo como Católico respeto la opinión de la Iglesia pero no estoy de acuerdo, es una contradicción, si un Judío, o un Musulmán, un agnóstico me dice yo respeto la opinión de la Iglesia pero no estoy de acuerdo, yo le digo, lo felicito, es usted un hombre de bien, pero la opinión de la Iglesia son la Doctrina sobre estos valores no negociables, así estamos arruinados como ustedes comprenden, y sigue el Papa: “Así es pues los políticos y los Legisladores católicos concientes de su grave responsabilidad social deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia”, acá lo propone como un deber de conciencia, rectamente formada, para formar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana, a este nivel ínfimo hemos llegado, que la leyes no vayan en contra de valores fundamentales de la naturaleza humana, para decirlo con términos de Juan XXIII en la Encíclica “Pacem in terris” habría que decir que esas leyes no son leyes, son abusos legislativos, el Papa siguiendo la Doctrina de Santo Tomas dice precisamente eso, no tienen derecho los legisladores a legislar en contra del orden natural, entonces es un abuso de autoridad, pero acá estamos acostumbrados, y no solo que nos prepotean, además que si uno llega a decir esa es una ley inicua uno se con vierte en un troglodita, en un monstruo o en un fanático religioso, como me dijo a mi el Ministro de Salud de la Nación, un fanático religioso, esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía, dice el papa, pero claro para eso hay que saber de que se trata hay que saber que es la Eucaristía y uno tiene que vivir como un cristiano, los obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores, ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado, aquí entonces estamos concretando algo, muy particular acerca de la responsabilidad política de los católicos, ahora estamos en una situación muy embarazosa porque la Argentina tiene además una tradición muy negativa en este sentido, yo comparo a veces la situación actual con lo que ocurría a fines del siglo XIX, en las dos ultimas décadas del siglo XIX sobre todo en los años ´80 de aquel siglo, se libro en la Argentina un verdadero cultur cam, que tenia su eco en los problemas Europeos pero que aquí se manifestó alrededor de la concepción de la familia y el ordenamiento jurídico de la familia y la educación. Si uno lee los debates en el Congreso de la Nación sobre la famosa ley 1420, y esto era otro mundo, era otro país, fue un debate inteligente, había allí un laicado, pequeño en numero pero de una gran calidad intelectual y moral que libraron una batalla en la que resultaron vencidos pero con una gran dignidad, aquel debate fue un gran debate de ideas y además visto con mucha perspicacia, en los Católicos argentinos de aquella época piensen en Goyena, Estrada, Achabal Rodríguez, Pizarro y tantos otros, no que recibían los influjos de la Europa de entonces, plantearon el problema de la educación es términos de libertad de conciencia, ha sido una cosa avanzadísima, esta ley de educación nacional que se ha votado hace muy poco, se voto sin debate, no se debatió, hubo una consulta muy parcial y todo se arreglo en las comisiones, no hubo discursos, bueno en aquella época había un laicado que tenia una presencia en la vida política nacional, hoy día no existe, mejor dicho no existe un laicado de ningún modo, existen laicos sueltos, pero no existe un laicado, y mucho menos aquellos que puedan representar esa posición, que no es una posición convencional, resulta que hoy día la Iglesia es la que defiende los valores humanos, los valores de la naturaleza humana, pero aquí se da como una especie de soga que es la de los preámbulos de la fe, aquí no se trata de defender las verdades de la fe, se trata de defender sus preámbulos.

Aquí es donde hoy día se plantea el compromiso político de los católicos, es una cuestión de renovación de la inteligencia del Laicado Católico y de coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace, y luego también yo diría es un problema de concordia, este es otro problema muy serio, ancestral en la Argentina, es un país que ha vivido siempre en guerra civil, por medios cruentos o incruentos, y la dificultad mas grande que tenemos es la de la discordia, y esa discordia que es una especie de carácter nacional se mete también en las filas católicas, y mientras no se supere eso va a ser muy difícil ofrecer una solución concreta para os males argentinos, si uno pinta las cosas así, después de todo yo he presentado un panorama en cierto modo ideal, ideal pero posible, puede no digo atacarnos en escepticismo al cual hacia alusión aquí Juan Pablo II pero si una cierta falta de confianza,¿podremos hacer algo efectivamente? Porque las reiteradas frustraciones argentinas pueden inducir precisamente a una especie de fatiga, que en el fondo nos paraliza en la negligencia, y aquí tiene que ayudarnos la fuerza trascendente de la esperanza, hay algo por lo cual vale la pena vivir, trabajar, luchar y morir si es preciso, son en primer lugar las realidades del orden de la fe y de la salvación, pero son también las realidades entrañables de la familia y de la patria.
(Fundacion Adenauer)

Comunión y caridad en nuestra Patria

Escribe Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas
25-5-08

En este domingo estamos celebrando “el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. También queremos especialmente en este 25 de Mayo rezar por nuestra Patria, por sus necesidades, para que en esta hora de la historia tengamos grandeza o bien magnanimidad, para que todo lo que hagamos esté dirigido especialmente al compromiso con el bien común. La referencia a la grandeza de espíritu y la magnanimidad es clave, para que cualquier instancia de “diálogo”, como instrumento indispensable de toda construcción social, política y cultural, pueda ser eficaz. En este 25 de Mayo rezamos especialmente para que Dios bendiga nuestra Patria y podamos desde “la magnanimidad”, superar todos los odios, divisiones, resentimientos y podamos construir una Patria de hermanos.

En nuestra Diócesis desde hace algunos años nos hemos dispuesto a celebrar “el Corpus Christi”, con la relevancia que tiene que tener esta solemnidad. En los pueblos o ciudades donde hay una sola Parroquia hemos buscado que haya un momento común de las capillas para celebrar la Misa y procesión. Las parroquias de Oberá y las de Posadas - Garupá también hemos celebrado en sus respectivos lugares el sábado 24 por la tarde. Quiero subrayar que al celebrar tan festivamente “el Corpus”, continuamos en la brecha de San Roque González y los misioneros de las reducciones guaraníes hace 400 años en nuestra tierra colorada. Las comunidades indígenas tenían una gran devoción al “Cuerpo y Sangre del señor”. En aquel entonces mientras se realizaba la procesión los indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas, ramas, animales para que fueran bendecidos con “el Corpus Christi”. Debo agradecer al pueblo de Dios la creciente valoración y la alegría popular de nuestra liturgia, donde miles de personas adoran al Cuerpo y Sangre del Señor.

El texto del Evangelio que leemos este domingo (Jn. 6,51-58), nos dice: “Yo soy el pan bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. En la última cena el Señor instituye la eucaristía y desde aquel momento los cristianos nos reunimos los domingos para celebrar la Misa: “El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan…” (Hch. 20,7).

La eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. La comunión del pan y del vino, del Cuerpo y la Sangre, implican que nosotros formamos un solo cuerpo: “…todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1 Cor. 10,17). La caridad es el fundamento del amor solidario tan necesario de asumir con coherencia en este tiempo en nuestra Patria en que nos tocará, en camino al bicentenario, definir que proyecto cultural, que País y Provincia seremos en este siglo XXI.

Desde la eucaristía “pan de vida” y fundamento de comprensión del amor cristiano, entendemos más profundamente el valor de la vida humana, de la familia, la justicia, el trabajo como servicio y sobre todo la inclusión de los más pobres y marginados como claves de todo proyecto cultural y de toda forma de proyección política, económica, social…

Creo conveniente retomar el texto de “Navega mar adentro” que nos señala: “En nuestro País constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no puede hacer surgir una Patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos” (38).

El pan compartido en la eucaristía y celebrado en este domingo del “Corpus Christi”, nos invita a poner en ejercicio la caridad y comprometer nuestras opciones cotidianas sabiéndonos responsables del país, provincia y futuro que debemos construir.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!


(Misiones Online, 25-5-08)

Cristianismo y patriotismo


CRISTIANISMO Y PATRIOTISMO

Nos limitaremos a recordar conceptos aprendidos de uno de nuestros maestros, el P. Alberto Ezcurra, difundidos en sus Sermones Patrióticos, como modesto homenaje a los 15 años de su fallecimiento.
Pensar en la patria es un deber, que nos corresponde como argentinos y también como católicos. Es parte del mandamiento que nos manda amar a nuestro prójimo. Y, entre el prójimo, tenemos que querer con mayor predilección a aquellos que están más próximos. Es decir, a aquellos que están unidos a nosotros por lazos de sangre, de lengua, de religión, de cultura, de tradición, de historia.
Y es un deber, también como hijos: el mismo cuarto Mandamiento que nos manda amar a nuestros padres, nos manda también amar a nuestra patria, porque de los padres y de la patria recibimos la vida. Y como estamos obligados a amar a nuestros padres, tenemos que amar también a nuestra patria.
Se podría decir que alguien que no quiera a su familia, que no se preocupe por ella, no es un buen católico. Exactamente lo mismo podemos expresar de quien se dice católico, pero no es capaz de querer esta tierra en la que Dios lo hizo nacer. A este rincón del planeta que se llama Argentina. Porque no nacimos aquí por casualidad, sino que fue la Providencia quien quiso que viniéramos a la vida en este lugar y en este momento histórico.
Ese deber de los católicos para con la patria, es algo que nos enseña toda la historia de la Iglesia, y el magisterio pontificio. El Papa León XIII, el gran pontífice de la Rerum Novarum, documento donde manifestó su preocupación por los trabajadores, amaba también a la patria y nos enseña a quererla. Dice que: “el amor sobrenatural de la Iglesia y el amor natural a la patria, son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, porque la Causa y el Autor de la Iglesia y de la Patria es el mismo Dios. De lo cual se sigue que no puede darse contradicción entre estas dos obligaciones.”
Por su parte, el Papa San Pío X, manifestó a un grupo de peregrinos en Roma: “Sí, es digna no sólo de amor sino de predilección la Patria, cuyo nombre sagrado despierta en nuestro espíritu los más queridos recuerdos y hace estremecerse todas las fibras de nuestra alma”. “Si el catolicismo fuera enemigo de la Patria, no sería una religión divina.”
Cuando Juan Pablo II visitó la Argentina, en un momento difícil, les dijo a los Obispos: “La universalidad, dimensión esencial en el pueblo de Dios, no se opone al patriotismo ni entra en conflicto con él. Al contrario, lo integra, reforzando en el mismo los valores que tiene, sobre todo el amor a la propia Patria, llevado si es necesario hasta el sacrificio.”
El sacrificio de quienes entregaron su vida por la patria, nos obliga moralmente a recordarlos y no olvidar nunca a quienes nos precedieron. Pues la Argentina tiene un pasado; tiene una historia particular. Nosotros recibimos la cultura que venía de Grecia y de Roma, a través de España, y, junto con ella, el cristianismo. La fidelidad a esos valores estaba presente en los hombres que nos legaron la patria. Incluso cuando fue necesario proclamar la independencia de España, no se hizo como ruptura con ese pasado, con aquella tradición recibida. Y, especialmente, no se renegó de la tradición cristiana.
La herencia que recibimos implica una responsabilidad. No podemos ignorar que la Argentina contemporánea se ha desviado de la ruta que le señala su tradición. Debemos reconocer que está gravemente enferma; y su dolencia es, principalmente, espiritual. Nuestra patria nació cristiana; los próceres se preocuparon de darle, no solamente un cuerpo, es decir un territorio, sino que quisieron darle también un alma y un alma cristiana. Eso es algo que no podemos olvidar, es algo de lo que no podemos renegar, sin traicionar el sueño de nuestros ancestros.
Quien es considerado, con justicia, el Padre de la Patria, San Martín, fue combatido y obligado al exilio por aquellos que no aceptaban que el alma de la patria fuese cristiana. Que renegaban de la tradición hispánica, pues preferían los postulados masónicos de la Revolución Francesa. Aún desde Europa, San Martín continuó hasta su muerte preocupándose por el cuerpo y el alma de la Argentina. En varias de sus cartas aboga por una mano firme que ponga orden en la patria. Cuando esa mano firme enfrenta al invasor extranjero, en la Vuelta de Obligado, San Martín redacta su testamento, disponiendo:
“El sable que me ha acompañado en la independencia de América del Sur, le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido de ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.”

