DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

El mito de la superpoblación

Alejandro Pisitelli Murphy

El 31 de agosto pasado se publicó en este diario un sugerente artículo titulado En busca de una esposa, firmado por Alain Buu. Cuando el autor describe los problemas de China en cuanto al desequilibrio que existe entre varones y mujeres, está apuntando a una de las tantas manifestaciones poblacionales que se generan cuando se intenta manipular el crecimiento demográfico.
China ha intentado frenar en los últimos 25 años, de manera contundente, sus tasas de crecimiento poblacional, pero esto no es gratuito. Y el error siempre consiste en creer que mucha población ya es un problema en sí mismo: normalmente, los países más superpoblados no son los más densamente poblados, y viceversa.
El continente asiático, que alberga a casi el 60% del total de la población mundial, tiene una densidad de unos 111 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que Holanda cuenta con una densidad de 366. Sin ir más lejos, la Europa de los doce países fundadores de la comunidad está más "hacinada" que China: de 145 a 120 hab./km2.
El problema principal se produce cuando, por intereses políticos, se intenta manejar la dinámica poblacional de manera casi mecánica, cuando en realidad es un fenómeno de naturaleza cultural, como se ejemplifica en el caso chino. Y cuando ocurre esto, comienzan los problemas de diversa índole. Por caso, ya ha ocurrido en países como la Unión Soviética durante gran parte del siglo XX (cuando se intentaba incentivar el antinatalismo o el natalismo según las coyunturas políticas), y ahora se repite en China.
La obsesión por que el único hijo sea varón hace que, tanto en ese país como en la India, estén prohibidas las resonancias magnéticas para conocer el sexo del bebe por nacer, ya que, si las familias se enteran de que tendrán una nena, el aborto se hace inexorable y el desnivel entre sexos, aún mayor.
Pero volvamos al problema de fondo: la creencia de que tener mucha población es lo negativo. El terror poblacional se fue manifestando levemente a comienzos del siglo XX y tuvo su máxima expresión al finalizar la Segunda Guerra Mundial en medio del famoso baby boom , cuando el mundo creció a tasas nunca vistas hasta entonces. Lo infundado de esos miedos se basaba en dos conceptos erróneos que aún hoy son repetidos en diversos ámbitos académicos y mediáticos.
1) Que esas tasas se iban a mantener por siempre jamás. A comienzos de los años 70, ya los guarismos comenzaron a bajar, y lo siguen haciendo aún hoy. De hecho, la ONU ya hace varias décadas que debe ir corrigiendo recurrentemente sus proyecciones poblacionales hacia la baja.
2) Que el mundo no podría alimentar a tanta gente.En los documentos oficiales de la Conferencia de Población de 1974, ya se admitía que con la tecnología de aquella época (a años luz de la actual), el mundo podía alimentar a más de 40.000 millones de personas según la dieta norteamericana y a más de 150.000 según la dieta japonesa.
A poco de conocido este informe, Paul Ehrlich, uno de los apóstoles del antipoblacionismo, escribe ese mismo año un libro titulado La explosión demográfica . Allí reconoce la validez de aquel informe: "En cierto sentido, no les falta razón. Es teóricamente posible alimentar a 40.000 millones de personas, pero cabe preguntarse si vale la pena que la humanidad alimente a 40.000 millones de personas".
A partir de aquí, ya entramos, evidentemente, en un terreno filosófico o, al menos, ideológico. El problema no es la población, sino lo que se quiere hacer con ella. Vayamos a nuestro ejemplo más cercano: en la Argentina se producen anualmente alimentos para unos 380 millones de personas. Nosotros somos 40 millones y nos encontramos con compatriotas que tienen serios problemas de alimentación. No se debe combatir a los pobres, sino la pobreza y sus causas profundas.
En definitiva, cada vez que se intentó manejar, por motivos políticos o económicos, las tendencias poblacionales de algún país, aparecieron las consecuencias no deseadas, y el caso más emblemático en este momento es China, con un creciente desnivel entre mujeres y hombres, y con un envejecimiento generalizado que provocará innumerables problemas sociales (la cuestión previsional es sólo uno de ellos).
Se frenó el crecimiento, pero, como decíamos antes, el problema no es la cantidad, sino la densidad, la distribución territorial y la distribución por edades.
Se repite nuevamente aquello que escuché hace muchos años: "Dios perdona siempre y el hombre perdona a veces, pero la naturaleza no perdona nunca" .

El autor es profesor del Instituto de Ciencias Jurídicas y Sociales de UADE
(La Nación, 15-11-08)