La importancia de conocer la historia nacional, fue destacada por el actual pontífice, siendo todavía Arzobispo de Cracovia: “No nos desarraiguemos de nuestro pasado, no dejemos que éste nos sea arrancado del alma, es éste el contenido de nuestra identidad de hoy.” “Una nación vive de la verdad sobre sí misma.” “No puede construirse el futuro más que sobre este fundamento.” “Que nadie se atreva a poner en tela de juicio nuestro amor a la Patria. Que nadie se atreva.”
Es que la patria es la tierra de los padres. No es solamente un concepto geográfico; incluye un patrimonio cultural y una historia. Los argentinos que vivimos hoy en esta patria, la recibimos como herencia del pasado y debemos transmitirla a las generaciones futuras. Es algo que tenemos en custodia, no nos pertenece. No la podemos vender, ni mucho menos regalar.
Nunca es más grande y fuerte un pueblo que cuando hunde sus raíces en el pasado. Cuando recuerda y honra a sus antepasados. Por eso, debemos mirar hacia ese pasado y recordar el ejemplo de los héroes nacionales, para pensar después en el presente; para pensar en el presente sin desanimarnos, a pesar de todo. Para que, aunque parezcamos una patria y un pueblo de vencidos, no seamos vencidos en nuestra alma, no seamos vencidos en nuestro espíritu, en nuestra manera de pensar, en nuestro compromiso de argentinos y de cristianos.
Frente a la decadencia actual de la Argentina, la peor tentación, mucho peor que la derrota exterior, es la tentación de la derrota interior. La tentación del desaliento, la tentación de la desesperación, la tentación de pensar que no hay nada que hacer. La tentación de rendirnos; la de olvidarnos lo que nos enseñaba el P. Castellani: de que la pelea vale la pena pelearla, y de que Dios no nos exige que venzamos, porque a vences el triunfo no depende de nosotros, pero Dios sí nos exige que no seamos vencidos.
Queremos terminar recordando la última parte de la Oración rezada por el P. Ezcurra, con motivo de la repatriación de los restos de Rosas:

“Te rogamos Señor, que le des a Don Juan Manuel de Rosas el descanso eterno; y que a nosotros nos niegues el descanso, nos niegues la tranquilidad, la comodidad y la paz, hasta que, con los escombros de esta Patria en ruinas, sepamos edificar la Argentina grande que Juan Manuel amó, en la cual soñó y por la cual entregó su vida”. Así sea.

Córdoba, 26-5-08


(Fuente: “Sermones patrióticos”; Cruz y Fierro Editores, 1995)

Santo Tomás Moro



Biografía breve

Nació en Londres 7/02/1478. Estudió en la Universidad de Oxford. Estudia derecho, ciencia teología y literatura. Escribe algunas comedias y se dedica al estudio de literatura griega y latina. En 1499 ingresa a los cartujos pero luego se dedica a la política desde 1504 en el Parlamento desde donde solicita la disminución de las asignaciones realizadas al rey Enrique VII. Este encarcela al padre de Tomás Moro y hace que este último se retire de la política. A la muerte del rey vuelve a la actividad pública y durante el reinado de Enrique VIII, en 1510 es nombrado representante de la Corona en Londres. Luego cumplió misiones diplomáticas en Europa continental. En 1518 es designado miembro del Consejo Privado y en 1521 se le da el título de sir. En 1929 es presidente de la Cámara de los Lores. Se negó a apoyar la petición del rey para divorciarse de Catalina de Aragón. Renuncia a su cargo en 1532. El rey lo hace encarcelar en 1934 y es decapitado el 7 de julio de 1535. En 1935 es canonizado por la Iglesia Católica.



CARTA APOSTÓLICA PARA LA PROCLAMACIÓN DE SANTO TOMÁS MORO COMO PATRONO DE LOS GOBERNANTES Y DE LOS POLÍTICOS

1. De la vida y del martirio de Santo Tomás Moro brota un mensaje que a través de los siglos habla a los hombres de todos los tiempos de la inalienable dignidad de la conciencia, la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II, «es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella» (Gaudium et spes, 16). Cuando el hombre y la mujer escuchan la llamada de la verdad, entonces la conciencia orienta con seguridad sus actos hacia el bien.
Precisamente por el testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad sobre el poder, Santo Tomás Moro es venerado como ejemplo imperecedero de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los que están llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio a la persona humana.
Recientemente, algunos jefes de Estado y de Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas Conferencias Episcopales y obispos forma individual, me han dirigido peticiones en favor de la proclamación de Santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Entre los firmantes de esta petición hay personalidades de diversa orientación política, cultural y religiosa, como expresión de vivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre de gobierno.

2. Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su país. Nacido en Londres en 1478 en el seno de una respetable familia, entró desde joven al servicio del arzobispo de Canterbury, Juan Morton, canciller del Reino. Prosiguió después los estudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de la cultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo relaciones de intercambio y amistad con importantes protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos Erasmo Desiderio de Rotterdam.
Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de una asidua práctica ascética: cultivó la amistad con los frailes menores observantes del convento de Greenwich y durante un tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los principales centros de fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija.
Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación. La vida de familia permitía, además, largo tiempo para la oración común y la «lectio divina», así como para sanas formas de recreo hogareño. Tomás asistía diariamente a misa en la iglesia parroquial, y las austeras penitencias que se imponía eran conocidas solamente por sus parientes más íntimos.

3. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento. Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró también representante de la Corona en la capital, abriéndole así una brillante carrera en la administración pública. En la década sucesiva, el rey lo envió en varias ocasiones para misiones diplomáticas y comerciales en Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes.
Estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria, en 1529, en un momento de crisis política y económica del país, el rey le nombró canciller del Reino. Como primer laico en ocupar este cargo, Tomás afrontó un período extremadamente difícil, esforzándose en servir al rey y al país. Fiel a sus principios se empeñó en promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quien buscaba los propios intereses en detrimento de los débiles.
En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos. Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin control.
Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado. Con el paso de los siglos se atenuó la discriminación respecto a la Iglesia. En 1850 fue restablecida en Inglaterra la Jerarquía católica. Así fue posible iniciar las causas de canonización de numerosos mártires.
Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el obispo Juan Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con el mismo obispo, fue canonizado después por Pío XI en 1935, con ocasión del IV centenario de su martirio.

4. Son muchas las razones a favor de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Entre éstas, la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades. En efecto, fenómenos económicos muy innovadores están hoy modificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados.
En este contexto es útil volver al ejemplo de Santo Tomás Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral de la juventud.
El profundo desprendimiento de honores y riquezas, la humildad serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida entera de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo. Refiriéndome a semejantes ejemplos de armonía entre la fe y las obras, en la Exhortación apostólica postsinodal «Christifideles laici» escribí que «la unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres» (n. 17).Esta armonía entre lo natural y lo sobrenatural es tal vez el elemento que mejor define la personalidad del gran estadista inglés.
El vivió su intensa vida pública con sencilla humildad, caracterizada por el célebre «buen humor», incluso ante la muerte.Este es el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad. El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Esta es la luz que iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de decir, «el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios» (Discurso 7.4.1998, 3).Y fue precisamente en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro brilló con intensa luz.
Se puede decir que él vivió de modo singular el valor de una conciencia moral que es «testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su alma» («Veritatis splendor», 58). Aunque, por lo que se refiere a su acción contra los herejes, sufrió los límites de la cultura de su tiempo. El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución «Gaudium et spes», señala cómo en el mundo contemporáneo está creciendo «la conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona humana, ya que está por encima de todas las cosas, y sus derechos y deberes son universales e inviolables» (n.26). La historia de Santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre.

5. Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de Santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos ayude al bien de la sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos introduce en el tercer milenio cristiano. Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido las peticiones recibidas, constituyo y declaro patrono de los gobernantes y de los políticos a santo Tomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos los honores y privilegios litúrgicos que corresponden, según el derecho, a los patronos de categorías de personas. Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del hombre, ayer, hoy y siempre.

Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de 2000, vigésimo tercero de mi Pontificado
JUAN PABLO II




El Presidente Uribe reza el rosario


Desde marzo pasado, un canal local transmite el rezo del santo rosario desde la Casa de Nariño (perteneciente al Gobierno), en el que participa el mandatario colombiano.

(Cristo Hoy, 20/26-5-08)

¿Por qué hay tan pocos políticos cristianos?


Responde el ex presidente italiano, Oscar Luigi Scalfaro

ROMA, 23 mayo 2003 (ZENIT.org).- El problema del compromiso de los cristianos en política estriba en su falta de formación, constata el ex presidente de la República de Italia, Oscar Luigi Scalfaro.
Nacido en 1918 en Novara, Scalfaro interrumpió su carrera como magistrado al ser elegido tras la segunda guerra mundial para participar en la Asamblea Constituyente que redactó la actual Constitución Italiana.
Ha desempeñado numerosos cargos de gobierno desde 1954, entre los que destaca su contribución decisiva al final del terrorismo en Italia cuando fue elegido Ministro de Interior en 1983. Ha sido presidente de Italia de 1992 a 1999.

En esta entrevista concedida a Zenit, comenta la Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política recientemente publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

--¿Por qué hay tan pocos cristianos bien formados en política?

--Scalfaro: Yo comenzaría con una afirmación de principio. Según el derecho natural, ratificado por muchas constituciones, la tarea de educar y formar a los jóvenes, a los niños, no es un derecho de los maestros de escuela. Reciben este derecho por «delegación». El derecho/deber de formar al ciudadano corresponde, en primer lugar, a los padres. ¿Cuántos padres son capaces de dar esta formación? Desde mi punto de vista muy pocos. Cuando está estudiando un joven sus padres hacen todo lo posible para disuadirle de tomar compromisos políticos. Y, cuando comienza a trabajar, le dicen: «si te metes en política, te vas a meter en problemas. ¡Te van a despedir del trabajo!».

La otra entidad que tiene el derecho/deber de formar, por razón divina, es la Iglesia. Tiene el derecho de formar al cristiano como persona individual, como componente de la familia, como hombre que trabaja, que estudia, que se divierte...; como hombre que participa en la comunidad en la que tiene derechos y deberes. La Iglesia es apta para formar, pero, ¿lo hace? Me permito decir que la Iglesia tiene lagunas en este campo. Tiene muchas lagunas.

--Usted ha tenido un papel decisivo en el Partido de la Democracia Cristiana en Italia. ¿No cree que hace falta también hoy un Partido abiertamente cristiano?

--Scalfaro: En este momento, el cómo no me interesa. No me interesa el hecho de que haya que crear o no un partido confesionalmente católico. Lo que me interesa es que cada ciudadano cristiano viva su condición de ciudadano en cuanto cristiano. Esto es lo que realmente me interesa, pues el Señor no juzgará a un pueblo, sino a personas individualmente. Y no podré decir: «como nadie se comprometía, por tanto, yo tampoco me he comprometido». Lo importante para el Señor es si he cumplido mi deber. La gran cuestión es que los creyentes comprendan que no es suficiente con tener ideas sanas. No basta decir que el Evangelio vale para todos los tiempos. En dos mil años, no ha envejecido ni una sola de sus palabras. El Evangelio vale para todas las personas y para todos los pueblos. Vale para los Estados y los gobiernos. Vale para las organizaciones internacionales. No es posible creer y no servirse de él. No se puede decir: no me sirve de nada, pues hoy ya no sirve. El Evangelio tiene la capacidad de resolver los problemas internacionales o nacionales de todo tipo. La cuestión hoy día consiste en volver a comenzar con paciencia a mostrar ya desde la catequesis que hay un problema de formación.

¿Hay un modo cristiano de ser médico, abogado, agricultor, chófer? Si hay una manera cristiana de ejercer una profesión, ¿no habrá también una manera cristiana de hacer política? Si no la hay, entonces mejor acaba y vámonos. Y si es así, ¿tendremos que quedarnos mirando con los brazos cruzados y rezando? No, no es suficiente. Ciertamente es indispensable rezar, pero no es suficiente, cuando existe la posibilidad de hacer algo.

--El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe explica que existe una laicidad en la vida pública; es decir, en política son los laicos quienes tienen que tomar las decisiones, no los pastores, sus obispos. ¿Cómo ha vivido usted este principio?

--Scalfaro: El obispo no puede decirle a un cirujano cómo tiene que operar. No le puede decir a un abogado cómo tiene que ejercer su profesión. En la Universidad católica nos enseñaron la ética profesional. Después, cada quien hace su trabajo: abogados, psicólogos, etc. Nos han dado un metro. A nosotros nos corresponde tomar las medidas de cada cosa, cada día, llevando siempre el metro en el bolsillo.

En este sentido, es importante encontrar personas que ejerzan su profesión como cristianos, que se convierten en ejemplos, personas que nos muestran con su vida que creen.

Lo importante, por tanto, es preparar al cristiano a ser cristiano, recordando que la gracia de Dios existe y que no tenemos más que acogerla. Y, como si no fuera suficiente, se da un milagro curioso, pues Dios responde a todas nuestras exigencias: dado que el amor no es hijo de la lógica, el amor de Dios tampoco es hijo del raciocinio. Entonces, Dios, que por sí sólo es más que suficiente para cada uno de nosotros, nos ha dado también a su madre. No es lógico, pero así es la lógica del amor de Dios.

Cristianismo y politica


Joseph Ratzinger

El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abarca toda la esperanza humana. El hombre y su esperanza van más allá de la realidad del Estado y más allá de la esfera de la acción política. Y esto es válido no sólo para un Estado al que se puede calificar de Babilonia, sino para cualquier tipo de Estado [incluso “cristiano”]. El Estado no es la totalidad. Esto le quita un peso al hombre político y le abre el camino de una política racional. El Estado romano era falso y anticristiano precisamente porque quería ser el totum de las posibilidades y de las esperanzas humanas. Pretendía así lo que no podía realizar, con lo que defraudaba y empobrecía al hombre. Su mentira totalitaria le hacía demoníaco y tiránico. La supresión del totalitarismo estatal ha desmitificado al Estado, liberando la hombre político y a la política.

Pero cuando la fe cristiana, la fe en una esperanza superior del hombre, decae, vuelve a surgir el mito del Estado divino, porque el hombre no puede renunciar a la plenitud de la esperanza. Aunque estas promesas se vayan obteniendo mediante el progreso y reivindiquen exclusivamente para sí el concepto de progreso, son, sin embargo, históricamente consideradas, un retroceso a un estadio anterior a la buena nueva cristiana, una vuelta hacia atrás en el camino de la historia. Y aunque vayan propalando como objetivo propio la liberación total del hombre, la eliminación de cualquier dominio sobre el hombre, entran realmente en contradicción con la verdad del hombre y con su libertad, porque reducen el hombre a lo que él puede hacer por sí solo. Semejante política, que convierte al Reino de Dios en un producto de la política y somete la fe a la primacía universal de la política, es, por su propia naturaleza, una política de la esclavitud; es política mitológica.

La fe opone a esta política la mirada y la medida de la razón cristiana, que reconoce lo que el hombre es realmente capaz de crear como orden de libertad y, de este modo, encontrar un criterio de discreción, consciente de que su expectativa superior está en manos de Dios. El rechazo de la esperanza que radica en la fe es, al mismo tiempo, un rechazo del sentido de la medida en la razón política. La renuncia a las esperanzas míticas es propia de una sociedad no tiránica, y no es resignación, sino lealtad, que mantiene al hombre en la esperanza. La esperanza mítica del paraíso inmanente y autárquico sólo puede conducir al hombre a la frustración; frustración ante el fracaso de sus promesas y ante el gran vacío que le acecha; una frustración angustiosa, hija de su propia fuerza y crueldad.

El primer servicio que presta la fe a la política es, pues liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos políticos, que constituyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios y realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor lo imposible ha sido siempre cosa difícil; la voz de la razón nunca suena tan fuerte como el grito irracional. El grito que reclama grandes hazañas tiene la vibración del moralismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasión moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos. Sin embargo, la moral política consiste en resistir la seducción de la grandilocuencia con la que se juega con la humanidad, el hombre y sus posibilidades. No es moral el moralismo de la aventura que pretende realizar por sí mismo lo que es Dios. En cambio, sí es moral la lealtad que acepta las dimensiones del hombre y lleva a cabo, dentro de esta medida, las obras del hombre. No es en la ausencia de toda conciliación, sino en la misma conciliación donde está la moral de la actividad política.

A pesar de que los cristianos era perseguidos por el Estado romano, su posición ante el Estado no era radicalmente negativa. Reconocieron al Estado en cuanto Estado, tratando de construirlo como Estado según sus posibilidades, sin intentar destruirlo. Precisamente porque sabían que estaban en “Babilonia”, les servían las orientaciones que el profeta Jeremías había dado a los judíos deportados a Babilonia. La carta del profeta transcrita en el cap. 29 del libro de Jeremías no es ciertamente una instrucción para la resistencia política, para la destrucción del Estado esclavista, ni se presta a tal interpretación. Por el contrario, es una exhortación a conservar y a reforzar lo bueno. Se trata, pues, de una instrucción para la supervivencia y, al mismo tiempo, para la preparación de un porvenir nuevo y mejor. En este sentido, esta moral del exilio contiene también elementos de un ethos político positivo. Jeremías no incita a los judíos a la resistencia ni a la insurrección, sino que les dice: “Edificad casas y habitadlas. Plantad huertos y comed de sus frutos... Procurar la paz de la ciudad adonde os trasladé; y rogad por ella al Señor, porque en la paz de ella tendréis vosotros paz” (Jr. 29, 5-7).

Muy semejante es la exhortación que se lee en la carta de Pablo a Timoteo, fechada tradicionalmente en tiempos de Nerón: “(Rogad) por todos los hombres, por los emperadores y por todos los que están en el poder, a fin de que tengamos una vida quieta y tranquila en toda piedad y honestidad”. (1 Tm 2,2). En la misma línea se desarrolla la carta de Pedro con la siguiente exhortación: “Vuestro comportamiento entre los paganos sea irreprensible, a fin de que, por lo mismo que os censuran como malhechores, reflexionando sobre las obras buenas que observan en vosotros, glorifiquen a Dios en el día del juicio”. (1 P 2,12). “Honrad a todos, amad a vuestros hermanos, temed a Dios, honrad al rey” (1 P 2,17). “Ninguno de vosotros tenga que sufrir como homicida, o ladrón, o malhechor, o delator. Pero si uno sufre como cristiano, que no se avergüence; que glorifique más bien a Dios por este nombre”. (1 P 4,15 a)

¿Qué quiere decir todo esto? Los cristianos no eran ciertamente gente sometida angustiosamente a la autoridad, gente que no supiese de la existencia del derecho a resistir y del deber de hacerlo en conciencia. Precisamente esta última verdad indica que reconocieron los límites del Estado y que no se doblegaron en lo que no les era lícito doblegarse, porque iba contra la voluntad de Dios. Por eso precisamente resulta tanto más importante el que no intentaran destruir, sino que contribuyeran a regir este Estado. La antimoral era combatida con la moral, y el mal con la decidida adhesión al bien, y no de otra manera. La moral, el cumplimiento del bien, es verdadera oposición, y sólo el bien puede preparar el impulso hacia lo mejor. No existen dos tipos de moral política: una moral de la oposición y una moral del poder. Sólo existe una moral: la moral como tal, la moral de los mandamientos de Dios, que no se pueden dejar en la cuneta ni siquiera temporalmente, a fin de acelerar un cambio de situación. Sólo se puede construir construyendo, no destruyendo. Esta es la ética política de la Biblia, desde Jeremías hasta Pedro y Pablo.

El cristianismo es siempre un sustentador del Estado en el sentido de que él realiza lo positivo, el bien, que sostiene en comunión los Estados. No teme que de este modo vaya a contribuir al poder de los malvados, sino que está convencido de que siempre y únicamente el reforzamiento del bien puede abatir al mal y reducir el poder del mal y de los malvados. Quien incluya en sus programas la muerte de inocentes o la destrucción de la propiedad ajena no podrá nunca justificarse con la fe. Explícitamente es lo contrario a la sentencia de Pedro: “Pero jamás alguno de vosotros padezca por homicida o ladrón” (1 P 4,15); son palabras que valen también ahora contra este tipo de resistencia. La verdadera resistencia cristiana que pide Pedro sólo tiene lugar cuando el Estado exige la negación de Dios y de sus mandamientos, cuando exige el mal, en cuyo caso el bien es siempre un mandamiento.

De todo esto se sigue una última consecuencia. La fe cristiana ha destruido el mito del Estado divinizado, el mito del Estado paraíso y de la sociedad sin dominación ni poder. En su lugar ha implantado el realismo de la razón. Ello no significa, sin embargo, que la fe haya traído un realismo carente de valores: el de la estadística y la pura física social. El verdadero realismo del hombre se encuentra el humanismo, y en el humanismo se encuentra Dios. En la verdadera razón humana se halla la moral, que se alimenta de los mandamientos de Dios. Esta moral no es un asunto privado; tiene valor y resonancia pública. No puede existir una buena política sin el bien que se concreta en el ser y el actuar. Lo que la Iglesia perseguida prescribió a los cristianos como núcleo central de su ethos político debe constituir también la esencia de una actividad política cristiana: sólo donde el bien se realiza y se reconoce como bien puede prosperar igualmente una buena convivencia entre los hombres. El gozne sobre el que gira una acción política responsable debe ser el hacer valer en la vida pública el plano moral, el plano de los mandamientos de Dios.

Si hacemos así, entonces también podremos, tras el paso de los tiempos de angustia, comprender, como dirigidas a nosotros personalmente, estas palabras del Evangelio: “No se turbe vuestro corazón” (Jn. 14,1). “Porque por el poder de Dios estáis custodiados mediante la fe para vuestra salvación...”.

Fuente: Revista Católica Internacional Communio, 2ª. Época, Año 17, julio-agosto de 1995






Desempleo

Se conoció ayer el índice de desocupación del primer trimestre: arrojo 8,4 %, una caída de 1,4 punto porcentual respecto del mismo periodo del año anterior. Mas allá de la falta de credibilidad que generen las mediciones del INDEC, surgen varios puntos preocupantes. Si se suma la subocupación (5,8 %), hay 2,6 millones de argentinos con problemas de empleo, 14,2 % del total de la fuerza laboral. Trascendió, además, que disminuyo la cantidad de gente que esta buscando trabajo, lo cual también ayudo a reducir la desocupación. Los expertos aseguran que se trata del denominado “efecto desaliento”, es decir, gente que se retiro de la búsqueda al no poder emplearse. Pero el principal drama sigue siendo el empleo en negro (39,3 %). Implica que una gran porción de los trabajadores no goza de derechos mínimos y gana mucho menos que los registrados.
Además, si se consideran como desocupadas las casi 600.000 personas que reciben los Planes Jefas y Jefes de Hogar, el desempleo seria de 8,8 % para el primer trimestre del año.

(Fuente: Ámbito Financiero, 23-5-08)

El "invisible" mapa del hambre

Aunque duela y cueste mucho reconocerlo, la Argentina ha vuelto a retroceder en su lucha contra la pobreza y, por ende, contra el hambre. En contadas oportunidades las familias pobres pudieron comprar tan poco como ahora.
Justamente fue la Feria del Libro última el escenario elegido por los impulsores del Centro de Desarrollo Comunitario para presentar el proyecto sobre el Mapa del Hambre, que busca acercarse a la realidad de la pobreza, no desde las estadísticas sino desde cada persona, desde cada familia que no tiene su comida diaria asegurada, e involucrar en ello al conjunto de la sociedad argentina.
Surgido a fines de 2007 como una iniciativa conjunta entre la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la organización no gubernamental Red Solidaria y el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, es objetivo de este centro la formación académica en el diseño de estrategias para combatir el hambre y la desnutrición en la Argentina.
¿Por qué hablar de un Mapa del Hambre? Porque en este momento, de las 330.000 familias argentinas que no tienen asegurada su comida diaria, este programa ha logrado ubicar a unas 44.000. Lo mismo puede decirse de los 165.000 chicos menores de seis años que están desnutridos; en los 410 comedores comunitarios, escuelas y centros que figuran en el mapa, pueden encontrarse ubicados a unos 5.000. Lo que el Mapa del Hambre plantea es que la ayuda que se recibe, los aportes, públicos y privados, que se hacen desde distintas entidades en todo el país deben llegar efectivamente a los hambrientos, pero la tarea se hace muy difícil, por no decir imposible muchas veces, si no se sabe bien dónde están.
Esa porción creciente e invisible de argentinos que no pueden contar ni siquiera con una comida diaria no tiene tiempo ya para que el resto de sus conciudadanos comprenda cuáles son las verdaderas prioridades.

(Fuente: La Nación, editorial, 18-5-08)

La civilizacion del amor, segun Carl Anderson

En «A Civilization of Love: What Every Catholic Can Do to Transform the World» (La civilización del amor: Lo que todo cristiano puede hacer para transformar el mundo), recién publicado en los Estados Unidos por HarperOne, comienza refiriéndose a la división entre lo que el Papa Juan Pablo II denominaba la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
En este contexto, Anderson, caballero supremo de los Caballeros de Colón, subraya aquello que puede contribuir a la construcción de una civilización del amor. No es una actividad exclusivamente católica o incluso cristiana, afirma. Se puede llevar a cabo la tarea bajo el presupuesto de un compromiso por la libertad religiosa, la tolerancia y el respeto por la dignidad humana.
Es también un llamamiento a la solidaridad para con el pobre y el necesitado. Anderson sostiene que es un camino, asimismo, para evitar los choques entre civilizaciones y las tensiones con los grupos minoritarios.
Anderson sitúa el origen de nuestra responsabilidad de construir una civilización del amor en el mandamiento de Cristo a amarnos unos a otros como él nos amó. Una ética bastante diferente de la mentalidad dominante de la mayoría de las élites gobernantes, reafirma el autor.
Anderson también hace referencia al hincapié hecho por Benedicto XVI durante su visita a Brasil en mayo del año pasado. Una sociedad en la que Dios está ausente, comentaba el pontífice, no puede encontrar un consenso en los valores morales.
Desgraciadamente, la sociedad moderna está construida sobre el concepto del progreso y el éxito materiales, observa Anderson. Junto a esto está la forma en que se interpreta la libertad personal, como algo a lo que debería darse un valor absoluto.

Plenamente humano
Anderson subraya el contraste de la sociedad actual utilizando palabras de Juan Pablo II, quien insistía en que sin amor, la vida de las personas carece de significado. «Es la vocación al amor la que no sólo hace a cada persona, sino que hace que cada persona sea humana», añade Anderson.
Desde el inicio, Benedicto XVI ha demostrado que seguiría con este énfasis en la importancia del amor, al dedicar su primera encíclica, «Dios es Amor», a este tema. En esta encíclica el Papa insistía en que debemos seguir el rastro del amor hasta su principal fuente, Cristo.
Resumiendo uno de los mensajes clave de la encíclica, Anderson afirma que en Cristo se nos muestra el modo en que Dios es amor. Este modo de amor lo es también de libertad y plenitud.
De hecho, prosigue Anderson, el cristianismo ha hecho una aportación única al mundo al elevar el amor hasta el centro de la vida humana. Es cierto que el amor siempre ha estado presente, pero en muchas filosofías y cultura sólo era un valor más entre otros.
La mayoría de las demás religiones afirman la existencia de un poder mayor que nosotros mismos, pero en muchas de ellas este poder es impersonal. En contraste, el cristianismo coloca en el centro a un Dios personal, un Dios que existe en una misteriosa unidad de tres Personas, y que hace al hombre y a la mujer a imagen y semejanza de Él.
Anderson mantiene que podemos decir que la misma estructura de la existencia humana es el amor, una estructura que nos ha dado Dios que es amor.
La importancia central del amor trae consigo algunas consecuencias vitales sobre cómo contemplamos a la persona humana. El amor nos exige ir más allá de las estrechas fronteras de nosotros mismos y reconocer el valor y la riqueza de cada persona. El amor también nos pide que respetemos la libertad y dignidad de los demás.
El amor nos permite descubrir el significado y el propósito de la vida y ver la riqueza de nuestra propia vida, porque nosotros ni la sociedad los que han establecido esta riqueza, sino Dios.

Influir en la cultura
Este mensaje de amor comienza a nivel personal y nos exige que sigamos en nuestras vidas una serie de valores. Sin embargo, no se queda aquí, advierte Anderson. Cada cristiano está llamado a hacer su aportación a la comunidad cristiana de la que forma parte. A su vez, ésta influye en la sociedad en su conjunto, dado el impacto que una comunidad cristiana vibrante puede tener en la cultura en general.
Hay una necesidad urgente de esta aportación, sostiene Anderson. La cultura contemporánea ha sido debilitada duramente por las fuerzas del laicismo, el relativismo y la incertidumbre moral.
En este esfuerzo por comunicar la civilización del amor, los laicos están llamamos a jugar un papel esencial. El humanismo cristiano desarrollado en los documentos del Concilio Vaticano II, explica Anderson, ponen énfasis en la vocación de los laicos.
En el bautismo, cada cristiano entra en comunión con Cristo y una parte integral de esto es la misión de atraer a los demás a dicha comunión. Esto significa que ayudar a quienes están en necesidad, por ejemplo, debería hacerse no sólo por piedad o deseo filantrópico de ayudar a la gente, sino como una respuesta al ver a Cristo en el sufrimiento de quienes nos rodean.
Una faceta de la civilización del amor es aplicar el Evangelio al mundo del trabajo. En uno de los capítulos del libro, Anderson considera el impacto que han tenido las encíclicas sociales y concluye que durante el último siglo la Iglesia católica ha cambiado de modo significativo el curso del desarrollo económico.
Queda todavía mucho por hacer, continúa, especialmente con el impacto creciente de la globalización y la urgencia de eliminar la pobreza en muchos países. Es una falsa dicotomía, razona Anderson, decir que debemos escoger entre el progreso material o los valores morales. De hecho, muchos valores cristianos refuerzan prácticas como la honestidad, la justicia y el imperio de la ley, que se necesitan en el desarrollo económico.
Los laicos en el mundo de los negocios tienen una oportunidad excelente de aplicar sus habilidades económicas y organizativas para lograr cambiar la sociedad. Si los cristianos, tanto en los negocios como en el gobierno, se dedican a servir a la persona humana entonces puede guiarse el futuro de la globalización por criterios éticos, sostiene Anderson.
Las leyes solas no son suficientes porque, como demuestra la amplia experiencia, las personas pueden mostrarse muy hábiles para llevarlas hasta el límite, violando su espíritu, si no la letra. Todas las relaciones patrón-empleado deberían basarse en el reconocimiento de la dignidad de todas las personas cuyos esfuerzos combinados contribuyen al éxito de la empresa, recomienda Anderson.

Por la vida
Otra aplicación de la civilización del amor tiene que ver, según Anderson, con el compromiso por la vida. Esto significa considerar a cada persona, sea pobre, discapacitada, enferma, vulnerable o no nacida, como portadora de igual dignidad.
Cuando Juan Pablo II describía la cultura de la muerte, comenta el autor, se refería a ella como una forma de considerar el valor de la vida que rechaza la unidad esencial de la familia humana en todas sus situaciones.
«Esta forma de pensar está esencialmente en guerra con la verdad, porque sigue existiendo al rechazar, en ocasiones de forma oculta, la verdad sobre la naturaleza y dignidad de la persona humana», observa el autor.
De este modo, las decisiones sobre temas como el aborto o la eutanasia no son simplemente un desacuerdo entre «opciones» sino que tienen que ver con la misma esencia de cómo consideramos a la persona humana y la naturaleza de la sociedad. Justificar el aborto tras la bandera de la libertad conduce inevitablemente a una cultura donde los derechos de muchos se ponen en peligro, observa Anderson.
Al concluir su libro, Anderson afirma que no buscamos imponer el cristianismo a la sociedad, sino expresar la presencia viva de Cristo dentro de la sociedad a través de nuestras relaciones personales. Una misión en la que están llamados a participar todos los cristianos.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

ROMA, domingo, 10 mayo 2008 (ZENIT.org).-

Se mantiene la deuda social

Lejos de saldarse, la deuda social profundizó si abismo. El Barómetro de la Deuda Social Argentina, que elabora una universidad privada, dejó en claro que, si bien se evidencian mejoras generales en los últimos cuatro años, se produjo un aumento en la brecha de desigualdad a nivel social: el mayor progreso se registró en las clases medias y medias bajas, pero no llegó a los estratos más bajos.
Como su nombre lo indica, el estudio se propone ser un instrumento para medir el estado de cosas. Concretamente, para evaluar el cumplimiento de los derechos humanos y sociales de los argentinos. Es un informe anual que, desde 2004, realiza el Observatorio de la Deuda Social Argentina del Departamento de Investigación Institucional de la Universidad Católica Argentina.
Hay un 30 por ciento de nuestra sociedad que vive, estructuralmente, en otro país, afirma el sociólogo Agustín Salvia, investigador del Conicet y director del observatorio. Es que ése es el porcentaje que se mantiene afuera de todas las mejoras.
Las variables medidas miden el grado de cercanía al umbral mínimo normativo, que equivale al 10. Eso significaría alcanzar los derechos de los que se habla. Pero la calificación general de 2007 alcanza el 6,5.
Sobre una muestra de 2500 casos, se encuestó a mayores de 18 años que viven en los principales centros urbanos: ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Salta, Mendoza, Resistencia, Paraná, Bahía Blanca y Neuquén. Luego, un equipo interdisciplinario analizo los resultados.
No es una encuesta de opinión ni es ponerle el termómetro a lo que piensa la gente. El estudio tiene indicadores objetivos que evalúan si hay un déficit en el acceso a recursos de logros de vida y realizaciones, explico el sociólogo.
Para hacer el análisis, se dividieron seis dimensiones en dos grupos: el índice de condiciones materiales de vida (que reúne hábitat, salud y subsistencia; acceso a recursos públicos y trabajo, y autonomía económica) y el índice de condiciones de integración humana y social (que agrupa a capacidades y competencias psicológicas, tiempo libre y vida social y confianza política).
La investigación evidencia que el 34,5 % de los entrevistados no cuenta con un correcto acceso a la salud. En el estrato socioeconómico mas bajo, el déficit involucra al 58 % de la población, afirma el estudio. El 12,2 % carece de cobertura educativa.
La participación en actividades de voluntariado declino: una triste paradoja, en una sociedad en la que la cantidad de excluidos es tan alta. Dicho en números, a pesar de los avances, una de cada dos personas del nivel muy bajo siente que no hay nadie que la ayude frente a una situación problemática.
Un dato llama la atención: el déficit en la confianza institucional es muy alto. Si bien el Poder Ejecutivo mejoro su imagen, continúa siendo poco o nada confiable para el 80 % de la población.

Calificación anual 2007

Desarrollo humano y social: 7,6 %
Condiciones materiales de vida: 6,5 %
Integración humana y social: 5,4 %


Desarrollo humano y social, según estrato socio económico

25 % mas alto: 7,5 %
Medio bajo: 7,0 %
Bajo: 6,1 %
25 % más bajo: 5,4 %

(La Nación, 12-5-08)

Diagnóstico social

Para elaborar un diagnóstico sobre la situación del país y de Córdoba, puede ser útil la información recopilada en el sitio:

Urge reconocer la eficacia de la sociedad civil en la creación de bienes comunes


Advierte la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales


CIUDAD DEL VATICANO, martes, 6 mayo 2008 (ZENIT.org).- Lejos de tender a atribuir al mercado y al Estado un monopolio en la creación de bienes comunes, es necesario reconocer el papel fundamental que cumple la sociedad civil en este campo. Éste ha sido punto de convergencia entre los miembros de la Pontifica Academia de las Ciencias Sociales, reunidos en el Vaticano en su 14ª sesión plenaria del 2 al 6 de mayo.

De coordinar la convocatoria se ha encargado la profesora Margaret Archer, de la Universidad de Warwick (Gran Bretaña), y el profesor Pierpaolo Donati, de la Universidad italiana de Bologna, quien este martes, ante la prensa internacional en la Oficina de Información de la Santa Sede, y ante el Canciller de la Academia, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, comentó puntos sobresalientes de estas jornadas celebradas sobre el tema: «Perseguir el bien común: cómo solidaridad y subsidiariedad pueden trabajar juntas».

Expertos de los diversos campos de las ciencias sociales, los miembros del organismo pontificio coinciden en señalar que «actualmente existe un modelo de organización social basado sobre el acuerdo entre Estado y mercado, que constituye un vínculo para el desarrollo de una sociedad civil capaz de producir bienes comunes».

De tal manera, los intereses del mercado y las regulaciones del Estado moderno ejercen un cierto «dominio» --apuntó el profesor Donati-- sobre los grupos sociales, formaciones sociales intermedias, asociaciones, formas de cooperación, el voluntariado, en fin, «nuevas redes en las que, en el mundo vital de las persona, se crean cada día bienes comunes que sin embargo se tratan mal, o no se comprenden o incluso se marginan por los actores del Estado y por el mercado».

De ahí que esta sesión plenaria subraye la necesidad de que emerja «esta sociedad civil que actúa no por beneficio ni por orden de la ley del Estado».

«Si nos preguntamos cuántos bienes comunes se produce cada día no por causa del beneficio --del interés económico--, no porque lo mande la ley, sino porque existe un acuerdo entre personas, porque existe un interés en intercambiarse recíprocamente los bienes, veremos que la mayor parte de los bienes se produce de este modo; con todo, nuestras sociedades están organizadas esencialmente sobre el poder del mercado y del Estado», explicó.

«Es necesario, por lo tanto, prestar gran atención a este mundo de la sociedad civil que produce bienes comunes», una conclusión compartida por la Pontifica Academia sobre la que había alentado el Papa en su discurso del sábado al organismo, recordó el profesor Donati.

Se trata de «un entrelazamiento entre subsidiariedad y solidaridad que deben ser, sí, horizontales en el sentido de regular las relaciones entre la gente -dice el académico--, pero que deben tener también una dimensión vertical en la profundidad de la dignidad humana dirigida a producir el bien común, a regenerarlo y conservarlo».

En el estudio de casos prácticos, la sesión plenaria ha contado con el doctor Michel Bauwens -iniciador de la «Foundation For Peer To Peer Alternatives»-- y su experiencia de los bienes comunes producidos en Internet, construidos gratuitamente junto a una red de personas y aprovechados gratuitamente por todos. Por lo tanto ajenos al mandato de la ley o a la dinámica del mercado.



Es un ejemplo que citó el profesor Donati para subrayar la importancia de comprender el desarrollo de una sociedad que produce bienes comunes.

«El bien común --advirtió-- ya no se identifica con una entidad supraordenada»; ciertamente el Estado juega un papel notabilísimo en la producción y preservación de los bienes comunes, «pero no es el único actor, no es el monopolizador del bien común».

En esta línea, la sesión plenaria de la Pontificia Academia constata «la insuficiencia de la teoría económica en la compresión de esta sociedad civil».

Y es que «la teoría económica presupone aún un "homo economicus" interesado que actúa sustancialmente por beneficio» --aclaró el profesor Donati--, y aunque tal teoría contempla también «un actor no egoísta», en cambio lo considera «marginal» y «de poca importancia», y piensa «en el tercer sector como un sector de caridad, de beneficencia, no como un sector que crea bienes comunes».

Por ello el organismo pontificio indica la necesidad de llegar a una nueva teoría económica y probablemente incluso «a una nueva teoría política».

La razón es que «vemos en el mundo también un cierto retorno de un estatalismo en muchas partes», un fenómeno «que nuevamente apunta en algún modo sobre la fuerza y el monopolio del Estado, cosa que no ayuda a desarrollar los bienes comunes mencionados», concluyó.

Por Marta Lago
06-05-2008, Esta noticia es de la Agencia ZENIT.